ISSN impreso: 0186-0348

ISSN electrónico: 2395-8464

"El gobierno de la calle." Diarios, movilizaciones y poltica en el Buenos Aires del novecientos

"Street Government." Newspapers, Mobilizations and Politics in Buenos Aires in the 1900s

Ins Rojkind*

INFORMACIN SOBRE LA AUTORA:

Ins RojkindDoctora en Historia por El Colegio de Mxico. Investigadora asistente, miembro de la Carrera del Investigador del CONICET, adscrita al Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", FFyL-Universidad de Buenos Aires. Su rea de investigacin se centra en la historia poltica argentina y latinoamericana de fines del siglo XIX y principios del XX, especialmente en los temas de ciudadana; formas de representacin, participacin e interlocucin en el escenario poltico; la esfera pblica y sus instituciones; relaciones entre sociedad civil y sociedad poltica; discursos e imaginarios polticos; construccin de identidades colectivas. Ha publicado: "Una explosin ruidosa de la indignacin pblica. Deuda, honor nacional y protesta poltica en Buenos Aires del novecientos" en Mirta Lobato (comp.Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, Biblos, Buenos Aires, 2011, pp. 27-41; "Orden, participacin y conflictos. La poltica en Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miradas clsicas y nuevas aproximaciones",Iberoamericana. Amrica Latina-Espaa-Portugal, nm. 34, junio de 2009, Madrid, pp. 154-159; "El malestar obrero. Visibilidad de la protesta social en Buenos Aires del novecientos", Travesa. Revista de Historia Econmica y Social, nms. 10-11, 2008-2009, pp. 15-44, Universidad Nacional de Tucumn, San Miguel de Tucumn.

ABOUT THE AUTHOR

Ins RojkindPh. D. in History from El Colegio de Mxico. Assistant researcher, member of the CONICET Researchers' Career, affiliated to the "Dr. Emilio Ravignani" Institute of Argentinean and American History-University of Buenos Aires. Her area of research comprises Argentinean and Latin American Political History in the late 19th and early 20th century, particularly as regards civic issues; forms of representation, participation and dialogue in the political setting; the public sphere and its institutions; relations between civil society and political society; political discourse and imaginaries; construction of collective identities. Her publications include: "Una explosin ruidosa de la indignacin pblica. Deuda, honor nacional y protesta poltica en Buenos Aires del novecientos" in Mirta Lobato (comp.Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX,Biblos, Buenos Aires, 2011, pp. 27-41; "Orden, participacin y conflictos. La poltica en Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miradas clsicas y nuevas aproximaciones", Iberoamericana. Amrica Latina-Espaa-Portugal, no. 34, June, 2009, Madrid, pp. 154-159; "El malestar obrero. Visibilidad de la protesta social en Buenos Aires del novecientos", Travesa. Revista de Historia Econmica y Social, no. 10-11, 2008-2009, pp. 15-44, Universidad Nacional de Tucumn, San Miguel de Tucumn.

Fecha de recepcin: marzo de 2011.  Fecha de aceptacin: octubre de 2011.

Resumen

Este trabajo analiza la relacin entre la prensa, la oposicin poltica y la movilizacin callejera en Buenos Aires a comienzos de 1900. Explora las formas y los sentidos de una dinmica contestataria del orden poltico que se gest en esos aos y que contribuy a poner en cuestin la legitimidad del rgimen conservador instaurado en 1880. Esa dinmica se nutra de las campaas que montaban los diarios y se expresaba bajo la forma de manifestaciones y protestas populares que incluan el uso de la violencia fsica y verbal. El propsito es contribuir a renovar la mirada sobre la poltica de ese periodo, contemplando no slo la edificacin desde arriba de un sistema poltico hegemnico, sino tambin las caractersticas de una vida poltica que se desenvolva desde abajo mucho ms vigorosa y variada que lo que las interpretaciones clsicas sugeran.

Palabras clave: Rgimen conservador, vida poltica, Buenos Aires, prensa, manifestaciones callejeras.

Abstract

This study analyzes the link between the press, political opposition and street mobilization in Buenos Aires in the early 1900s. It explores the forms and meanings of a dynamic of political protest created during this period, which contributed to questioning the legitimacy of the conservative regime established in 1880. This dynamic was based on the campaigns launched in the newspapers and was expressed in the form of popular demonstrations and protests that included the use of physical and verbal violence. The aim is to provide a fresh perspective on the politics of the time, by analyzing not only the construction from the top of a hegemonic political system but also the characteristics of a political life that developed at the bottom in a far more vigorous, varied manner than classical interpretations suggested.

Key words: Conservative regime, political life, Buenos Aires, press, street demonstrations.

Quiz pueda parecer reiterativo comenzar sealando la renovacin que ha experimentado en los ltimos tiempos la historia poltica en Amrica Latina, en general, y en Argentina, en particular. En efecto, se trata de un movimiento que lleva ya ms de dos dcadas de vigencia y que ha generado una importante transformacin cuantitativa y cualitativa en el campo historiogrfico. En el caso argentino, no obstante, esa transformacin ha quedado restringida fundamentalmente a los trabajos sobre el siglo XIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la poca del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibido una atencin irregular. Se han realizado, es cierto, esfuerzos por revisar y discutir las interpretaciones prevalecientes acerca de los procesos polticos que se desenvolvieron en el transcurso de aquellos aos, pero persisten sin desentraar varios nudos problemticos. En ese sentido, mi propuesta en este artculo consiste en repasar algunos de los aportes ms relevantes que han trado consigo esos esfuerzos de reconsideracin de las visiones establecidas, as como las interrogantes que an permanecen abiertas, para mostrar luego cmo se inserta en ese marco mi propia investigacin acerca de la relacin entre la prensa, la oposicin poltica y la movilizacin callejera en la ciudad de Buenos Aires a comienzos del novecientos.

Sostengo que se gest entonces, en particular durante la segunda presidencia de Julio A. Roca (1898-1904), una dinmica poltica contestataria que se nutra de escandalosas denuncias publicadas en los principales diarios de la ciudad y que se expresaba en las calles bajo la forma de ruidosas manifestaciones de protesta. En el contexto de un rgimen poltico excluyente, que se basaba en la manipulacin de los comicios y en el control de las candidaturas, el uso de la calle para expresar opiniones y articular reclamos se constituy en una instancia fundamental de participacin. Pero adems, la protesta desplegada en las pginas de los diarios y en el espacio pblico urbano ayud a poner en cuestin, desafindolo, el concepto de orden que la elite gobernante pregonaba y defenda. Este trabajo explora las formas y los sentidos de esa dinmica opositora a travs del anlisis de algunos ejemplos concretos de movilizaciones que se efectuaron en Buenos Aires entre 1901 y 1903, y que alcanzaron una gran repercusin entre los contemporneos. La intencin es contribuir a la proyeccin de una mirada sobre la poltica del periodo que contemple no slo las disputas y alianzas en el interior de los grupos dirigentes, sino tambin las relaciones que se establecan entre la poblacin y quienes gobernaban.

GOBIERNOS ELECTORES, PARTICIPACIN POLTICA Y DESAFOS AL ORDEN

Los trabajos ms recientes no han producido, en realidad, una fractura profunda respecto de la versin que podramos denominar clsica. Por eso, antes de considerar las reformulaciones que se han planteado ltimamente se requiere volver sobre los argumentos centrales en torno a los cuales se estructura aquella mirada clsica que ha significado, a la vez, una referencia ineludible y un motivo de debate para ulteriores aproximaciones.

Esa mirada est fuertemente anclada en el anlisis que Natalio Botana elabor sobre el "rgimen de hegemona gubernamental" que los hombres del Partido Autonomista Nacional (PAN) establecieron desde su llegada al poder en 1880.2 Este ao inserta un corte sustancial en el relato historiogrfico. Se sostiene que concluy entonces, con la llegada de Julio A. Roca a la presidencia de la repblica, el trabajoso proceso de construccin de un orden poltico nacional y de afirmacin del Estado central. Se afianz una nueva elite poltica surgida de una serie de alianzas que se haban tejido entre las dirigencias del interior del pas y de las que participaban tambin algunos grupos porteos. El PAN fue creado formalmente en 1881 con la finalidad de consolidar aquel sistema de alianzas provinciales, pero no era, en rigor, un partido poltico en el sentido de una organizacin homognea y disciplinada. Constitua, por el contrario, una coalicin de agrupaciones o ligas que competan y negociaban entre s. De ah la importancia de los liderazgos como el que ejerca Roca para garantizar no slo la unidad interna del partido sino tambin el predominio que el mismo acababa de conquistar a escala nacional.3

Dicho predominio descansaba, segn ha mostrado Botana, sobre una serie de controles (los acuerdos entre grupos dirigentes, el reparto de cargos, la manipulacin electoral) por medio de los cuales quienes haban accedido al poder en 1880 lograron conservarlo durante 36 aos. Esos mecanismos operaban una "inversin del sistema representativo" en funcin de la cual los gobernantes se convertan en electores y producan votaciones en las que triunfaban los candidatos previamente convenidos. Dentro de ese esquema, la sucesin presidencial era una instancia clave pues se ponan en marcha entonces los dispositivos que obturaban la alternancia en el poder asegurando la reproduccin de aquella forma de hegemona gubernamental. El mandatario en funciones, imposibilitado por la Constitucin de postularse para una reeleccin inmediata, aspiraba a controlar (o al menos influir sobre) la designacin de su sucesor. La ciudadana, por su parte, vea vulnerado el derecho de designar a sus autoridades en comicios libres y transparentes.4

Evidentemente, no faltaron conflictos y sobresaltos que acompaaron (y en gran medida condicionaron) el funcionamiento concreto del rgimen conservador. No slo emergieron resistencias que tomaron incluso el carcter de fallidos alzamientos revolucionarios. El partido gobernante se hallaba asimismo atravesado por tensiones y disputas internas que tendan a debilitarlo frente a los eventuales desafos. La literatura especializada no ha dejado de sealar, por supuesto, la significacin de las contradicciones que en diversos momentos sacudieron la hegemona del PAN. Sin embargo, el eje de la mirada historiogrfica no ha estado puesto all, sino en la comprensin de los mecanismos que le permitieron al rgimen neutralizar los desafos y prolongar su existencia hasta bien entrado el siglo XX. Desde ese punto de vista, lo que se ha buscado resaltar es que el sistema de dominacin poltica montado por el PAN no se derrumb ni fue derrocado por la fuerza. Se subraya, en cambio, el hecho de que la transformacin que condujo finalmente al ocaso del rgimen se desenvolvi desde adentro y de manera gradual, empujada ante todo por una corriente reformista cuyo objetivo era depurarlo de los rasgos ms controvertidos y excluyentes. En 1912 fue aprobada una nueva ley electoral con esa finalidad. Sus efectos resultaron ser, no obstante, mucho ms drsticos. Cuatro aos despus, en los primeros comicios presidenciales que se realizaron estando en vigor la nueva normativa, se impuso el candidato de la opositora Unin Cvica Radical (UCR) y el PAN perdi la supremaca que haba detentado a lo largo de casi cuatro dcadas.5

Si bien la relevancia de este enfoque es innegable y, como se indic, constituye el marco de referencia obligado para pensar la poltica del periodo, inevitablemente han surgido (y continan apareciendo) interrogantes y problemas que exceden los contornos de esa visin y que requieren, por consiguiente, de otro tipo de abordajes. Las lneas alternativas de investigacin que se han abierto ofrecen indicios a partir de los cuales componer una imagen distinta, ms matizada y en determinados sentidos ms compleja, de los procesos polticos que tuvieron lugar en el lapso de aquellos aos. Las preguntas que se formulan en esa direccin ataen tanto a las formas de accin y movilizacin colectivas de la poblacin como a los mecanismos de interlocucin entre gobernantes y gobernados. Se han comenzado a rastrear las imbricaciones entre, por un lado, el proceso de edificacin desde arriba de un orden poltico hegemnico y, por el otro, las formas y los sentidos de una vida poltica que se desenvolva desde abajo mucho ms vigorosa y variada que lo que las interpretaciones clsicas permitan suponer.6

Esas interrogantes han inspirado una serie de trabajos que, especialmente respecto del caso de la ciudad de Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del XX, permiten entrever la existencia de una vida poltica activa que trascenda los lmites de la dinmica interna del rgimen conservador. De hecho, y como bien observa Paula Alonso, el reto ha pasado a ser el de explicar cmo pudo desarrollarse una "incipiente cultura de la participacin" en el marco de los controles que fijaban los gobiernos del PAN y teniendo en cuenta, adems, la inquietud con que estos contemplaban cualquier signo de inestabilidad poltica.7 En efecto, los hombres del rgimen conservador le otorgaban una gran importancia a la preservacin del orden pblico, considerado uno de los pilares sobre los cuales edificar una sociedad prspera y moderna, un sistema poltico estable y un Estado eficiente. Segn esa concepcin, la actividad poltica era intrnsecamente disruptiva y corresponda, en consecuencia, reducir su ejercicio a la bsqueda pragmtica de consensos y a la aceptacin del gobierno de las instituciones. En teora, no haba espacio en tal esquema para la agitacin electoral, las manifestaciones callejeras ni la violencia armada, prcticas en relacin con las cuales la poblacin portea posea una arraigada tradicin.8

Durante algunos aos la vida poltica en la ciudad de Buenos Aires pareci ajustarse a aquellos parmetros, pero la situacin se revel pronto bastante ms complicada. En el ao 1890 se combinaron los efectos de una devastadora crisis econmica con el estallido de un alzamiento armado que la oposicin organiz con el objetivo de derrocar al entonces presidente Miguel Jurez Celman (haba sucedido a Roca en 1886). La rebelin fracas, fue derrotada, pero entre tanto se haba hecho realidad uno de los peores fantasmas que inquietaban a los hombres del PAN: el fantasma de la violencia poltica invadiendo las calles de la capital del pas. Por otro lado, es cada vez ms claro que a travs de mltiples cauces las voces contrarias al rgimen hallaron la manera de expresarse. Diversos estudios evidencian, por ejemplo, que a pesar de las manipulaciones la instancia electoral implicaba un grado de movilizacin poltica considerable que poda incrementarse en determinadas coyunturas. Por su parte, los diarios (y la prensa en general) funcionaban como canales a travs de los cuales la discusin poltica poda extenderse ms all del estrecho crculo que conformaban sus protagonistas habituales. El periodismo se modernizaba aceleradamente, pero no por eso se desprenda de la capacidad de moldear a la opinin pblica e instigarla a la accin.9 La ocupacin del espacio pblico, en tanto, continuaba siendo como en el periodo anterior a 1880 una prctica a la que la poblacin acuda con frecuencia, pero las manifestaciones revestan nuevas modalidades asociadas con el carcter contestatario que solan exhibir frente a los gobernantes y en relacin con el orden poltico imperante.10

Se requiere, entonces, continuar avanzando en el anlisis de estos y otros aspectos para delinear un cuadro ms preciso de las caractersticas de la vida poltica en Buenos Aires durante los aos del rgimen conservador. Por otro lado, pero en relacin con ello, se plantea un segundo problema ligado con la posibilidad de trascender las fronteras de la explicacin clsica y adentrarse en zonas hasta ahora insuficientemente examinadas. Aquella explicacin privilegia —como ya se ha indicado— el anlisis de los orgenes del rgimen poltico instaurado en 1880, su consolidacin y la paulatina transformacin que experiment desde adentro, a medida que se hizo necesario encontrar nuevas justificaciones para el mantenimiento de su preeminencia. La imagen resultante tiende a revelarnos un sistema de poder resistente que mantena a la oposicin marginada y que consegua reproducirse gestionando con xito las tensiones internas que lo atravesaban. El problema es que dentro de ese marco no hay sino un margen muy limitado para interrogarse acerca de los desafos y las objeciones que se levantaron contra el dominio del PAN y contra lo que, segn denunciaba insistentemente la prdica opositora, ese dominio implicaba: el avasallamiento de la soberana popular, la degradacin de las tradiciones polticas, el desquiciamiento de las instituciones, el enervamiento cvico, etc. Si bien es verdad que luego del fracaso del llamado ciclo revolucionario del noventa no se verificaron desafos de una magnitud similar, tambin lo es que slo retrospectivamente podemos saber que el sistema que aseguraba el monopolio del poder en manos del PAN perdur hasta la derrota sufrida en las elecciones presidenciales de 1916. Si se suspende, en cambio, tal mirada retrospectiva se alcanzan a percibir las perturbaciones que, aun cuando no provocaron el descalabro del orden impuesto, fueron sin embargo resquebrajando su legitimidad y alimentando con ello los conflictos y los dilemas que inquietaban a la elite gobernante.

LA SEGUNDA PRESIDENCIA DE ROCA. CAMPAAS PERIODSTICAS Y PROTESTAS CALLEJERAS

En relacin con algunas de esas perturbaciones, precisamente, trata la investigacin que realic sobre el despliegue en la ciudad del novecientos de una dinmica contestataria que buena parte de la prensa portea promova a travs de campaas de denuncias y de exhortaciones a que la protesta ganara las calles. El destinatario principal de esas campaas era Julio A. Roca, quien desde 1898 ejerca nuevamente el gobierno del pas. Roca haba obtenido una victoria cannica en las elecciones de aquel ao y su regreso a la presidencia fue celebrado por amigos y partidarios como la vuelta del "piloto experimentado" que habra de consolidar la paz recobrada "tras los rudos sacudimientos". Posteriormente, tambin la historiografa ha tendido a ver en las circunstancias que rodearon a la reeleccin de Roca la confirmacin de que se haban agotado los impulsos disruptivos desatados en 1890 y de que el orden haba sido por fin reinstaurado.11

En efecto, todo haca presumir que el rgimen emerga robustecido en aquella coyuntura. La revolucin del Noventa, aunque frustrada, haba inaugurado un periodo de gran inestabilidad poltica que incluy movilizaciones callejeras, protestas populares y nuevas rebeliones armadas en varias provincias. Hacia 1898, no obstante, el ciclo de protestas pareca haberse agotado. Los ltimos levantamientos haban sido reprimidos y la UCR (la agrupacin que los haba liderado) se hallaba profundamente desgastada por los fracasos. Por su parte, y en contraste, el PAN se presentaba unido y fortalecido alrededor del retorno de Roca. Para el lanzamiento de su candidatura presidencial Roca haba contado con el apoyo de otro dirigente destacado del partido, el senador Carlos Pellegrini. El respaldo de Pellegrini sirvi para aglutinar las filas oficialistas detrs de la postulacin de Roca y vino a ratificar, aparentemente, la vigencia de una ventajosa sociedad poltica que posean ambos lderes del PAN.12 En realidad, como veremos en seguida, las contradicciones que surcaban esa alianza no iban a tardar en manifestarse. Por el momento, no obstante, la unidad del partido pareca resguardada y esa circunstancia lo fortaleca tambin hacia afuera. En ms de un sentido, por lo tanto, la atmsfera que hacia fines de la dcada de 1890 rodeaba la vuelta de Roca a la presidencia se vislumbraba favorable al oficialismo. Lo interesante es comprobar, sin embargo, que justamente en ese contexto se gest en Buenos Aires un movimiento opositor que, aunque no tom la forma de nuevos intentos revolucionarios, convirti a Roca, el presidente de la repblica y la figura ms emblemtica del rgimen, en "el odiado de la calle, el acusado de todos los diarios".13

Tal como ya se dijo, esa dinmica se nutra de los reiterados ataques que los diarios ms importantes de la ciudad publicaban objetando las decisiones y los actos gubernamentales, y se fundaba igualmente en los llamamientos de la prensa para que "constara en las calles pblicas" la indignacin general que el proceder de las autoridades supuestamente provocaba. El periodismo porteo experimentaba en esos aos del cambio de siglo un espectacular crecimiento. Buenos Aires posea a fines del XIX "a nivel mundial, una de las mayores circulaciones de peridicos por habitante", y la expansin del mundo periodstico continuaba hacia principios del novecientos.14 En ese contexto, en la mayora de los diarios —empezando por los dos matutinos ms influyentes y de mayor tiraje, La Prensa y La Nacin— se revelaba fuertemente la crtica de los gobiernos del PAN y, en particular, hostil al roquismoLa Nacin actuaba como portavoz de un sector poltico, el mitrismo, que objetaba los mtodos del grupo gobernante para mantenerse en el poder y que reivindicaba la libertad de sufragio. Era un "peridico hbrido", como lo ha calificado Julio Ramos, que sin abandonar su condicin de instrumento partidario procuraba incorporar nuevas funciones informativas, comerciales y hasta literarias.15 En cuanto a La Prensa, su condicin de rgano independiente (en el sentido de "no partidario") no lo inhiba de expresar claramente sus preferencias polticas ni de intervenir con una posicin tomada en los debates de actualidad. Y esa posicin estaba frecuentemente impregnada de un implacable antirroquismo que el diario no se cuida de ocultar, todo lo contrario. Pero adems La Prensa era el rgano que lideraba el proceso de modernizacin periodstica en Buenos Aires y en el pas. Posea el mejor servicio telegrfico, tena corresponsales en las provincias y en el extranjero, proporcionaba una amplia gama de noticias y servicios al pblico lector, operaba como una verdadera empresa comercial y haba incorporado notables adelantos tcnicos que le permitan lanzar grandes tiradas.16 Estos dos diarios, especialmente La Prensa, eran los que con sus editoriales y notas fijaban tanto los contenidos como la intensidad de la propaganda opositora en la que se enrolaban tambin otros peridicos de menor circulacin pero asimismo relevantes, como El Tiempo y el vespertino El Diario17 Esa propaganda opositora adquira, por otra parte, un relieve excepcional en el contexto de un escenario poltico que apareca dominado por el PAN y en ausencia de otras voces contrarias de peso. Las crticas periodsticas abarcaban desde la gestin "desastrosa" de las finanzas pblicas hasta el manejo "deshonroso" de las relaciones exteriores; desde los "atropellos" contra el sufragio hasta el "abandono" en que se encontraban los sectores sociales ms desprotegidos. No faltaban tampoco las insinuaciones sobre "negociados" o acuerdos oscuros en los que se privilegiaban intereses particulares por encima del bienestar general. Pero la intervencin de la prensa no terminaba all. Las publicaciones participaban tambin en la creacin y la movilizacin de la misma "opinin pblica" cuyos intereses decan representar. Aseguraban al respecto que en el contexto de un sistema electoral viciado la posibilidad de hacerse ver y escuchar en las calles constitua un derecho al que el pueblo soberano no poda renunciar.

En consonancia con esa prdica, las campaas promovidas por los peridicos cristalizaron en ms de una ocasin bajo la forma de mtines y movilizaciones callejeras, que se destacaban por la agresividad verbal y muchas veces tambin fsica que desplegaban los manifestantes. Los estudiantes universitarios, en particular, se mostraban por dems proclives a arrogarse la misin de traducir al lenguaje de la accin las acusaciones que publicaban los diarios. La vinculacin de los estudiantes con la poltica no era nueva. En el ao 1890, sin ir ms lejos, la Unin Cvica de la Juventud, una agrupacin universitaria creada con el objetivo de combatir la desmovilizacin poltica imperante, haba contribuido decisivamente a activar el movimiento de impugnacin del rgimen que luego desemboc en el levantamiento armado al cual ya hemos hecho referencia. En la ciudad del novecientos el recuerdo de aquella experiencia continuaba gravitando. Pero adems, acompaando una militancia universitaria que por esa misma poca cobraba cada vez ms fuerza, los estudiantes asumieron en la escena poltica un protagonismo impensado y sus acciones se constituyeron en "un elemento de presin antes desconocido".18 A continuacin se analizan algunos ejemplos de circunstancias en las que esa presin se hizo sentir efectivamente, alimentada por las denuncias de la prensa y por las incitaciones ms o menos abiertas a que las "iras de la opinin" se exteriorizaran en las calles.

"GRANDES EXPLOSIONES POPULARES QUE CAUSAN ESCARMIENTO"

El repudio contra la unificacin de la deuda externa

A principios del mes de julio de 1901 se produjo en Buenos Aires una violenta protesta popular que se prolong varios das y que llev a la declaracin del estado de sitio. Los hechos se desencadenaron a partir del repudio causado por una iniciativa que impulsaba el gobierno de Roca para la renegociacin de la deuda externa y que, segn las acusaciones del periodismo, daaba seriamente el honor y la soberana nacionales. El llamado plan de unificacin de la deuda prevea canjear las diversas emisiones de emprstitos que circulaban entonces por un nuevo y nico ttulo con plazos y condiciones supuestamente favorables para la Argentina. El objetivo era aliviar la carga que para el presupuesto nacional representaban los servicios de la deuda externa. En razn de la buena reputacin que posea en los crculos financieros europeos, Carlos Pellegrini fue el encargado de llevar adelante las negociaciones con los acreedores extranjeros, en su mayora ingleses. Para lograr el consentimiento de estos ltimos se incluy en el acuerdo una clusula de garanta segn la cual los nuevos papeles seran respaldados con rentas de Aduana.19

En cuanto arribaron a Buenos Aires las primeras noticias acerca del contrato firmado en Londres se desat en los diarios una virulenta campaa contra "el affaire de la unificacin", como lo denomin La Prensa. Se deca que los inconvenientes financieros tenan su origen en las falencias de una "administracin desordenada" y, sobre todo, en el esfuerzo que demandaba sostener los "presupuestos oligrquicos" de los gobiernos del PAN. Se acusaba a Roca y a Pellegrini de haber llevado adelante "negociaciones clandestinas" con los acreedores para suscribir un arreglo que significaba una "lpida colocada sobre los despojos del crdito argentino".20 Pero el punto verdaderamente controvertido, aquel alrededor del cual se articularon las crticas ms furiosas, era el tema de la garanta ofrecida a los acreedores. Segn La Nacin, la disposicin daaba la reputacin internacional del pas colocndolo "al nivel de esas factoras confiscadas por una compaa de prestamistas y sometidas a ella por un protectorado". En realidad, la prctica de otorgar garantas especiales no era un procedimiento inusual, pero adquiri connotaciones inesperadas en el clima de exaltacin nacionalista creado por la aparente inminencia de un conflicto blico con Chile. Haba recrudecido en los ltimos meses la disputa limtrofe que mantenan ambos pases y, en ese contexto, los diarios sostenan que la clusula de garanta entraaba un peligro para la soberana nacional porque depositaba en manos de un "sindicato de banqueros extranjeros" la facultad de disponer de recursos que podan ser esenciales en el caso de una guerra. La Prensa,en particular, esgrimi ese argumento con el objetivo de fomentar el rechazo contra la unificacin de la deuda. Fue incluso ms all, y sugiri la conveniencia de que "el desagrado unnime producido por el concordato financiero" tomara la forma de "una explosin ruidosa de la indignacin pblica".21

Y, efectivamente, la protesta no tard en trasladarse a las calles. Los estudiantes universitarios fueron quienes tomaron la iniciativa, en particular los de la Facultad de Derecho. La Universidad de Buenos Aires atravesaba entonces algunas transformaciones que, con el correr de los aos, se iban a revelar significativas. La educacin superior comenzaba a funcionar, aunque de manera todava muy incipiente, como una va de integracin y de ascenso social en el marco de una sociedad, como era la portea, que estaba siendo profundamente renovada por el fenmeno de la inmigracin masiva. La Facultad de Derecho, que tradicionalmente haba sido el mbito de formacin de la elite poltica y social, no permaneca ajena a tales cambios. Los alumnos de esa casa de estudios empezaron a organizarse para formular diversos reclamos y demostraron una notable capacidad de movilizarse y de presionar para lograr que sus reivindicaciones fueran atendidas.22 Y en ese marco desempearon tambin un papel central en las protestas que, en ms de una oportunidad, se efectuaron contra las decisiones y el estilo poltico del presidente Roca.

En julio de 1901, como decamos, los estudiantes se pusieron al frente del movimiento en rechazo de la unificacin de la deuda externa. Se realizaron en la Facultad de Derecho varias asambleas (con la presencia tambin de algunos representantes de las facultades de Medicina e Ingeniera) en las que se dise un plan de accin. Se resolvi convocar a un mitin en la Plaza de Mayo para reclamar al Congreso que rechazara el proyecto de renegociacin y unificacin de la deuda que impulsaba el poder ejecutivo. Los jvenes citaban las "revelaciones" hechas por el periodismo y cuestionaban las "clusulas humillantes" que, afirmaban, contena el acuerdo financiero.23 El mitin se realiz el mircoles 3 de julio sin que se produjeran incidentes. Pero en cuanto concluy el acto, "un grupo numeroso de estudiantes, reforzado por otro no menos numeroso de pueblo", se apresur a organizar una nueva movilizacin. Los manifestantes atacaron las imprentas de Tribuna y El Pas,voceros del roquismo y del pellegrinismo, respectivamente. Estos dos rganos se haban adjudicado la misin de defender el proyecto financiero desestimando las crticas que le hacan los diarios opositores. La multitud arremeti en su contra con piedras y palos, entre insultos a la "prensa claudicadora". Se registraron, incluso, algunos disparos contra la fachada del edificio de El Pas, en la calle Florida. Esa misma tarde, "grupos hostiles" agredieron tambin las casas particulares del presidente Roca y de Pellegrini. Rompieron vidrios y provocaron numerosos "destrozos". Tuvo que intervenir la guardia presidencial, pero los tumultos se extendieron hasta la madrugada. La polica recorra las calles del centro de la ciudad dispersando a los manifestantes que daban vivas a la juventud y a la prensa independiente, y que exigan "a grandes voces" la renuncia de Roca.24

Al da siguiente, la tensin se increment. Las redacciones de La Prensa, La Nacin y otros diarios "independientes" se vieron invadidas por el pblico que deseaba enterarse de las ltimas novedades. "Grupos de 20 y 30 personas" formaban "columnas numerosas que prorrumpan en gritos de abajo la unificacin!" Pasado el medioda, una multitud "compuesta en su mayora de jvenes, muchos de ellos universitarios", se congreg nuevamente en la Plaza de Mayo. Al parecer, los manifestantes intentaron esta vez traspasar las vallas de seguridad que rodeaban la casa de gobierno. La polica reaccion y durante los choques que se produjeron entonces fue herido mortalmente un agente, alcanzado por un disparo. La represin se endureci a partir de aquel momento. "Subiendo con sus caballos sobre las veredas y parques", los vigilantes obligaron al "numeroso pueblo, que se calcula en ms de 2 000 personas, a abandonar aquel sitio". Las crnicas describen escenas caticas: manifestantes que escapaban de la polica, coches y tranvas atascados en medio de las corridas, y transentes que huan despavoridos.25 Llegado ese punto, la situacin haba tomado caractersticas que las autoridades no estaban dispuestas a tolerar. El presidente Roca envi al Congreso un mensaje solicitando autorizacin para declarar el estado de sitio en la capital. Exista, argumentaba, un "estado de conmocin interna" que impeda el normal ejercicio de la autoridad y amenazaba los intereses fundamentales de la sociedad. El mensaje mezclaba las referencias a agitadores profesionales y a "elementos mal avenidos con el orden social", con el recuerdo de la revolucin del Noventa y la prediccin de "explosiones ms peligrosas an" que estaban, presuntamente, prximas a estallar. El estado de sitio fue aprobado en la madrugada del viernes 5 de julio. Quedaban prohibidas las reuniones pblicas y los diarios deban abstenerse de publicar comentarios que pudieran ser interpretados como una provocacin. Los disturbios y la represin policial haban dejado numerosos detenidos, varios heridos e incluso algunas vctimas fatales.26

La protesta se fue apagando a partir de entonces. Sorpresivamente, sin embargo, el presidente Roca comunic tan slo unos das despus que haba decidido abandonar el proyecto de unificacin de la deuda externa. El plan financiero se haba vuelto "bandera ostensible de movimientos tumultuosos y hasta criminales", explicaba, y era por lo tanto irrealizable. La determinacin de Roca sacudi a las filas del oficialismo. Pellegrini declar que aquel giro constitua una "cobarda incalificable" que lo colocaba a l, comprometido desde el inicio con la tramitacin del plan financiero, en "una posicin falsa y ridcula". Los partidarios del senador acusaban a Roca de faltar a sus deberes al dejar sin efecto la renegociacin de la deuda. Insinuaban tambin que se haba pretendido buscar un "chivo emisario" frente a la magnitud del descontento causado por la operacin.27 El asunto de la unificacin de la deuda se transform, por lo tanto, en el motivo desencadenante de un grave conflicto en el interior del PAN. Si bien, como mencionamos anteriormente, la alianza poltica entre Roca y Pellegrini no haba estado nunca exenta de tensiones, hasta ese momento ambos haban sabido manejarlas de manera de evitar una ruptura. Pero las discrepancias afloraron finalmente en julio de 1901. Volveremos sobre esta cuestin ms adelante porque tuvo importantes derivaciones. Al referirse a los acontecimientos que llevaron al fracaso de la unificacin la literatura ha sealado por lo general ese aspecto.28 En contraste, se ha reparado mucho menos en el sentido poltico contestatario que tuvo la movilizacin y en las formas beligerantes que exhibi. Ese es, precisamente, el punto que quiero subrayar aqu.

La prensa enemiga del gobierno fue la que instal ese sentido poltico en primer trmino. Los diarios aseguraban que el pas "se haba salvado en la calle" y celebraban aquel "triunfo esplndido de la soberana popular".29 Hemos visto que los peridicos opositores criticaron fuertemente la unificacin de la deuda externa, una operacin que —afirmaban— atentaba contra el honor nacional y contra la integridad del pas. Por encima de ello, sin embargo, lo que resaltaban era la supuesta incapacidad de los autores de aquel arreglo para medir "la trascendencia y la responsabilidad de sus actos, en relacin con la fortuna y los destinos presentes y futuros de la repblica".30 Y siendo as, la expresin del descontento era no slo legtima sino, an ms, necesaria. La Prensa, especialmente, convoc a un gran movimiento de protesta que obligara al gobierno a "retroceder" en sus decisiones. Y sus exhortaciones tuvieron eco. Los estudiantes enarbolaron la consigna del patriotismo herido, pero cuando la movilizacin se puso en marcha el carcter poltico de los reclamos se fue haciendo cada vez ms explcito. La solicitud firmada por los universitarios reprobaba "la voluntad sin lmites del general Roca y de sus copartcipes en el gobierno [que] juegan y negocian con la opinin y el crdito". "La eleccin popular es un recuerdo", se quejaban los jvenes, "digamos claramente que lo que queremos es combatir al gobierno actual".31 Ya en la calle, las acciones de los manifestantes reforzaron an ms ese significado. Los blancos que eligieron fueron polticos. Las reclamaciones por el convenio suscrito con los acreedores devinieron en mueras, insultos y hasta violentos ataques contra el presidente, el senador Pellegrini y los rganos que les respondan. Roca y Pellegrini aparecan ante la opinin pblica como los artfices del acuerdo financiero, pero eran adems quienes encarnaban la esencia del sistema de control poltico que las voces opositoras denunciaban. Los estudiantes (y los "grupos de pueblo" que se acoplaron a la protesta) fueron a buscarlos a sus casas, exigiendo a gritos la renuncia del presidente. Ante amigos y enemigos, la movilizacin en rechazo de la unificacin de la deuda se mostr como un desafo, como una "revolucin sin armas" contra el gobierno de Roca.32

Los reclamos a favor de la guerra con Chile

El sentido poltico impugnador que impregn la movilizacin contra la unificacin de la deuda persisti en el recuerdo de quienes fueron testigos de los acontecimientos de aquellos das. No faltaron, por otra parte, nuevas circunstancias en las que la dinmica opositora basada en las denuncias periodsticas se tradujo en demostraciones y protestas callejeras, a veces agresivas. La experiencia de lo ocurrido en el invierno de 1901 vino a reforzar el discurso de quienes instaban a que la "voluntad soberana del pueblo", burlada en los comicios, se pronunciara a travs de otros canales ms efectivos.

En diciembre de ese mismo ao 1901, el diferendo limtrofe con Chile se agrav hasta el punto de que un enfrentamiento blico pareca ahora s prximo a estallar. En ese contexto, y con el antecedente de la cuestin de la deuda externa, se exacerbaron los clamores acerca de la soberana nacional en peligro y los consiguientes reproches al gobierno. Esta vez el eje era la poltica externa, en particular la necesidad de contener el supuesto "peligro chileno". De nuevo, el periodismo asumi la voz cantante. La Prensa, especialmente, inici una campaa exigiendo la adopcin de una poltica de "mano firme" que permitiera frenar las presuntas aspiraciones expansionistas del pas vecino. El diario criticaba las que consideraba defecciones del gobierno argentino. Se opona a los acuerdos diplomticos o los arbitrajes porque, sostena, terminaban beneficiando las infundadas reclamaciones chilenas. Desde las pginas de La Prensa se lanzaban proclamas belicistas y se instaba a que la Argentina emprendiera una carrera armamentstica que la convirtiera en la potencia poltica y militar de Amrica del Sur. Pero adems, de nuevo el discurso del diario iba ms all. "La paciencia del pblico va agotndose", adverta, "el alma popular comienza a palpitar violenta e intensamente". No poda pasar mucho tiempo antes de que la "presin del patriotismo herido" se hiciera sentir en las calles.33

La campaa montada por La Prensa incluy el apoyo a la creacin de la Liga Patritica Argentina. El objetivo de esta agrupacin era estimular a los ciudadanos para que colaboraran por diversos medios (recaudacin de fondos, participacin en los ejercicios defensivos, firma de solicitudes, etc.) en la defensa de los intereses nacionales. La Liga se propona, asimismo, presionar a favor del desenvolvimiento de una poltica exterior agresiva.34 El acto inaugural se celebr el 19 de diciembre en un teatro de la capital. Estanislao Zeballos fue el principal orador. Zeballos diriga la influyente Revista de Derecho, Historia y Letras, era redactor de La Prensa,profesor universitario y representaba, en definitiva, una voz pblica destacada. Era un activo promotor de la poltica antichilena y nutra su prdica nacionalista de todo tipo de construcciones histricas y geopolticas. La conferencia que pronunci en la inauguracin de la Liga Patritica fue un compendio de los argumentos que tantas veces haba difundido desde las pginas de La Prensa, pero expuestos con un marcado tono dramtico. Realiz primero una larga enumeracin de las supuestas ofensas que Chile vena infligiendo a la Argentina desde la poca colonial. Entre aclamaciones del pblico enardecido, formul duras acusaciones contra el gobierno de Roca, porque lejos de practicar una poltica "viril y de visera alzada" se empeaba en mantener una posicin demasiado "contemplativa". Procur asimismo incitar al auditorio para que diera muestras de su patriotismo. Vehemente defensor de la carrera armamentstica, Zeballos declar "que si fuese necesario debemos dar nuestras economas y hasta nuestras joyas, para fomentar el poder naval que necesitamos a fin de garantizar nuestra victoria en el mar". Exponente por excelencia de la gravitacin que alcanzaba un nuevo nacionalismo cultural y esencialista, proclam el inminente arribo del da en que "se derrumbar la civilizacin chilena como un castillo de naipes".35

El discurso de Zeballos cre un clima de efervescencia colectiva que rpidamente se traslad a las calles. Al terminar la conferencia, ya de noche, el pblico (unos 5 000 concurrentes, segn informan las crnicas, entre los que haba al parecer numerosos estudiantes universitarios) organiz una manifestacin a la salida del teatro. Portando banderas argentinas, los manifestantes llegaron hasta la Plaza de Mayo y se congregaron para entonar el himno nacional. A continuacin, y dando gritos de "Guerra!" "Guerra!", la columna march a la casa de Roca para exigirle una respuesta.

El presidente sali a la puerta y se trep a una silla en ademn de hablar; pero durante largo rato no pudo conseguir su objeto, porque los gritos atronadores de aquella juventud entusiasta lo hacan imposible. -Basta de arreglos y de protocolos! -Basta de explicaciones y vamos de una vez a la guerra!36

Cuando finalmente pudo hacerse or, Roca les recomend "calma" y "circunspeccin", porque —dijo— "haba que guardar las energas para cuando fuera necesario golpear al que nos hostiga". Antes de dispersarse, la movilizacin se dirigi todava al edificio de La Prensa, en la Avenida de Mayo, y "llen por completo el hall,lanzando vivas a la repblica y a la patria". La demostracin concluy pasada la medianoche, pero se reiteraron otras similares los das siguientes. Grupos de manifestantes recorran las calles cntricas cantando el himno y "con la cabeza descubierta". Hubo incluso algunos "exaltados" que pretendieron atacar la embajada chilena, pero fueron atajados por un cordn policial.37

Mientras en las calles se sucedan las manifestaciones pro blicas, las diplomacias de ambos pases trabajaban para alcanzar un compromiso de ltima hora que permitiera distender la situacin. El acuerdo se dio a conocer el 25 de diciembre y, de hecho, allan el camino para una solucin ms definitiva que habra de lograrse al ao siguiente con la firma de los llamados Pactos de Mayo. Significativamente, no obstante, lejos de aplacar la agitacin callejera la noticia de la firma del arreglo indign a los jvenes que se lanzaron impetuosamente a protestar contra lo que consideraban un flagrante renunciamiento del gobierno argentino. Las nuevas manifestaciones derivaron en tumultos y reiterados choques de los manifestantes con la polica. Miles de personas, en su mayora estudiantes, ocuparon las "calles centrales" dando "vivas a la Repblica Argentina" y profiriendo "demostraciones de reprobacin al gobierno". Como ya haba ocurrido en das anteriores, el edificio de La Prensa se transform en un lugar de reunin de los manifestantes que se concentraban all para organizarse y encender los nimos entre "fogosos discursos". Pero el hall del edificio funcion tambin como refugio para los que huan de la represin policial. Los diarios reprobaron el accionar de los vigilantes que "machete en mano" arremetan contra los grupos que reclamaban en las calles. La Prensa acus a Roca de haber incentivado en un primer momento las demostraciones que luego orden reprimir.

Por qu si se aceptaron y se solicitaron sus entusiasmos cuando el gobierno necesitaba de ellos para sentirse fuerte ante la amenaza de un conflicto armado, se los sofoca ahora en una forma tan inslita y con un rigor tan desmedido?

Formul a propsito de ello una rimbombante advertencia que era, al mismo tiempo, una renovada invitacin a la protesta:

Debe el presidente convencerse de una vez por todas de que el pueblo va perdiendo la costumbre de soportar en silencio los vejmenes que a l le plazca departirle, y de que es peligroso extremar ciertos procedimientos, como es imprudente jugar con armas de fuego cuando ellas estn cargadas.38

El discurso periodstico insista, por lo tanto, en difundir la imagen de un gobierno que obraba en detrimento del inters general y que erraba sus polticas ya fuera por ineptitud, por negligencia o porque sus designios eran otros: la concentracin de poder y la proteccin de intereses particulares o "espurios", etc. Por otra parte, esa misma prdica mostraba a "la juventud estudiosa" como la contracara de los vicios que corroan a las esferas gubernamentales. Los diarios acentuaban la actitud "viril", "desinteresada" e "idealista" de los jvenes, que se erigan en los guardianes de los sentimientos patriticos y en los impulsores de la regeneracin cvica y moral que el pas demandaba. Todo indica que los estudiantes asumieron con entusiasmo ese papel que se les pretenda adjudicar. Los testimonios coinciden en sealar que "todos o casi todos los jvenes de aquel tiempo" estaban convencidos de que "Roca era el culpable, el gran culpable, acaso el nico culpable, de las calamidades que pesaban sobre este pas".39 Y actuaban en consecuencia.

Las denuncias periodsticas continuaron acumulndose durante el resto del gobierno de Roca. Las acusaciones sobre autoritarismo y arbitrariedades se hicieron cada vez ms fuertes contribuyendo a la lenta pero persistente labor de deslegitimacin poltica que llevaban adelante los diarios opositores. Los ataques de la prensa arreciaron en el ltimo tramo de la presidencia de Roca, a propsito de la definicin de quien habra de sucederlo al finalizar su mandato en 1904. Se propag entonces la idea de que Roca buscaba imponer a su sucesor y crecieron las apelaciones a favor de "una vigorosa protesta cvica" que impidiera aquella nueva afrenta contra los derechos del pueblo.

Las demostraciones contra la Convencin de Notables

El rgimen conservador tena uno de sus pilares en el control de la sucesin presidencial. El candidato del PAN surga de negociaciones y acuerdos que se tejan dentro de la elite gobernante. Luego los manejos electorales garantizaban el triunfo de esa candidatura. La definicin de la frmula oficial posea, por lo tanto, una relevancia indudable para la vida poltica nacional. Pero no era esa una instancia exenta de conflictos. Por el contrario, solan emerger pugnas y resistencias que complicaban la designacin de una candidatura consensuada. Roca haba logrado sortear esas resistencias en 1898, pero el factor determinante haba sido en aquella oportunidad el apoyo de Pellegrini. La situacin era muy distinta cinco aos despus. La enemistad surgida entre los antiguos socios haba causado una profunda divisin en el seno del partido gobernante. Pellegrini se haba distanciado del roquismo y no ocultaba sus aspiraciones presidenciales. Fue en ese contexto que surgi la idea de reunir una convencin del PAN para definir al candidato que habra de suceder a Roca en 1904. La intencin era eludir una contienda abierta y los riesgos que ello poda entraar para la unidad del partido. Pero la llamada Convencin de Notables se convirti tambin en el mbito dentro del cual Roca pudo maniobrar de tal modo de frustrar las pretensiones de su ex aliado. A travs de enredadas transacciones logr pactar con otras facciones del partido un candidato alternativo, Manuel Quintana, que apareca como un "independiente". Pellegrini perda as, una vez ms, la posibilidad de llegar a la presidencia del pas. En medio de fuertes denuncias de coacciones e imposiciones del roquismo, anunci su decisin de no participar de la convencin.40

Todos estos movimientos que se producan alrededor de la definicin de la candidatura presidencial dieron lugar a duras crticas de la prensa opositora. Los diarios desestimaron rpidamente la relevancia de las disputas entre roquistas y pellegrinistas para concentrarse, en cambio, en el "audaz atentado contra la soberana popular" que, afirmaban, se pretenda perpetrar. El "engendro" de la Convencin de Notables, explicaban, era un nuevo ardid preparado por la "casta gobernante" para delegarse el mando "en una sucesin sin trmino". Unos cuantos "saltimbanquis polticos" habran de congregarse para ratificar "el juego electoral del nico que all piensa y quiere: el presidente de la repblica". La voluntad presidencial, repetan los diarios, se hallaba "en la plenitud de su imperio", Roca se dispona a digitar la eleccin de su sucesor.41 En realidad, la necesidad en la que se encontr Roca de negociar una candidatura de compromiso para frenar las aspiraciones de Pellegrini no haca ms que evidenciar la declinacin de su influencia dentro del PAN, pero esos matices se perdan entre las encendidas argumentaciones que da a da desplegaban los editoriales periodsticos. El eje de esas argumentaciones era el atentado que el "oficialismo impdico" proyectaba consumar en perjuicio de la voluntad popular al impedir que fuera su veredicto, libremente expresado en las urnas, el que decidiera sobre la eleccin presidencial. La cruzada del periodismo contra la asamblea del PAN ocup semanas enteras hasta que, por ltimo, el da anterior a que se iniciaran las deliberaciones, La Prensa dio el paso decisivo e hizo un llamamiento explcito para "que conste en las calles pblicas la verdad de la protesta que la parodia de la convencin electoral inspira al pas".42

Para entonces ya estaba en marcha la organizacin de una "protesta de la juventud" en repudio de la Convencin de Notables. Estudiantes de la Facultad de Derecho haban emprendido un movimiento para reclamarle al presidente Roca que "en nombre de las conveniencias pblicas y de nuestra democracia, desista del propsito de querer erigirse en mentor del pueblo". Las declaraciones de los estudiantes reiteraban el tono y el contenido de las acusaciones periodsticas. Denunciaban una "conspiracin liberticida, fraguada entre las sombras palaciegas", e instaban a los ciudadanos a no tolerar

que se erijan en sus tutores y en rbitros supremos de sus destinos, los mismos a quienes la opinin independiente y sana del pas entero, indica como autores de la ruina de sus finanzas y de la corrupcin de sus instituciones.43

La Convencin de Notables deba sesionar el lunes 12 de octubre. Los das previos los estudiantes se mostraron muy activos. Publicaron en los principales diarios de la ciudad un manifiesto en el que reiteraban las imputaciones contra los "delincuentes de la poltica argentina". Informaron, asimismo, la realizacin de un mitin que habra de atestiguar el rechazo provocado por "tanto escarnio".44 La demostracin se efectu el domingo 11. "Miles de jvenes entusiastas" marcharon por el centro de la ciudad dando "gritos hostiles a la convencin y al rgimen actual". Tuvo que interponerse la polica para dispersar a los manifestantes que apedrearon la casa de Roca y la imprenta del diario El Pas. A la madrugada, haba todava algunos grupos que rondaban los hoteles donde se supona que estaban alojados los convencionales llegados de las provincias. Nuevamente fue necesaria la intervencin policial para disolverlos.45

Al da siguiente, la polica mont un importante operativo previniendo nuevos disturbios que dificultaran la realizacin de la Convencin. Una "enorme concurrencia" haba comenzado a congregarse desde temprano en las cercanas del saln donde se iba a efectuar la reunin, pero la calle estaba cerrada al trnsito, por lo que tuvieron que conformarse con "prodigar grandes silbatinas cada vez que se cercioraba de la llegada de un convencional". Las protestas recrudecieron cuando, ya por la tarde, se supo que Manuel Quintana haba sido efectivamente proclamado candidato del PAN para los comicios presidenciales. "Al enterarse el pblico del resultado, se arm la ms descomunal de las algarabas, con gritos, silbidos y mueras! y abajos! que era un contento."46 Se inici entonces la represin policial. Las fuerzas del Escuadrn de Seguridad arremetieron "sable en mano" contra la multitud. Los manifestantes resistan con piedras y bastones, al grito de "no queremos tutores". Hubo incluso disparos desde ambos lados. Grupos entre los que, segn las crnicas, predominaba "el elemento juvenil" intentaron marchar una vez ms hacia la casa del presidente Roca y luego a la del flamante candidato, Manuel Quintana, pero la polica se los impidi. Las ltimas corridas se registraron ya por la noche cuando algunos jvenes que continuaban deambulando por las calles del centro se toparon con un grupo de convencionales a los que persiguieron, insultndolos, unas cuantas cuadras. Los disturbios haban dejado numerosos lesionados y heridos, as como una considerable cantidad de detenidos.47

La Convencin de Notables haba sesionado, mientras en las calles se producan choques entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Al final de aquella jornada, lo que quedaba era la sensacin —construida y difundida por la prensa— de que se haba producido una agraviante usurpacin de la soberana popular, consumada a travs de la designacin (que luego el fraude simplemente habra de ratificar) del candidato "ungido" para suceder a Roca en la presidencia de la repblica. Los diarios se esforzaban por apuntalar la imagen de un triunfo simblico que las manifestaciones supuestamente haban conquistado. El PAN haba logrado concretar aquel "acto prohibido por la opinin" que, aseguraban, era la Convencin de Notables. Pero eso slo haba sido posible al precio de una "brutal" represin policial. La "conducta agresiva y terrorista" que haban exhibido las fuerzas de seguridad era un mal sntoma, aseguraba La Prensa. Daba cuenta del exasperado afn del gobierno por acallar "las asambleas populares y polticas que se inician contra el actual estado de cosas".48

Circul con insistencia el recuerdo de lo que haba sucedido dos aos atrs, en julio de 1901. La prensa adversa al gobierno se ocup de invocar aquel recuerdo con el propsito de actualizar la idea de que la poblacin estaba "templada" para producir "grandes explosiones populares, que hacen poca y causan escarmiento":

Recurdese cmo muri el proyecto de unificacin de los emprstitos exteriores, nufrago devorado por una grandiosa borrasca popular. Por qu el proceso deprimente de las candidaturas no habra de desprender, como solucin final, una conmocin cvica imponente de ese gnero?49

Afirmaciones de ese gnero alimentaban las acusaciones acerca de campaas desestabilizadoras orquestadas para crear "un clima de sedicin y encono contra la autoridad". Tribuna, el rgano del roquismo, adverta que la protesta "ha sido y ser siempre fuente de toda clase de perturbaciones y conflictos". Escenas como las que se haban vivido en la ciudad durante esos das "desdicen nuestra cultura y civilizacin".50 Lo que se estaba discutiendo era, en definitiva, la validez del uso poltico de la calle, la legitimidad del derecho de protesta.Civilizacin y protesta no eran trminos antagnicos en el marco del discurso opositor al rgimen. El fraude y la pretensin del PAN de monopolizar el poder desmentan, segn esto, el carcter civilizado de la poltica y constituan —en palabras de La Prensa— una "audacia provocativa de las iras de la opinin". La protesta, incluso si tomaba formas violentas, apareca en ese contexto como plenamente legtima. En las notas crticas que haban publicado los diarios (as como tambin en las acciones que luego desplegaron los manifestantes) las alternativas que haban rodeado la designacin del candidato presidencial del PAN no eran sino una muestra ms de los mecanismos a travs de los cuales el rgimen se reproduca sin habilitar la rotacin del poder. Las manifestaciones no haban podido impedir la usurpacin de la soberana popular tantas veces denunciada, pero haban servido —desde esa perspectiva— para exponer en toda su crudeza la arbitrariedad del dominio del PAN. Aquel era, sentenciaba La Nacin, el "triste y funesto eplogo" de la presidencia de Roca.51

CONCLUSIONES: UN ORDEN INSEGURO

Como todo haca suponer, la candidatura de Manuel Quintana fue la vencedora en las elecciones nacionales que se llevaron a cabo el 10 de abril de 1904. A primera vista, la "mquina roquista" pareca haber triunfado. Sin embargo, era un triunfo que pronto se iba a revelar bastante endeble. Quienes desde dentro del rgimen pugnaban por una progresiva democratizacin del mismo ganaron a partir de entonces cada vez ms influencia. Se haba ido arraigando en un sector de la elite gobernante la conviccin de que se requera poner unos usos polticos atrasados y unas prcticas electorales falseadas a la altura no slo de los preceptos constitucionales, sino tambin de los logros econmicos y sociales que Argentina haba conquistado desde 1880. Se desenvolvi a partir de entonces el ciclo de reforma, transformacin y finalmente derrota del rgimen conservador. Como se seal al comienzo de este trabajo, la reforma electoral aprobada en 1912 modific las reglas del juego, habilitando una inesperada victoria de la oposicin en los comicios presidenciales de 1916. Ese recorrido es el que la historiografa ha considerado tradicionalmente. Se ha observado la puesta en marcha de un sistema de hegemona gubernamental por parte del PAN y luego la estrategia implementada para producir una apertura gradual y controlada. La mirada que hemos denominado clsica sostiene que fueron sobre todo las contradicciones internas del rgimen las que empujaron la transformacin. La oposicin poltica presion desde afuera, pero sin poder reiterar la amenaza que en su momento haban introducido el alzamiento armado del Noventa y sus secuelas. Paradjicamente, no fueron las armas sino los votos los que en 1916, en el contexto de unas votaciones saneadas por la reforma electoral, le permitieron a la UCR el acceso al poder.52

El planteamiento que he procurado exponer aqu, basndome en las lneas abiertas por una renovacin historiogrfica que, aunque con vaivenes, ha avanzado en los ltimos aos y en los resultados de mi propia investigacin, apunta a introducir matices en la interpretacin establecida y propone nuevas perspectivas de anlisis que contribuyan a complejizar la visin que se tiene sobre la poltica en tiempos del orden conservador. La intencin ha sido explorar una serie de cuestionamientos y protestas que si bien no asumieron el carcter de revoluciones o desafos de gran amplitud y trascendencia, fueron no obstante profundizando las grietas que socavaban la legitimidad del rgimen. La figura de Julio A. Roca se convirti en el blanco principal de esos cuestionamientos porque se hallaba indisolublemente identificada con el exclusivismo poltico que ejerca el PAN. Desde ese punto de vista, la transformacin que el rgimen experiment desde adentro, animada por una faccin reformista de la propia elite gobernante, es inseparable del proceso de deslegitimacin que paralelamente se fue desarrollando en otros escenarios y mediante la intervencin de otros actores. En este artculo nos hemos concentrado en describir una dinmica opositora que se articulaba a travs de la prensa y que se exteriorizaba en las manifestaciones callejeras protagonizadas por los estudiantes universitarios.

La prensa posea una notable capacidad de implicarse polticamente con su prdica y de persuadir al pblico con sus apelaciones. La modernizacin periodstica que los diarios transitaban a principios del siglo XX no apareca como un obstculo que los inhibiera de participar en el debate poltico como formadores y movilizadores de la opinin pblica. La independencia que los diarios reivindicaban no significaba prescindencia respecto de los acontecimientos polticos, sino la ausencia de lazos que los ataran al poder y les imposibilitaran realizar la crtica sistemtica, virulenta, del proceder gubernamental. De esa manera, aquellos peridicos que lideraban la transicin hacia las formas ms modernas del periodismo, podan ser igualmente opositores acrrimos del gobierno y convertirse en actores fundamentales de la escena poltica. El ejemplo de La Prensa resulta paradigmtico en ese sentido.53 Pero adems, las denuncias periodsticas encontraron en la intervencin de los estudiantes universitarios la posibilidad de ser traducidas al lenguaje de la movilizacin callejera. Se requiere seguir indagando sobre la relacin que tenan los jvenes con los diarios a comienzos del novecientos. Es posible intuir que era una vinculacin estrecha. Los universitarios cumplieron un papel destacado en la articulacin entre las crticas de la prensa opositora y la dinmica de protesta que se desplegaba en las calles de Buenos Aires. Un testigo de las manifestaciones de julio de 1901 en rechazo a la unificacin de la deuda externa afirm en aquel momento que fueron los estudiantes quienes "llevaron los debates a la calle".54

El hecho es, por lo tanto, que en el contexto de un gobierno aparentemente fuerte y defensor de la doctrina del orden pblico, como era el de Julio A. Roca, pudo gestarse y desarrollarse una dinmica contestataria basada en las incitaciones de la prensa y en la prctica del uso de la calle para la protesta. Ms an, en un escenario dominado por el PAN y por su pretensin de acaparar el poder, en ausencia de otros partidos organizados y capaces de asumir un papel protagnico, fueron los diarios los que se abocaron a la tarea de establecer la intensidad, los temas y muchas veces las modalidades de la actividad poltica opositora.55 Ciertamente, esa actividad no alcanz a conmover en ningn momento la estabilidad del rgimen poltico, pero en contrapartida no parece desacertado concluir que ayud a que progresivamente se instalara la conviccin de que el fraude, los comicios manipulados y otros controles, lejos de garantizar el orden, estimulaban las actitudes tumultuosas de los disidentes. Cuando Carlos Pellegrini rompi con Roca, y despus de ver frustradas sus ambiciones presidenciales en 1903, se alej del PAN y dedic gran parte de sus esfuerzos a promover una reforma que eliminara el fraude para impedir de esa manera que las oposiciones se vieran arrastradas a tomar formas sediciosas y violentas. Pellegrini se convirti, a partir de entonces (y hasta su muerte en 1906), en uno de los principales impulsores de la causa de la reforma. Los sucesos de julio de 1901, las formas y los sentidos que haba revestido la protesta contra la unificacin, haban intensificado en l esa preocupacin.

Es necesario ensear a la juventud que no combaten ideas rompiendo a pedradas los vidrios de una imprenta, ni insultando impunemente a la autoridad y a los adversarios, que su accin no es digna en esa forma, en esos lugares, sino en los atrios, yendo a votar para hacer triunfar sus opiniones por medio de la nica arma legal del ciudadano.56

Para ello se requera, Pellegrini lo saba y lo expres cada vez con ms contundencia, depurar unos comicios siempre sospechados.

Sostengo, en definitiva, que la dinmica beligerantemente opositora que, en torno a los diarios y en el espacio poltico de las calles de la ciudad, se plasm hacia principios del novecientos en Buenos Aires aliment la percepcin de un orden que, como bien expres Natalio Botana, era ambivalente: "duradero sin por ello dejar de ser inseguro para quienes ejercan el control".57 En los aos siguientes las representaciones sobre la protesta callejera iban a sufrir cambios significativos. Los discursos elogiosos de la "algazara del pueblo en la calle" dejaron paso a otras miradas ms aprensivas. El impacto de la conflictividad social y obrera en una ciudad que creca y se modernizaba llev al esfuerzo oficial por regular la ocupacin del espacio pblico por parte de los grupos contestatarios.58 Esas inquietudes, y las que traa consigo la contemplacin del fenmeno de las "multitudes urbanas", se agudizaron hacia el Centenario, en 1910. Entre tanto, sin embargo, el uso de la calle para la participacin poltica se convirti en un camino transitado por quienes buscaban influir en las decisiones de los gobernantes o repudiar lo que consideraban actos despticos de unas autoridades corruptas.

El inters por reconstruir estas formas de accin poltica y de protesta popular se inscribe en el marco del esfuerzo por descomponer una visin segn la cual durante esos aos el proceso poltico estuvo dominado por la dinmica interna del rgimen, mientras que la poblacin supuestamente permaneca atrapada en la disyuntiva entre la pasiva subordinacin al orden impuesto y la resistencia violenta que surga bajo la forma de la insurreccin armada. La intencin no es componer una imagen opuesta a la de la hegemona gubernamental, que ignore o niegue los lmites que la misma impona a la participacin poltica popular. Lo que defiendo, en lugar de ello, es la relevancia de un punto de vista que muestre la variedad de modalidades, espacios y protagonistas de la vida poltica tal como esta funcionaba en el contexto de los controles y de las reglas del juego vigentes. Ese enfoque puede ayudar, confo, a una mejor comprensin del proceso de construccin y legitimacin (o no) del poder poltico durante el periodo del orden conservador.

FUENTES CONSULTADAS

Archivos

AP, CN Archivo Policial, Copiadores de notas, Buenos Aires, Argentina.

UTDT, MRNA Universidad Torcuato Di Tella, Microcopies of Records in the Nacional Archive, Coleccin Carlos Escud, Buenos Aires, Argentina.

Hemerografa

BORA. Boletn Oficial de la Repblica Argentina. Caras y Caretas.

DSCD. Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados.

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The Review of the River Plate.

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Notas:

* Quisiera agradecer la lectura y los comentarios que Hilda Sabato realiz a una primera versin de este texto, as como las crticas y sugerencias de los dictaminadores annimos.

1 Al respecto vase Sabato, "Poltica", 2007.

2 Botana, Orden, 1994. El libro fue publicado por primera vez en 1977.

3 Sobre la "naturaleza inorgnica" del PAN y la coexistencia en su interior de diversas ligas, vase Alonso,Jardines, 2010.

4 Botana, Orden, 1994. Respecto del ejercicio de los derechos polticos, conviene recordar que si bien no existan requisitos formales en trminos de educacin o ingresos, en la prctica el acto de votar era un modo de intervencin en general limitado a los ciudadanos reclutados y movilizados por las maquinarias electorales.

5 Ibid., pp. 217 y ss. Con variaciones, otros trabajos comparten un enfoque similar: Gallo, "Roquismo", 1975, y tambin, "Consolidacin", 2000; Corts, "Auge", 1995, pp. 224-233; Peck, "Presidencias", 1980; Botana, "Arco", 2005, y Rock, Construccin, 2006, pp. 277-322.

6 Esas lneas alternativas de interpretacin encontraron un estmulo fundamental en los trabajos de Hilda Sabato sobre las formas de participacin poltica popular en Buenos Aires antes de 1880. Vase SabatoPoltica, 1998. Desde una perspectiva ms amplia, es posible emparentarlas con desarrollos presentes en investigaciones referidas a otros espacios latinoamericanos. Pueden mencionarse los siguientes ejemplos: Carvalho,Bestializados, 1989, y Pamplona, Riots, 1996; las contribuciones reunidas en Arrom y OrtollRiots, 1996; en ConnaughtonPoder, 2003, y en Ronzn y ValdzFormas, 2005. Otro ejemplo reciente, y desde preocupaciones algo diferentes pero igualmente interesantes, es el de Gutirrez, Mundo, en prensa.

7 Alonso, "Reciente", 1998, p. 411.

8 Alonso, "Primavera", 1997. Sobre las tradiciones polticas porteas, vase Sabato, "Pueblo", 2009.

9 Acerca de todas estas cuestiones, vanse, entre otros, Alonso,Jardines, 2010, pp. 45-55, "Primavera", 1997, yRevolucin, 2000, pp. 198-230; Zimmermann, "Prensa", 1998; Cibotti, "Sufragio", 1995, y Yablon, "Patronage", 2003, especialmente los captulos 4 y 7.

10 Los estudios sobre manifestaciones y otras formas de uso poltico de las calles en Buenos Aires a comienzos del siglo XX son todava escasos. Este artculo y la investigacin que lo sustenta estn enfocados a profundizar en el estudio de esa temtica que ha permanecido poco explorada en comparacin, por ejemplo, con la atencin que s ha recibido para ese mismo periodo la expresin pblica de la conflictividad social y obrera. Hay excepciones sin embargo. Por ejemplo, Tato, "Contienda", 2010.

11 Tribuna, 13 de octubre de 1898. Botana, "Arco", 2005, p. 125; tambin Gallo, Carlos, 1997, p. 64.

12 Gallo, Carlos, 1997, p. 64. Pellegrini era una figura preponderante dentro y fuera del PAN. Desde el Senado, donde ocupaba una banca, influa decisivamente en la poltica del rgimen.

13 VediaComo, 1954.

14 Alonso, Jardines, 2010, p. 47; tambin SattaRegueros, 1998, pp. 32 y 33. Las cifras son elocuentes: en 1885 se impriman 25 diarios que, resalta Alonso, sumaban una circulacin total de 17 000 ejemplares por da, lo cual a su vez representa un promedio de 23 ejemplares por cada 100 habitantes. Treinta aos despus, el total del material impreso en la ciudad era, segn muestra Satta, de aproximadamente 520 000 ejemplares diarios. Ese crecimiento se apoyaba en varios factores, entre ellos, el aumento de los niveles de alfabetizacin junto con la consiguiente ampliacin del potencial pblico lector.

15 Ramos, Desencuentros, 2003, p. 100. El mitrismo (por Bartolom Mitre) haba tenido gran influencia en el escenario poltico durante las dcadas de 1860 y 1870. Desde la llegada del PAN al poder en 1880, los mitristas haban oscilado entre la impugnacin y el acuerdo con el rgimen. Hacia comienzos del novecientos, sin embargo, reorganizados bajo el nombre de Partido Republicano, buscaron adoptar una actitud inequvocamente opositora que se vio reflejada en las pginas de La Nacin. Zimmermann, "Prensa", 1998.

16 En 1896 el tiraje del diario era de 58 000 ejemplares, y en 1913 haba ascendido a 160 000 ejemplares, una parte de los cuales se distribua en el interior del pas. SattaRegueros, 1998, pp. 29-31. La Prensa era propiedad de los Paz, una de las familias ms tradicionales e importantes de Buenos Aires. Si bien no se privaba de articular un discurso poltico ni de expresar sus opiniones, el lema del diario era el de ser portavoz de la "opinin pblica" por encima de cualquier causa partidaria.

17 El Diario haba surgido a comienzos de la dcada de 1880 como el vocero de un sector rival de Roca dentro del PAN. El Tiempo, en tanto, no disimulaba sus simpatas por la causa revolucionaria del noventa ni se abstena de emplear un tono mordaz para criticar al gobierno. Marco, Historia, 2006, pp. 391 y 392, y Yablon, "Patronage", 2003, p. 197.

18 HalpernHistoria, 1962, p. 110.

19 El monto de la deuda externa argentina haba crecido de manera exorbitante durante el gobierno de Jurez Celman (1886-1890). El estallido de la crisis econmica en 1890 haba obligado a suspender los pagos, pero luego se acord con los acreedores una prrroga hasta fines de esa dcada. Sobre la tramitacin del plan de unificacin, vaser Gerchunoff, Rocchi y RossiDesorden, 2008, pp. 281-283.

20 Por ejemplo, La Prensa, 9 de junio de 1901; La Nacin, 12 de junio de 1901; El Diario, 13 de junio de 1901; El Tiempo, 2 de julio de 1901.

21 La Prensa, 9 de junio de 1901; La Nacin, 12 de junio de 1901.

22 Las demandas se vinculaban con cuestiones puntuales, pero comprendan tambin crticas ms abarcadoras referidas al contenido demasiado "profesionalista" de los planes de estudio o al carcter "oligrquico" de las estructuras de gobierno universitario. Para canalizar esos reclamos los estudiantes implementaron diversas estrategias, entre ellas las huelgas que —como ocurri en Derecho, en 1903-1904, y en Medicina, en 1905— podan llegar a paralizar las clases y que derivaron a veces en episodios de confrontacin violenta. Halpern,Historia, 1962, pp. 109-121; BuchbinderHistoria, 2005, pp. 76 y 77.

23 Los jvenes firmaron una solicitud que apareci reproducida en los principales diarios. Por ejemplo, La Prensa, 1 de julio de 1901, p. 3. El Congreso deba aprobar el convenio para darle validez legal. El Senado le otorg media sancin el 18 de junio y, a continuacin, se anunciaba su tratamiento de la Cmara de Diputados. La sesin, sin embargo, no pudo efectuarse porque antes estall la protesta en las calles.

24 La geografa de las manifestaciones se concentr en el centro poltico de la ciudad: la zona de la Plaza de Mayo y sus alrededores. Para la crnica de los eventos del 3 de julio, vase El Diario y El Tiempo, 3 de julio de 1901; La Prensa, La Nacin, Tribuna y El Pas, 4 de julio de 1901; Caras y Caretas, 6 de julio de 1901. El jefe de polica de la ciudad prepar un informe que fue ledo en el Congreso. Vase Diario de Sesiones de la Cmara de Senadores (en adelante DSCS), 4 de julio de 1901, p. 110.

25 El Tiempo, 4 de julio de 1901; La Nacin y El Pas, 5 de julio de 1901; La Prensa, 31 de julio de 1901; Caras y Caretas, 13 de julio de 1901. La prensa inglesa en Buenos Aires hizo asimismo su relato de los hechos: The Buenos Aires Herald, 4 de julio de 1901; The Review of the River Plate, 6 de julio de 1901. Informacin adicional se puede encontrar en el Archivo Policial (en adelante AP), Copiadores de notas (en adelante CN), seccin 2a, libro 67, 6 de julio de 1901, fs. 419-420; seccin 1a, libro 121, 8 de julio de 1901, fs. 438-439. Tambin en el informe del encargado de la legacin estadunidense en Buenos Aires, William P. Lord. Vase Lord al secretario de Estado John M. Jay, Buenos Aires, 11 de julio de 1901, en Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), Microcopies of Records in the Nacional Archive 69 (MRNA), rollo 35, vol. 40, diciembre 5 de 1900-julio 15 de 1902, p. 128.

26 Vase Boletn Oficial de la Repblica Argentina (BORA), 5 de julio de 1901; DSCS, 4 de julio de 1901, pp. 107-111; Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados (en adelante DSCD), 4 de julio de 1901, pp. 266-285. La informacin sobre detenidos, heridos y muertos es muy fragmentaria, y no permite reconstruir el perfil social de las vctimas. Las crnicas sealan la presencia de "otros elementos" que se sumaron a la manifestacin de los estudiantes, gente que perteneca probablemente al universo de las "calles populosas" y que fluctuaba entre la participacin y la simple curiosidad.

27 DSCS, 25 de julio de 1901, pp. 141-142. Tambin, Ramos, Memorias, 1939, p. 215; IbargurenHistoria, 1969, p. 120. En solidaridad con Pellegrini se produjeron varias renuncias en el gabinete nacional, entre ellas la del ministro de Hacienda Emilio Berduc, autor formal de proyecto de unificacin.

28 Botana, Orden, 1994, p. 224; Gallo, Carlos, 1997, pp. 68-69; Corts, "Auge", 1995, p. 204, y Gerchunoff, Rocchi y RossiDesorden, 2008, p. 283.

29 La Prensa y El Tiempo, 31 de julio de 1901; tambin La Nacin, 5 de julio de 1901. DSCD, 8 de julio de 1901, p. 288. Los diarios opositores denunciaron luego que la declaracin del estado de sitio haba sido una medida "abusiva e infundada" que el gobierno tom con el propsito de aplacar la protesta y de silenciar al periodismo. Vale la pena apuntar aqu que la prensa peridica posea en esos aos un considerable margen de maniobra en trminos de garantas otorgadas a la libertad de expresin. Las medidas de censura eran excepcionales y se verificaban, en general, en circunstancias de marcada tensin poltica. De hecho, eso fue lo que ocurri en julio de 1901. En el momento ms lgido de la protesta se orden la clausura de La Nacin, pero la disposicin fue dejada sin efecto al da siguiente.

30 La Prensa, 12 de junio de 1901.

31 La Prensa, La Nacin y El Tiempo, 2 de julio de 1901.

32 La Prensa, 31 de julio de 1901. No se registraron, por ejemplo, ataques a smbolos del capital britnico a pesar de que las inversiones y los prstamos extranjeros tenan primordialmente ese origen.

33 La Prensa, 2 y 4 de diciembre de 1901. La prdica belicista de La Prensa contrastaba con la posicin ms moderada que en esa coyuntura mostr La Nacin. El diario mitrista abogaba por una estrategia de dilogo para resolver la escalada en la disputa con Chile. Esa era, de hecho, la direccin que segua la poltica exterior de Roca, aunque sin abandonar por completo los preparativos para un potencial enfrentamiento armado.

34 Mc GeeContrarrevolucin, 2003, p. 49.

35 Fragmentos del discurso reproducidos en Ferrari, Conflicto, 1968, pp. 47-48. Vase tambin LacosteImagen,2003, pp. 332-333. Acerca de la enunciacin hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX de un nacionalismo de corte cultural y esencialista, vanse Tern, Vida, 2000, pp. 57-60, y Bertoni, "1910", 2005.

36 La Prensa, 20 de diciembre de 1901.

37 La Prensa, 20 al 24 de diciembre de 1901; Caras y Caretas, 21 de diciembre de 1901. La Prensa posea un magnfico edificio en el que adems de la redaccin y la imprenta funcionaban una biblioteca pblica, salones de conferencia, una escuela de msica, un consultorio mdico gratuito y una oficina de asesoramiento jurdico. En el hall central se ubicaban varias pizarras en las que los empleados del diario escriban las ltimas noticias para que el pblico pudiera leerlas. SattaRegueros, 1998, p. 31, y Marco, Historia, 2006, p. 416.

38 La Prensa, 27 de diciembre de 1901, y Caras y Caretas, 28 de diciembre de 1901.

39 VediaComo, 1954, p. 41.

40 Botana, Orden, 1994, pp. 225-226, y Gallo, Carlos, 1997, p. 69.

41 Vase La Prensa, La Nacin y El Tiempo, 9 al 12 de octubre de 1903.

42 La Prensa, 11 de octubre de 1903.

43 Los estudiantes iniciaron los trabajos de organizacin en el mes de julio. Vase, por ejemplo, La Prensa, 21 y 24 de julio de 1903, p. 8; La Nacin, 24 de julio de 1903, y Caras y Caretas, 8 de agosto de 1903.

44 La Prensa, 9 de octubre de 1903, y La Nacin, 11 de octubre de 1903.

45 La Prensa, La Nacin y El Pas, 12 de octubre de 1903, y Caras y Caretas, 17 de octubre de 1903. El Pas,originalmente pellegrinista, haba quedado en manos de grupos afines al roquismo luego del conflicto entre los dos lderes del PAN.

46 Caras y Caretas, 17 de octubre de 1903.

47 El Tiempo, 12 de octubre de 1903; La Prensa, La Nacin, El Pas y Tribuna, 13 de octubre de 1903. Puede verse la versin policial de los hechos en AP, CN, seccin 1a, libro 136, 12 de octubre de 1903, f. 289.

48 La Prensa, 14 y 17 de octubre de 1903.

49 La Prensa, 4 de junio de 1903.

50 Tribuna, 13 y 19 de octubre de 1903. Se buscaba remarcar el supuesto contraste entre la modernidad de Buenos Aires (la capital del pas, su vidriera frente al mundo) y la "barbarie" que se adueaba de las calles cuando se transformaban en el escenario de manifestaciones de protesta.

51 La Nacin, 10 de octubre de 1903.

52 Luego del ostracismo en el que estuvo sumergida desde fines de la dcada de 1890, la UCR se reorganiz bajo el liderazgo de Hiplito Yrigoyen y regres a la escena poltica en 1903. Los radicales intentaron una nueva y fallida rebelin armada en 1905. En 1916 Yrigoyen se convirti en presidente de la repblica.

53 La literatura ha tendido a plantear una contradiccin entre la modernizacin periodstica y la pervivencia de un modo de intervencin poltica supuestamente "faccioso" y anacrnico. Vase SattaRegueros, 1998, p. 30. Por el contrario, aqu defendemos la importancia de pensar en una prensa que era moderna y poltica a la vez.

54 Ramos, Memorias, 1939, p. 212. Los estudiantes acudan con asiduidad a las redacciones de los peridicos, y en el caso de La Prensa, especialmente, hacan un uso frecuente de las instalaciones del diario. Durante la huelga de 1904 en la Facultad de Derecho, por ejemplo, se reunieron en ms de una oportunidad en los salones del edificio para celebrar all sus asambleas. Vase La Prensa, 16 de septiembre de 1904.

55 En ese sentido, resultan por dems sugerentes las reflexiones que respecto de otro escenario (el de la ciudad de Mxico durante los aos del gobierno maderista) propuso Ariel Rodrguez Kuri para analizar la conducta opositora que en ese marco sigui el diario El Imparcial. Vase Rodrguez, "Discurso", 1991.

56 DSCS, 25 de julio de 1901, p. 143, y Gallo, Carlos, 1997, pp. 27-32.

57 Botana, Orden, 1994, p. XXIII.

58 En ese nuevo contexto se profundiz asimismo el debate sobre los alcances de la libertad de prensa, en la medida en que los peridicos anarquistas (y en menor medida socialistas) fueron percibidos como promotores de la protesta. Vase Suriano, Anarquistas, 2001, pp. 182 y 183; tambin Yabln, "Patronage", 2003, p. 222.

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