Perdonar y reconciliarse. La Iglesia catlica
argentina, el retorno de la democracia y la revisin de las violaciones a los
derechos humanos
Forgiveness and Reconciliation: The Argentinean Catholic Church, the Return of Democracy
and the Review of the Violation of Human Rights
Mariano Fabris
INFORMACIN SOBRE EL AUTOR:
Mariano Fabris. Doctor en Historia por la Universidad
Nacional de Mar del Plata, becario posdoctoral del Conicet. Docente en la
carrera de Sociologa, UNMDP. Ha publicado artculos y captulos de libros
sobre temticas de historia reciente en Argentina: "Golpes de Estado,
represin y juicios por las violaciones a los derechos humanos en la memoria de
nuestros adultos mayores" (en coautora con Marcela Ferrari), en Ferrari,
Ricci y Spinelli, Memorias de la Argentina
contempornea. La visin de los mayores, 1946-2002, Mar del Plata,
EUDEM, 2007; "La Iglesia catlica y el retorno democrtico. Un anlisis
del conflicto poltico-eclesistico en relacin a la sancin del divorcio
vincular en Argentina", Coletneas
do Nosso Tempo, vol. 7, nm. 8, Rondonpolis, Brasil, 2008; "Poniendo la casa en
orden. La crisis de Semana Santa de 1987 como crisis del discurso hegemnico
sobre la democracia", en Rinesi, Muraca y Vommaro (comps.), Si esto no es el pueblo. Hegemona,
populismo y democracia en Argentina, Buenos Aires, UNGS, 2009;
"La lite catlica y el retorno democrtico. Una aproximacin a las
estrategias episcopales frente a los cambios en el contexto poltico" en Folquer y Amenta (eds.), Sociedad,
cristianismo y poltica. Tejiendo historias locales, Tucumn, UNSTA,
2010.
ABOUT THE AUTHOR
Mariano Fabris. Ph. D. in History from the
National University of Mar
del Plata, post-doctoral Conicet grantholder. Sociology professor, UNMDP. He
has published articles and book chapters on
issues in recent history in Argentina: "Golpes de Estado, represin y
juicios por las violaciones a los derechos humanos en la memoria de nuestros
adultos mayores" (co-authored with Marcela Ferrari) in Ferrari, Ricci y Spinelli, Memorias de la Argentina contempornea.
La visin de los mayores, 1946-2002, Mar del Plata, EUDEM, 2007; "La
Iglesia catlica y el retorno democrtico. Un anlisis del conflicto poltico-
eclesistico en relacin a la sancin del divorcio vincular en Argentina", Coletneas do Nosso
Tempo, vol. 7, nm. 8, Rondonpolis, Brazil, 2008; "Poniendo la casa en orden. La crisis de
Semana Santa de 1987 como crisis del discurso hegemnico sobre la
democracia", in Rinesi, Muraca
y Vommaro (comps.), Si
esto no es el pueblo. Hegemona, populismo y democracia en Argentina,
Buenos Aires, UNGS, 2009; "La elite catlica y el retorno democrtico. Una
aproximacin a las estrategias episcopales frente a los cambios en el contexto
poltico", in Folquer y Amenta
(eds.), Sociedad, cristianismo y poltica. Tejiendo historias locales,
Tucumn, UNSTA, 2010.
Fecha
de recepcin: junio de 2011. Fecha de aceptacin: enero de 2012.
Resumen
Las
herencias de la represin estatal durante los aos de la ltima dictadura
constituyeron uno de los principales desafos para la dirigencia poltica
argentina desde el retorno democrtico. Muchas de las ideas que poblaron los
discursos polticos fueron enunciadas previamente por los obispos argentinos. Sandrine Lefranc le atribuye a la
Iglesia argentina la elaboracin de "una doctrina de la
reconciliacin", explcitamente disponible para su traduccin poltica, si
no jurdica. Esta imagen debe ser complejizada con la incorporacin de otras
voces que dentro del Episcopado plantearon una caracterizacin diferente de lo
que deba ser la reconciliacin. Estos sern los ejes a travs de los cuales se
abordarn los posicionamientos de los obispos frente a los procesos de
enjuiciamiento de militares iniciados en 1984.
Palabras clave: Derechos
humanos, perdn, reconciliacin, Iglesia catlica, jerarqua eclesistica,
democracia, Argentina.
Abstract
The
legacy of state repression during the years of the
last dictatorship posed one of the
main challenges for Argentinean political leaders after the return
to democracy. Many of the ideas included in political speeches had previously been expressed by Argentinean bishops. Sandrine Lefranc credits the Argentinean Church with drawing
up a "doctrine of reconciliation", explicitly available for its translation
into both politics and law. The complexity of this image must
be increased through the incorporation of other voices within
the episcopacy that provided a different perspective on what reconciliation
should involve. These are the main
themes that will be used to analyze the bishops'
position on the triis of the military
begun in 1984.
Key words: Human rights, forgiveness, reconciliation, catholic Church, church hierarchy, democracy, Argentina.
Cada
vez que el perdn est al servicio de una finalidad, aunque esta sea noble y
espiritual (liberacin o redencin, reconciliacin, salvacin), cada vez que
tiende a restablecer una normalidad (social, nacional, poltica, psicolgica)
mediante un trabajo de duelo, mediante alguna terapia o ecologa de la memoria,
entonces el "perdn" no es puro, ni lo es su concepto. El perdn no
es, no debera ser, ni normal, ni normativo, ni normalizante.1
Esperar
serenamente y con tranquilidad espiritual y de conciencia, el juicio de Dios y
de la Historia a mi conducta.2
Introduccin
Desde
diciembre de 1983, con la asuncin de Ral Alfonsn como presidente de la
nacin, el procesamiento judicial de los responsables de la violencia poltica
y la represin constituyeron los ejes que expresaron con mayor claridad las
relaciones entre un pasado que cada actor poltico intent moldear de acuerdo a
sus intereses y el futuro deseado para la nueva democracia. En otras palabras,
un conjunto de interpretaciones beligerantes del pasado prescribieron qu se
deba hacer con los militares responsables de las violaciones a los derechos
humanos y, al hacerlo, definieron los fundamentos de la nueva configuracin
poltica. Hubo una amplia mayora de los representantes polticos y sociales
que abogaron por algn tipo de tratamiento jurdico, aunque difirieron en sus
alcances. No faltaron los portavoces del rgimen anterior que reclamaron
reconocimiento para los militares y asimilaron cualquier intento de revisin
como la "venganza de los derrotados".
El
objetivo de este artculo es analizar cmo intervino la jerarqua catlica
argentina en esa discusin y cmo operaron en esa intervencin los conceptos de
perdn y reconciliacin. Estos principios, de fuerte contenido religioso,
fueron adoptados tambin por las principales figuras del campo poltico y
militar para explicitar una posicin frente al procesamiento judicial de los
militares. Sostenemos que la singularidad de la frmula de la reconciliacin
planteada por la Conferencia Episcopal Argentina (en adelante CEA) radic precisamente
en que la apoliticidad de origen que ofreca la doctrina catlica fue aceptada
y legitimada, al menos formalmente, por la mayora de los actores sociales y
polticos en tiempos de la recuperacin democrtica. Como ha subrayado
Bourdieu, para otro contexto, la "eficacia simblica" de la que
disponen los especialistas religiosos depende en buena medida del xito con que
se oculta el inters poltico que gua sus luchas.3Entendemos que algo de esto ocurri con
la idea de reconciliacin, en cuya legitimacin concurrieron casi todos los
actores porque a todos les brind la posibilidad de ocultar a travs de ella
sus intereses particulares.
La
insistencia de los obispos en torno a la reconciliacin asumi en toda su
expresividad los rasgos del discurso religioso sustentado en el doble sentido y
el eufemismo,4 gracias
a lo cual fue polticamente atractivo y permiti la convivencia de diferentes
lecturas de aquello que las palabras nombraban. Reconciliacin y perdn no
presentaron un significado unvoco y por ello estuvieron disponibles para ser
utilizados por todos los miembros de la CEA y tambin para respaldar diferentes
reclamos polticos. Esta lgica de intervencin, adems de remitir a la
histrica y declamada prescindencia poltica de la Iglesia, expresaba una forma
de compatibilizar esa prescindencia con momentos de lgidas discusiones
polticas, permita sobrellevar las diferencias entre los obispos y ofreca una
va de articulacin entre los siempre confusos espacios de lo religioso y lo
poltico. Dirigentes partidarios de diversa procedencia, militares y obispos
coincidieron en que el imperativo del momento era que la sociedad argentina se
reconciliase. Sin embargo, no era claro lo que implicaba esa reconciliacin, ni
su alcance, ni sus mecanismos concretos. Tampoco era evidente cmo intervena
el perdn y mucho menos si deba expresarse jurdicamente.
Desde
una perspectiva filosfica, Jaques Derrida se refiri
a estos sentidos mltiples:
El
perdn se confunde a menudo, a veces calculadamente, con temas aledaos: la
disculpa, el pesar, la amnista, la prescripcin, etc., una cantidad de
significaciones, alguna de las cuales corresponde al derecho, al derecho penal
con respecto al cual el perdn debera permanecer en principio, heterogneo e
irreductible.5
Parece
acertado sostener que la Iglesia argentina elabor "una 'doctrina de la
reconciliacin', explcitamente disponible para su traduccin poltica, si no
jurdica".6 Esta imagen, resume bastante fielmente la
actitud que asumi la institucin catlica. Sin embargo, debe ser complejizada
con la incorporacin de otras voces que dentro de la CEA plantearon una
caracterizacin diferente de lo que deba ser la reconciliacin. En las pginas
que siguen se abordarn los posicionamientos de los obispos frente a los
procesos de enjuiciamiento de militares iniciados en 1984 teniendo presente esa
tensin entre los distintos sentidos del llamado a la reconciliacin.
En
la primera parte se analiza la cuestin de la reconciliacin y el perdn en un
marco ms general, repasando el principal documento papal sobre el tema y
planteando los desafos que se abrieron para los obispos argentinos de cara a
su labor reconciliadora. Luego, se recorren los documentos episcopales para
observar la posicin adoptada por la CEA y se introducen las miradas
individuales para dar cuenta de las disputas por el sentido de la
reconciliacin cristiana. Finalmente, se abordan estas cuestiones en el ltimo
tramo del gobierno de Alfonsn.
El
anlisis de la perspectiva episcopal sobre esta cuestin se hace necesario por
tres razones. En primer lugar, porque coincidiendo con el retorno democrtico a
Argentina, el catolicismo a escala mundial se encontr reflexionando en torno a
la problemtica de la reconciliacin. En segundo lugar, porque el discurso
religioso que se perfil desde 1981 a partir de la publicacin del documento
episcopal Iglesia y comunidad nacional e hizo hincapi en la
reconciliacin, fue adoptado, aunque no en forma unvoca, por la mayora de los
dirigentes polticos. En tercer lugar, porque el procesamiento judicial de los
militares implic una relectura del pasado que no slo erosion la posicin de
las Fuerzas Armadas (en adelante FFAA) sino que tambin afect a la Iglesia,
cuyos vnculos con el gobierno militar nutrieron las crticas ms fuertes a la
labor de los obispos frente a la masacre represiva.
La reconciliacin como "poltica" de la
Iglesia catlica
En
1983 tuvo lugar el Snodo General de Obispos en el Vaticano, el sexto desde su
creacin en 1965, dedicado al tema de la reconciliacin. Entre los 221
asistentes la CEA cont con tres representantes, elegidos por sus pares en la
Asamblea Plenaria de la CEA en octubre de 1982, Juan Carlos Aramburu, Ral Primatesta y Estanislao Karlic.7 A ellos se sumaron otros
argentinos: el cardenal Eduardo Pironio, Antonio Quarracino (designado directamente por el papa) y Lucio Gera (integrante del cuerpo de peritos).8
Las
propuestas elaboradas en ese encuentro fueron recogidas por Juan Pablo II en la
exhortacin Reconciliado et paenitentia dada
a conocer en diciembre de 1984.9 Si bien este documento tuvo un eminente
carcter doctrinal, tambin convoc a una activa pastoral en un mundo en
crisis, dividido por enfrentamientos a escala internacional y afectado por una
"creciente desigualdad entre grupos, clases sociales y pases" y por
"antagonismos ideolgicos todava no apagados".10
El
documento haca mencin a "la conculcacin de los derechos fundamentales
de la persona humana" y al "uso de la tortura y de formas injustas e
ilegtimas de represin", precisamente en el momento en que la sociedad
argentina comenzaba a conocer los detalles ms truculentos de la represin
militar.11
La
exhortacin, dio un fuerte respaldo a la idea de reconciliacin que ocupaba un
lugar central en las intervenciones de los obispos argentinos y puntualiz los
principios que deban articular las acciones de los catlicos en esa direccin.
En primer trmino, sostuvo que era una condicin esencial del xito de la labor
reconciliadora en la sociedad "comenzar por ser una Iglesia reconciliada":
la
Iglesia est llamada a dar ejemplo de reconciliacin ante todo hacia dentro;
por esta razn, todos debemos esforzarnos en pacificar los nimos, moderar las
tensiones, superar las divisiones, sanar las heridas que se hayan podido abrir
entre hermanos, cuando se agudiza el contraste de las opciones en el campo de
lo opinable, buscando por el contrario, estar unidos en lo que es esencial para
la fe y para la vida cristiana, segn la antigua mxima: In dubiis libertas, in necessariis
imitas, in mnibus caritas.12
En
este aspecto la Iglesia argentina cont con la "ventaja" de haber
superado durante los aos de la dictadura los enfrentamientos que la recorran
por dentro con una cuota de represin que los militares ejercieron sobre los
sectores ms progresistas.13 De todas maneras, en torno a un tema tan
polmico como el del terrorismo de Estado era esperable la emergencia de voces
contrastantes que hicieran necesario un esfuerzo en la bsqueda de consensos
para guiar las intervenciones episcopales.
A
la hora de abordar el origen de las divisiones en las sociedades, el documento
papal realiz una diferenciacin entre los pecados personales y los pecados
sociales:
no
es legtimo ni aceptable un significado de pecado social, por
muy usual que sea hoy en algunos ambientes, que al oponer, no sin ambigedad, pecado
social y pecado personal, lleva ms o menos
inconscientemente a difuminar y casi a borrar lo personal, para
admitir nicamente culpas y responsabilidades sociales.14
Trasladada
al contexto argentino, esta idea poda ofrecer un valioso recurso para
enfrentar la compleja relacin entre las responsabilidades individuales y las
colectivas en torno a la "masacre represiva".
Una
ltima cuestin que merece destacarse tiene que ver con las condiciones
necesarias para alcanzar la reconciliacin. Segn el documento, "la
reconciliacin, para que sea plena, exige necesariamente la liberacin del
pecado, que ha de ser rechazado en sus races ms profundas".
Esta
idea fue retomada luego para afirmar que:
Al
hombre contemporneo parece que le cuesta ms que nunca reconocer los propios
errores y decidir volver sobre sus pasos para reemprender el camino despus de
haber rectificado la marcha; parece muy reacio a decir "me
arrepiento" o "lo siento"; parece rechazar instintivamente, y
con frecuencia irresistiblemente, todo lo que es penitencia en el sentido del
sacrificio aceptado y practicado para la correccin del pecado.15
El
acto esencial de esa penitencia era la contricin, o sea, un
rechazo claro y decidido del pecado cometido, junto con el propsito de no volver
a cometerlo.16
Por
los problemas abordados, por ser el resultado del Snodo General de Obispos y
por constituir una exhortacin papal, Reconciliatio
et paenitentia contaba con el respaldo
suficiente para suponer que poda constituirse en un recurso fundamental para
guiar la accin de los catlicos argentinos y su jerarqua en el nuevo contexto
poltico del pas. Las palabras del papa invitaron a una activa participacin
en la discusin poltica del momento. Sin embargo, result sumamente complejo
aplicar sus principios doctrinales como superadores de los conflictos que
cruzaban a la sociedad argentina. En este sentido, en el interior de la
jerarqua catlica argentina el significado de la reconciliacin y las
herramientas para alcanzarla, en una sociedad que comenzaba a recuperar el
protagonismo poltico, constituyeron un terreno en disputa.
Tempranamente,
y ms all de que los obispos haban alertado contra la metodologa represiva
practicada desde el Estado, la "doctrina de la reconciliacin" se
convirti en complemento y cierre armnico de las heridas infligidas por la
represin. El orden impuesto a sangre y fuego por las FFAA encontr en ella una
frmula poltica capaz de limitar las consecuencias sociales disociadoras de
los "excesos represivos". Como se podr observar en estas pginas, el
discurso institucional de la Iglesia amparado siempre en la prescindencia
poltica fue importante en la construccin y transmisin de aquella frmula.
En esta tarea, el planteo de los obispos se encontr con la descalificacin del
sistema judicial que realizaron los principales defensores del rgimen
dictatorial en nombre de una justicia superior: la de Dios o la Historia.17
El establecimiento de una posicin institucional
frente al procesamiento judicial del pasado
Cada
vez que los obispos emitieron opinin sobre la frmula a travs de la cual se
deban superar las heridas dejadas por el pasado de violencia y represin en el
cuerpo social, destacaron obviamente la pertinencia de la tradicin cristiana
y los valores que la nutran. El catolicismo deba guiar la resolucin de los
enfrentamientos que cruzaban a la sociedad argentina. As, sustentaron sobre
los valores religiosos un planteo destinado a operar en el mbito poltico.
Para los obispos era necesario:
coincidir
en un espritu y prctica de reconciliacin. Es en este punto donde el espritu
cristiano ofrece, en este momento de su historia, su aporte ms propio y
especfico. Creemos que es nuestro deber como obispos de la Iglesia apoyar con
nuestra palabra la convocatoria a una total y profunda reconciliacin nacional.18
La
idea de reconciliacin fue presentada como la nica alternativa para restituir
la unidad de la comunidad y deba fundarse "sobre la verdad, la justicia y
la libertad, impregnadas en la misericordia y en el amor".19 La verdad y la justicia fueron
nombradas pero no definidas con claridad; tampoco fueron especificados los
instrumentos necesarios o idneos para alcanzarlas. Distinto fue el tratamiento
que recibi el concepto de amor presente en los documentos episcopales, que fue
identificado con el perdn como su mxima expresin y a este como instancia
clave para lograr la reconciliacin. En el mismo sentido, a una justicia
demasiado profunda que, en la interpretacin del Episcopado, poda derivar en
hechos de mayor injusticia, se le plante como alternativa la idea de perdn.
Si bien en el documento Iglesia y comunidad nacional los
obispos afirmaron que la reconciliacin deba fundarse sobre la justicia, ya
que sera "una burla arrojar sobre la persistencia de la injusticia el
manto de una falaz reconciliacin" sostuvieron que
la
experiencia demuestra que otras fuerzas negativas, como el rencor, el odio, la
revancha e incluso la crueldad, han tomado la delantera a la justicia. Ms an,
que, en nombre de la misma justicia, se ha pecado contra ella. La experiencia
del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por s sola no es
suficiente y que, ms an, puede conducir a la negacin y al aniquilamiento de
s misma, si no se le permite a esa forma ms profunda, que es el amor, plasmar
la vida humana en sus diversas dimensiones. Necesitamos los argentinos superar
aun la misma justicia mediante la solidaridad y el amor. Necesitamos,
urgentemente, alcanzar esa forma superior del amor que es el perdn.20
As,
el perdn fue planteado como la llave maestra de la reconciliacin y oper como
un recurso eminentemente poltico destinado al logro, en el contexto de la
salida de la masacre represiva, de la unidad de la nacin a partir de la
limitacin de la justicia.21
Ahora
bien, qu implic esa idea de perdn? Se trat de un perdn condicionado a un
arrepentimiento por parte del victimario -tal como lo planteara luego la
exhortacin papal Reconciliatio et paenitentia o fue un perdn incondicional que se
otorgaba sin mediar arrepentimiento? En el contexto poltico argentino un
perdn sin arrepentimiento reforz la imagen de un perdn instrumentalizado,
alejado de la concepcin religiosa e inserto en la
lgica poltica.
En
los documentos episcopales que se dieron a conocer durante el ltimo tramo de
la dictadura y el primer ao de gobierno democrtico, las referencias de los
obispos a las condiciones bsicas para establecer el perdn apuntaron a que:
cada
uno apacige su propio espritu deponiendo el odio, tenga la valenta de
realizar una autocrtica sincera reconociendo los propios yerros, formule con
hechos la voluntad de no excluir arbitraria e injustamente a nadie el derecho a
participar en la conduccin de la cosa pblica.22
El
23 de abril de 1983 la CEA dej sentada la referencia ms clara a esas
condiciones que deban hacer posible el perdn y la reconciliacin:
La
Reconciliacin con Dios obtenida para los hombres por Jesucristo, debe ser
asumida, a travs de la historia, por cada uno de nosotros. Ello implica el
reconocimiento de los propios yerros en toda su gravedad, la detestacin de los
mismos, el propsito firme de no cometerlos ms, la reparacin del mal causado
mediante obras de penitencia y la adopcin de una conducta totalmente nueva.23
Las
decisiones que tomaron los militares en las postrimeras de su gobierno
revelaron la imposibilidad de un arrepentimiento o de una autocrtica. Dentro
de las FFAA existi un consenso irreductible en torno a la defensa de la
"lucha antisubversiva". Tan slo cinco das despus de publicado el
documento episcopal, el gobierno de facto dio a conocer el llamado "Documento
final sobre la guerra contra la subversin y el terrorismo". En l, las
FFAA ignoraron las recomendaciones que haban realizado los obispos en lo
referido a la reconciliacin, evitaron dar explicaciones y dieron por muertos a
los desaparecidos, caracterizaron las acciones represivas como actos de
servicio, aseguraron que volveran a actuar igual en similares circunstancias y
afirmaron que los "errores" cometidos quedaban "sujetos a juicio
de Dios en cada conciencia".24Para el ex dictador Jorge Videla el informe haba
sido "hecho con amor".25
La
Comisin Ejecutiva de la CEA hizo una lectura escasamente crtica de ese
informe. Los obispos que la presidan rescataron que el documento incluy
elementos positivos como la pretensin de los militares de rendir cuentas slo
ante Dios, ya que importaba "en el creyente una apelacin y un
sometimiento" a dicho juicio.26Luego, declararon que eso era insuficiente porque,
bsicamente, no existan aquellas condiciones que hacan posible el perdn,
"el reconocimiento de los yerros, su detestacin y la bsqueda de caminos
posibles de reparacin".27
Estas
expresiones llegaron despus de una dura crtica al informe realizada por el
papa Juan Pablo II a travs de un mensaje que pronunci en el Vaticano ante
miles de fieles. En esa oportunidad, Juan Pablo II sostuvo, en alusin al
documento de la Junta Militar, que la "pequea esperanza" que todava
les quedaba a los familiares de los desaparecidos en Argentina "haba sido
destrozada".28
Luego
del retorno democrtico en diciembre de 1983, los documentos episcopales
volvieron a insistir en la cuestin de la reconciliacin reiterando los pilares
sobre los cuales se deba edificar (justicia, verdad y amor), y subrayaron la
centralidad del perdn: "en las actuales circunstancias la verdadera
reconciliacin no est solamente en la verdad y la justicia, sino tambin en el
amor y el perdn".29
El
planteo de los obispos no era nuevo, pero s lo era el contexto poltico. Las
referencias al perdn impactaron de manera diferente una vez que los juicios
dejaron de ser una posibilidad remota y fueron impulsados por el gobierno
constitucional. En este marco, las referencias al perdn devolvieron la imagen
de una Iglesia comprometida en la bsqueda de frmulas para evitar el
enjuiciamiento de los militares y la profundizacin de la revisin del pasado
reciente que poda resultar inquietante para una institucin cuyas relaciones
con la cpula militar haban comenzado a ser motivo de crtica ya desde el
ltimo tramo de la dictadura.
A
partir de 1985 las referencias al perdn y la reconciliacin perdieron
presencia en los documentos episcopales. Ello no signific que el tema tuviera
menor relevancia social. Por el contrario, con el inicio de los juicios y por
lo menos hasta junio de 1987 cuando se sancion la ley de Obediencia Debida, la
revisin del pasado -con enjuiciamiento de los responsables de las violaciones
a los derechos humanos incluido, fue una preocupacin central del gobierno y
los partidos polticos.
De
todas maneras, en el documento de 1985, Consolidar la patria en la
libertad y la justicia, los obispos volvieron a proclamar la
reconciliacin y afirmaron la necesidad del arrepentimiento.30 Aunque esta referencia se incluy
en un documento general que se ocup de diferentes situaciones del acontecer
poltico, social y econmico, su mencin se vincul, seguramente, con el inicio
del juicio a los ex comandantes que ejercieron el poder poltico durante la
ltima dictadura. Probablemente los obispos hayan esperado algn tipo de
autocrtica de parte de los acusados. Pero el arrepentimiento nunca lleg y las
defensas de los militares repitieron en los estrados judiciales que slo
aceptaban el juicio de Dios y de la Historia.
Las
condenas a los ex comandantes, dadas a conocer en diciembre de 1985, no
constituyeron el eplogo de los juicios. Muy por el contrario, implicaron una
ampliacin de los procesamientos ms all de lo que el gobierno estaba dispuesto
a tolerar en funcin del resguardo de la estabilidad institucional. El gobierno
de Alfonsn busc a travs de diferentes medidas limitar los procesos
judiciales. Primero fueron las instrucciones a los fiscales en abril de 1986
para que solicitaran la absolucin de los cuadros inferiores de las FFAA.
Luego, la llamada ley de Punto Final, de diciembre de ese ao, y finalmente la
ley de reglamentacin de la obediencia debida en junio de 1987.
La
ley de Punto Final estableci que aquel militar presuntamente comprometido con
la actividad represiva que no fuese llamado a declarar en un plazo de 60 das
quedara automticamente absuelto.31 Frente a esta normativa no hubo una
referencia especial de parte de la CEA. Slo la Comisin Permanente incluy en
su mensaje navideo una referencia a la reconciliacin "entendida como
restitucin de la unidad social", y su presidente, Ral Primatesta, caracteriz a la nueva normativa aprobada por
el Congreso como una "coincidencia providencial".32
La
iniciativa del gobierno estuvo lejos de ser exitosa, ya que varios juzgados
interrumpieron el receso de verano y avanzaron en el procesamiento de los
acusados. En abril de 1987 un grupo de militares, con el apoyo pasivo de la
mayora de los oficiales, inici un levantamiento para presionar al gobierno y
lograr una solucin al tema de los juicios.33 Luego de este alzamiento militar
los obispos volvieron a manifestarse colectivamente
pidiendo la reconciliacin:
Los
obispos no podemos, sin traicionar nuestra funcin pastoral, dejar de repetir
una vez ms, que la tarea de la reconciliacin nacional sigue siendo urgente y
nos compromete a todos. Queremos acompaar con nuestro servicio pastoral a
nuestro pueblo en la bsqueda de vas y acciones ms adecuadas que conduzcan a
la pacificacin plena.34
Como
se observa, ya no se hicieron propuestas sobre las condiciones que deban
posibilitar la reconciliacin. En este momento, en medio de una coyuntura
poltica apremiante, el Episcopado pas por alto los elementos que dotaban de
una apariencia religiosa a su pedido de reconciliacin, en aras de la
legitimacin y el xito de las decisiones polticas que calmaran al frente
militar. Slo unos das despus el poder ejecutivo envi al Congreso el
proyecto de ley aprobado en junio de 1987 que presuma que los autores de
violaciones a los derechos humanos haban obrado en virtud de la obediencia
debida a sus superiores en un contexto de excepcin y coercin, por lo que no
eran procesables por los delitos cometidos.35
Los posicionamientos individuales
Un
minoritario grupo de obispos, cuyos referentes fueron Jorge Novak, Jaime de
Nevares y Miguel Hesayne, sostuvo que la pesada
herencia de muertos y desaparecidos que legaba el gobierno militar deba
resolverse primeramente en la justicia.36
Segn
De Nevares era "indispensable aplicar sanciones seversimas de acuerdo con
la justicia" como principal recurso para "reedificar el pas sobre
bases slidas y lograr la seguridad de que violaciones tan graves no se vuelvan
a repetir".37 Dejando de lado cualquier referencia a la
doctrina catlica, el obispo de Neuqun sostuvo que si haba que perdonar a los
militares, "entonces hay que abrir todas las crceles porque no debe haber
ningn criminal que haya llegado a esos extremos".38
Estos
obispos consideraron que la reconciliacin, edificada sobre el perdn
proclamado en los documentos episcopales, era el horizonte al que se deba
arribar luego de que la justicia actuara estableciendo la "verdad" de
lo ocurrido y deslindara responsabilidades. Pero nunca plantearon la
reconciliacin como una alternativa a la aplicacin de la justicia. Para De
Nevares, la reconciliacin auspiciada por la Iglesia no se basaba "en el
olvido sino en que se sepa todo lo que sucedi, sin subterfugios".39
Por
su parte, Novak, obispo de Quilines, entendi que:
La
justicia no es sinnimo de venganza, es necesaria. Y aunque el Evangelio impone
el perdn, esto no quiere decir que las cosas no deban aclararse con leyes
justas. La reconciliacin, en todo caso, tiende a dar un paso adelante en este
abismo que han abierto el odio y la violencia. La justica es uno de los puentes
en ese abismo; su nica certeza es la verdad.40
Adems,
estos obispos fueron prcticamente los nicos miembros de la CEA que
continuaron insistiendo en las condiciones que deberan hacer posible ese
perdn. Para Hesayne, obispo de Viedma, "la
verdadera reconciliacin cristiana supone reconocimiento de la culpa,
arrepentimiento, reparacin y perdn".41
Consecuentes
con sus posturas, estos obispos se opusieron a las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida. En oportunidad de declarar como testigo en una causa contra
militares acusados de violaciones a los derechos humanos, Hesayne
rechaz la normativa impulsada por el gobierno radical y sostuvo que no habra
"punto final mientras no se descubra la verdad para que la justicia pueda
actuar realmente".42 En su visin, esa justicia temida por otros
obispos como un factor perturbador de la reconciliacin, era en realidad una
"justicia medicinal".43 Esta afirmacin puso de manifiesto que la
confusin entre la esfera poltica y religiosa era compartida por casi todos
los obispos sin discriminacin de perfil ideolgico.
De
Nevares se expres en la misma direccin que Hesayne
frente a la ley de Obediencia Debida. En su visin, "la impunidad nunca
lleva a la reconciliacin", y por ello evalu la nueva ley como la
justificacin jurdica de "las presiones militares".44
Las
voces de Hesayne, Novak y De Nevares fueron
excepcionales en el conjunto de la CEA. La mayora de los obispos estuvo unida
en la bsqueda de soluciones para lo que caracterizaba como "secuelas de
la lucha antisubversiva" y centr sus propuestas en la idea de una
reconciliacin alcanzada a travs del perdn como alternativa a la justicia.
Estos obispos, inicialmente crticos de la poltica de enjuiciamiento
desarrollada por Alfonsn, colaboraron luego en la legitimacin religiosa de
las leyes de Punto Final y Obediencia Debida al valorarlas como los pasos
necesarios para la reconciliacin. Fueron quienes con ms insistencia y
precisin elaboraron una solucin poltica para los procesos judiciales,
revestida con la legitimidad que le otorgaba su pertenencia a la Iglesia. Tanto
hacia el interior como hacia el exterior de la institucin, su propuesta
pretendi sortear las crticas utilizando como ejes valores fuertemente
arraigados en la tradicin cristiana.
Los
ms activos en este sentido fueron los presidentes del Episcopado, Juan Carlos
Aramburu, arzobispo de Buenos Aires, y Ral Primatesta,
arzobispo de Crdoba, quienes de forma explcita pretendieron asumir a travs
de sus intervenciones la representacin de la institucin. Fueron secundados
por un amplio grupo de obispos que aprovech momentos especiales como Pascuas o
Navidad para incorporar en sus homilas referencias a la reconciliacin con un
contenido inseparable de la coyuntura poltica en la cual fueron formuladas. Ya
en diciembre de 1982 Aramburu sostuvo que
la
reconciliacin, buscando un bien superior, no es humillacin en venganza de
ninguna de las dos partes, sino que requiere y busca el adecuado equilibrio de
la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia y el amor.45
Ms
tarde, cuando los militares buscaron una salida a travs de la autoamnista que monseor Quarracino
alent, caracterizndola como una "ley de olvido", Aramburu, por
entonces presidente del Episcopado, llev esa propuesta a la Comisin
Permanente de la CEA para que los obispos consensuaran algn tipo de apoyo. Sin
embargo, los representantes de las diferentes provincias eclesisticas no se
pusieron de acuerdo y la Iglesia no ofreci el respaldo institucional que
esperaban los militares.
De
todas formas, varios obispos estuvieron dispuestos a ofrecer personalmente ese
respaldo. Para Aramburu las amnistas eran "buenas porque significan un
principio de acercamiento".46 El arzobispo de La Plata, Antonio Plaza, fue
un defensor entusiasta de esta iniciativa.47 No era una circunstancia
novedosa, ya que el religioso haba mostrado siempre su afinidad con las FFAA y
en especial con el general Ramn Camps, una de las principales figuras del
terrorismo de Estado. En la homila que Plaza pronunci en la misa de
celebracin del Corpus Christi en junio de 1983, hizo referencias a la polmica
cuestin de la amnista, aunque sin nombrarla explcitamente:
Perdnanos
nuestros pecados como nosotros perdonamos a nuestros hermanos que nos han
ofendido. Y pensar hermanos que hay en el mundo, que hay en nuestra patria,
nuestra sociedad, entre nosotros, quienes no queremos que se hable de perdn.
[...] Yo dira hoy a tantos hermanos nuestros que no quieren perdonar:
"Quien sea inocente que tite la primera piedra
sobre el prjimo."48
En
la misma homila, Plaza expuso las disidencias que existan en el interior de
la CEA y cmo estas alimentaban las disputas por la representacin del cuerpo
de obispos. En referencia al perdn, afirm que "la Iglesia de Jesucristo
est con esta doctrina y con estas enseanzas". Luego, rechaz las
pretensiones de otras voces: "Hoy hay muchos que hablan y dicen 'La
Iglesia'; nuestros peridicos estn llenos de ttulos que dicen: 'La Iglesia se
ha pronunciado'. No, la Iglesia se ha pronunciado en el Evangelio de
Jesucristo!"49
Con
estas actitudes, Plaza pona en entredicho los consensos trabajosamente
alcanzados por el Episcopado. En sus declaraciones y mensajes lo poltico y lo
religioso estuvieron tan confundidos y mutuamente determinados que no result
extrao que caracterizara a la amnista como un instrumento evanglico.50
De
las intervenciones de los obispos se desprende que si bien se vea con buenos
ojos el establecimiento de alguna limitacin en la revisin del pasado, no
ocurra lo mismo con la posibilidad de que fuera una decisin unilateral del
gobierno militar. En 1983, los obispos todava confiaban en la posibilidad de
que las FFAA realizaran cierta autocrtica y que, a partir de esta, la amnista
surgiera del acuerdo con los partidos polticos, contando con suficiente
consenso social. Para entender este rechazo a la decisin unilateral de las
FFAA tambin hay que tener en cuenta que no se prevea el tipo de
enjuiciamiento que se dio luego del retorno democrtico y que termin
convenciendo a la mayora de los obispos de que era necesaria una ley que
pusiera fin a los procesos judiciales seguidos contra los responsables de la
masacre represiva.
Una
vez en democracia y ante los primeros pasos dados en el enjuiciamiento de los
militares, fueron cada vez ms frecuentes las voces episcopales que alertaron
sobre los peligros que ello esconda. Para talo Di Stefano, arzobispo de San
Juan, se estaban
viendo
peligros de nuevos desencuentros, de reapertura estril de heridas. [...] Se
ven peligros de exaltacin renovada de pasiones tambin improductivas, que
desplazan los juicios serenos que exige la hora [...] Hay peligro de perimidos
revanchismos.51
De
las expresiones individuales que tempranamente reclamaron por una limitacin de
los procesos judiciales, se infiere que en la visin de muchos obispos la idea
de justicia que apareca en los documentos- de la CEA, no deba coincidir con
la justicia de los hombres. El accionar de la justicia, en palabras del obispo
auxiliar de Buenos Aires, Arnaldo Canale, ni siquiera
era indispensable ya que los catlicos podan "cubrir la justicia y la
injusticia con el amor".52 Igual de explcitas fueron las referencias de
Primatesta para quien "el perdn corresponde a
los hombres mientras que la justica queda en manos de Dios".53
De
cara al inicio del proceso judicial a los ex comandantes, la opcin por alguna
normativa que diera un cierre a la cuestin gan el apoyo de la mayora del
Episcopado. El mensaje pascual del cardenal Aramburu fue claro al respecto, al
sostener que la resurreccin de Cristo:
abre,
por decirlo as, un libro de reconciliacin a favor de los hombres. [Con] este
mtodo de pedagoga divina [...] se extingue el motivo determinante de un
delito, de una injuria o de un quebranto tico, y por consiguiente tambin el
fundamento de una querella.54
Teniendo
en cuenta la importancia de la festividad pascual en la tradicin cristiana,
que el mensaje del cardenal primado de Argentina haya incluido una referencia
tan explcita a la revisin del pasado reciente, puso de manifiesto la
preocupacin que despertaba en los obispos. Las palabras del arzobispo
parecieron configurar ms que una referencia cristiana de la reconciliacin,
una definicin jurdica de la amnista. En este marco confuso, donde la
legitimidad religiosa haca un aporte central a la poltica, no fue extrao que
Aramburu concluyera que:
Todo
conflicto, siempre en algn grado, exacerba pasiones acrecidas por el egosmo y
la soberbia y deja interiormente una secuela de sufrimiento y desgaste aun a
quien est amparado por la verdad y la justicia. Y se camina as hacia un
estado que pide punto final.55
Con
el inicio de los juicios, se reiteraron los mensajes de los obispos que
reclamaban imperiosamente la reconciliacin y el perdn. Generalmente fueron
realizados sin establecer condicionamiento alguno. Uno de los pocos obispos
exceptuando los ya mencionados Hesayne, Nevares y
Novak que sigui insistiendo en ello fue Laguna, quien sostuvo:
no
puede hablarse de perdn cuando todava no tenemos conocimiento de la verdad y
cuando no ha sido expresado ningn arrepentimiento [se refiere a la posible
sancin de una amnista], el perdn es parte fundamental del mensaje cristiano,
no hay reconciliacin sin l, pero no puede existir ms que despus de una
clara expresin de arrepentimiento, que a mi entender no ha sido de ninguna
manera expresado.56
Primatesta
nuevamente al frente de la CEA desde 1985 tambin hizo referencias al perdn
y sus condiciones. Ante un grupo de periodistas, el arzobispo de Crdoba
sostuvo que "slo la reconciliacin, con el requisito previo del
arrepentimiento, permitir superar las secuelas de la represin
antisubversiva".57 Es posible que Primatesta
no estuviera pensando en el arrepentimiento pblico de las FFAA. Al parecer, el
arzobispo hizo referencia a un arrepentimiento abstracto del conjunto de la
sociedad:
hay
que reconocer lo que uno ha errado y pensamos que en nuestra medida todos nos
hemos equivocado, debemos todos buscar el perdn, darlo y pedirlo, y mirar
hacia el futuro para construir, porque si no, estamos en una peligrosa espiral
de violencia.58
As,
volvi a insistir en la responsabilidad colectiva, aunque no para propiciar una
revisin de las actitudes de los diferentes actores frente a la dictadura, sino
ms bien como un mecanismo que en lo inmediato resultaba til para diluir la
responsabilidad institucional de las FFAA.
Luego
de la condena a los ex comandantes y ante la generalizacin de los juicios, los
obispos apoyaron en forma entusiasta la ley de Punto Final en la cual creyeron
ver la llave que permitira salir de la situacin conflictiva. Por primera vez
desde el retorno democrtico, coincidieron con la poltica gubernamental de
enjuiciamiento del pasado reciente, precisamente en el momento en que comenz a
corroerse el consenso social que la haba apoyado desde la asuncin de
Alfonsn. Para Laguna era "lcito establecer un lmite para el trmite
judicial, porque las FFAA tampoco pueden vivir permanentemente en la
zozobra".59 Por su parte, Aramburu apoy implcitamente
la ley al sostener que
prescindiendo
de la poltica, no hay duda de que un punto bsico de la misin de Cristo ha
sido reconciliar a los hombres con Dios y entre s [...] la opinin de la
Iglesia es que hay que buscar el acercamiento, el dilogo, el amor y la paz.60
Y
Primatesta sostuvo que la patria necesitaba de
"un espritu profundo de reconciliacin" y, dada la urgencia por
cerrar la cuestin, no haba espacio para las confesiones pblicas.61
Ante
el fracaso de la ley de Punto Final y las presiones militares, los obispos se
alinearon en la bsqueda de una normativa que estableciera el perdn y,
consecuentemente, aument el aislamiento del minoritario grupo de obispos que
se haba manifestado crtico de la dictadura y que continu defendiendo la
centralidad de la justicia.
Plaza
prosigui con sus reclamos, sosteniendo que "esta gente del gobierno nos
ha hecho perder tres aos, discutiendo estas cosas y maltratando a la
gente".62 No fue menos concreto monseor Medina,
vicario castrense, quien combin sabiamente las formas del discurso religioso
con los reclamos polticos al elaborar su carta pastoral de Cuaresma sobre la
"problemtica del perdn", en la cual sostuvo que era necesario no
disfrazar "la venganza con la vestimenta de la justicia". Adems,
identific al perdn como "una urgente necesidad" cuyos indicadores
eran, entre otros, "el desastroso odio, peligroso rencor, la subversin,
el terrorismo criminal, ciertas guerras [...] y la revancha vengadora".63
En
la misma direccin, monseor Alemn sostuvo que "el perdn es la condicin
fundamental de la reconciliacin entre los hombres; un mundo del que se
eliminase el perdn sera un mundo de justicia fra e irrespetuosa".64
Parece
claro que la doctrina que ofreca la tradicin cristiana en lo referente al
perdn y la falta de consensos entre los obispos argentinos dejaba un amplio
espacio para que las intervenciones individuales disputaran la representacin
de la institucin en este debate.
El cierre de una etapa: el discurso de la
reconciliacin en los ltimos meses del gobierno de alfonsn
La
veintena de oficiales de las FFAA que permanecan detenidos en 1989, en un
contexto de masivas liberaciones y desprocesamientos posteriores a la sancin
de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, represent para el gobierno
saliente un smbolo de su poltica de derechos humanos sustentada sobre la idea
de que la democracia se haba impuesto a la corporacin militar y haba fijado
hacia el futuro la certeza de que no se volvera a tolerar una experiencia como
la de la dictadura.
En
el ltimo tramo del gobierno de Alfonsn la Iglesia realiz un aporte
fundamental para la generacin del espritu reconciliador que reclamaba el perdn
como paso fundamental y que, de alguna manera, prepar a la sociedad para la
poltica de indultos que llevara a cabo Carlos Menem.
En
diciembre de 1988 los discursos de los obispos retomaron en forma insistente la
cuestin de la reconciliacin. Esta insistencia se explica por el contexto
poltico y social sumamente inestable y por el tercer levantamiento militar
desde el retorno de la democracia. El principal reclamo de los militares
rebeldes y en esto coincidan con los "leales" fue la reivindicacin
de la llamaba "lucha contra la subversin" y la sancin de una
"ley de pacificacin".65 La capacidad de presin castrense hizo mella
en un debilitado gobierno y ayud a dar forma a un giro en lo que a revisin
del pasado se refiere. Pocos das despus del levantamiento, Alfonsn sostuvo
que se poda reconocer que durante los aos setenta "hubo un hecho que fue
casi una guerra en la que era necesario recuperar la vigencia de las
instituciones de la nacin".66 En la misma direccin se manifest el ministro
de Defensa Horacio Jaunarena:
los
gobernantes de aquel entonces y los polticos no acertamos a dar la solucin
que impidiera la reproduccin del flagelo que azot a la Argentina a partir de
fines de la dcada del sesenta, violencia que subverta el Estado de derecho,
cuya perdurabilidad hubiera tornado imposible cualquier proyecto de sociedad
que hubiramos querido construir [...] Las Fuerzas Armadas se vieron ante la
circunstancia de tener que enfrentar a un enemigo de nuestra convivencia, sin
el diseo ni la adaptacin necesaria para esta emergencia. La mayor parte de la
lucha se llev cabo fuera del marco de los gobiernos constitucionales, quedando
cuestionada la legitimidad poltica y jurdica de una lucha necesaria.
Eliminaron el fenmeno, pero no evitaron el reproche.67
Estas
referencias permiten situar las intervenciones de los obispos en un contexto
relativamente novedoso en el cual incluso el gobierno, que haba sustentado en
la construccin de una frontera poltica frente al pasado sus principales
recursos de identificacin, comenz a legitimar otro tipo de lectura de ese
pasado, ms benvola frente a los militares.68
El
6 de diciembre de 1988, cuando el levantamiento militar llegaba a su fin, los
obispos de la Provincia Eclesistica de Buenos Aires dieron a conocer un
comunicado en el cual subrayaron que "la unidad nacional es imposible sin
una previa reconciliacin entre los argentinos".69 De esta forma, insistieron en el
papel crucial que la "doctrina de reconciliacin" tena en la
restitucin de una unidad perdida y legitimaron la operatividad poltica de un
concepto de races religiosas. Sostuvieron en esta oportunidad que la
reconciliacin supona "el reconocimiento de las propias culpas y el
compromiso veraz de no repetir hechos como los que provocaron tan graves
heridas".70 Este reclamo se dio frente a sucesos
generados por un grupo de militares que precisamente reivindicaron en forma
militante y como uno de sus principales rasgos identitarios
la llamada "lucha contra la subversin" y quienes, lejos de estar
dispuestos a realizar algn tipo de autocrtica, presionaron al gobierno para
lograr el reconocimiento por su tarea.
Finalmente,
el mensaje de los obispos sostuvo que no era de su "incumbencia sealar
los instrumentos jurdicos aptos en orden a lograr [la reconciliacin]",
con lo cual, si bien no definieron una frmula poltica y jurdica concreta
para alcanzarla, tampoco descartaron que la reconciliacin pudiese ser producto
de decisiones surgidas en esos mbitos.71 Lo que se pretende subrayar con estas
referencias es la estrecha imbricacin entre lo religioso y lo poltico, ya que
difcilmente se puede concebir la idea cristiana de reconciliacin a partir de
algn tipo de medida que un tercero, en este caso el Estado, imponga a las
partes enfrentadas.
El
presidente de la CEA desde 1985, Ral Primatesta,
llev la voz cantante en este periodo. A travs de conferencias y entrevistas
en los medios de comunicacin, defini la posicin de la Iglesia frente al
tema. A mediados de diciembre y luego de las deliberaciones de la Asamblea
Permanente, Primatesta brind una conferencia de
prensa que fue aprovechada por los periodistas para solicitarle definidores
sobre la idea de reconciliacin que defenda la Iglesia. El presidente de la
CEA asegur que no estaba de acuerdo con la amnista porque supona la
continuidad de la separacin entre las partes enfrentadas. Asimismo, entendi
que la pacificacin constitua "un esfuerzo por encontrar caminos para
hacer algo que borre lo anterior y permita una construccin" y,
finalmente, sostuvo que la reconciliacin "entra en el terreno absoluto de
lo que es cristiano, que es ya una comunicacin de amor, una comunicacin de
vida; significa una peticin de perdn de quien se sabe pecador. Lo que cuesta
es saberse pecador".72 Segn sus propias palabras, la Iglesia estaba
a favor de la pacificacin y la reconciliacin, pero no haba consenso para
apoyar una posible amnista. Se trat, entonces, de una propuesta que busc
articular una solucin poltica, implcita en el concepto de pacificacin, en
el marco reconciliador ofrecido por la Iglesia.
Slo
unos das despus, Primatesta dio una entrevista al
diario Clarn donde precis sus conceptos.73 En esa oportunidad insisti en
que la "amnista significa no recuerdo, no recordar, olvidar [...] pero el
olvidar o el dejar, no significa necesariamente que se conjuguen, que se busque
una concordancia".74 Por el contrario, "pacificacin importa
el reconocimiento de que no hay paz o de que la paz es muy dbil [...] Entonces
pacificacin significa usar todos los medios, todas las iniciativas, encauzar
todo hacia el logro de la paz." El paso siguiente es el de la
reconciliacin: "reconciliarse es una convergencia de los corazones que
importa abnegacin.
Importa
entonces perdn."75 Las palabras del obispo insinuaban pero no
terminaban de concretar una propuesta, por eso el periodista le pregunt si en
concreto esa idea de reconciliacin supona la liberacin de quienes estaban
detenidos por la violacin a los derechos humanos. La respuesta de Primatesta, aun siendo esquiva, dej poco espacio para la
duda, ya que si bien evit definir cules eran los caminos concretos, no dud
en que la justicia deba ser buscada en la "verdad y el amor".76
Las
concepciones que expona Primatesta fueron
compartidas por la mayora de los obispos. Ello no signific uniformidad, como
qued expuesto en el mensaje navideo de monseor Hesayne:
La
celebracin de Navidad actualmente en nuestra sociedad argentina o es una
conversin a Jesucristo y su Evangelio manifestada en la vigencia de todos los
derechos humanos, o se seguir hablando de reconciliacin y paz social
encubriendo en estas palabras ideologas nacionalistas, liberales o de
seguridad nacional. La mera palabra reconciliacin resulta, hoy por hoy,
equvoca, y debemos estar muy alerta sobre qu programa poltico se encierra en
los que la pronuncian. Los argentinos necesitamos reconocer con claridad que la
reconciliacin cristiana no es un mero acuerdo o simple alianza, o compromisos
interesados, o amnistas, o mantos de olvido, o borrn y cuenta nueva.77
Hesayne
centr su crtica en la utilizacin poltica de la reconciliacin y marc de
esta forma una distancia considerable frente a sus pares que aceptaron, aunque
no siempre en forma explcita, la utilizacin de la reconciliacin como una
herramienta poltica.
Habitualmente
los reclamos de los obispos fueron incorporados en mensajes que respetaron la
formalidad religiosa. Puede ser el caso del obispo de Ro Gallegos, Miguel
Alemn, quien, antes de las elecciones presidenciales que le daran el triunfo
a Carlos Menem, sostuvo:
hemos
de superar toda divisin y poner nuestro empeo en crear el clima apto para que
la reconciliacin sea algo verdaderamente efectivo [...] Es necesario aprender
de la historia y dejar de lado las apetencias personales y los prejuicios y
heridas que separan para trabajar con ahnco en la recuperacin de la
prosperidad y la paz que todos anhelamos.78
En
otros casos, los reclamos fueron ms explcitos. Intervenciones de Desiderio Collino, obispo de Lomas de Zamora, y de Antonio Quarracino hacia el final del gobierno radical, hicieron
evidente la perdurabilidad de discursos episcopales reactivos al procesamiento
judicial del pasado, que fueron reactualizados en un contexto poltico en el
cual las ilusiones democrticas asociadas a la defensa de los derechos humanos
dejaron de ser el eje articulador del activismo ciudadano.
En
mayo de 1989, la emisora Radio Vaticana entrevist a Desiderio Collino y lo consult sobre los juicios a los militares. Su
respuesta fue: "dejemos el pasado. La cuestin ha sido suficientemente
tratada en los seis aos de gobierno constitucional. Ahora debemos mirar hacia
delante". Despus agreg que no deba olvidarse
que
los juicios a los militares no se relacionan solamente con la violacin a los
derechos humanos o los excesos en la represin; hay tambin -y lo debemos
reconocer honestamente un juicio ideolgico por parte de aquellos que en el
pasado fueron objeto de la represin. Existe, pues, un desencuentro ideolgico.
He aqu el porqu de nuestra insistencia sobre la necesidad del perdn y la
reconciliacin.79
Finalmente,
das antes de la asuncin de Carlos Menem, el vicepresidente de la CEA y
arzobispo de La Plata, monseor Quarracino, volvi
sobre una de sus expresiones ms polmicas cuando record que en 1982 haba
sostenido la necesidad de una "ley de olvido", agregando que
"todo el mundo hablaba de reconciliacin, pero hay que buscar un
instrumento apto para esa reconciliacin". Asegur que si Menem dictaba un
indulto o amnista "para cerrar definitivamente el tema [...] lo apruebo
totalmente".80
En
las palabras de Quarracino lo religioso haba cedido
su lugar abiertamente a las consideraciones polticas. Sin siquiera recurrir a
algn eufemismo el arzobispo dio cuenta del sentido poltico de los discursos
reconciliadores que haban acompaado las intervenciones episcopales desde
1983.
Consideraciones finales
En
el inestable contexto poltico argentino del retorno democrtico, prevaleci la
imagen de una Iglesia cmplice de los militares que haban llevado adelante la
masacre represiva. Numerosas voces recordaron que los militares golpistas se
haban dicho inspirados en los valores catlicos. Muchos menos estuvieron
dispuestos a reconocer que en 1981 los polticos proclamaron el inicio de la
transicin en el marco de la reconciliacin propiciada por la Iglesia.
En
buena medida, esta imagen de complicidad se consolid a partir de la posicin
asumida por los obispos frente a los juicios iniciados a los militares
responsables de la planificacin y ejecucin del terrorismo estatal. Si en los
principales documentos colectivos dados a conocer a partir de 1981 prevaleci
la idea de la reconciliacin como construccin consensuada entre los diversos
actores lo que implicara gestos de acercamiento, arrepentimiento y perdn
entre las partes, con el inicio de los juicios la propuesta decant, a travs
de las intervenciones individuales de los obispos, en un reclamo directo de
establecimiento legal de un cierre. La reconciliacin ya no fue el punto de
llegada de un proceso de reencuentros sino el imperativo de una convulsionada
coyuntura poltica.
Es
posible observar la consigna de la reconciliacin y el perdn como el elemento
de consenso en torno al cual se agruparon todos los obispos. Ahora bien, si
esta consigna constituy el consenso mnimo, por debajo, diferencias polticas
determinaron diferentes alineaciones dentro y fuera del campo religioso. No
poda existir un significado unvoco de la reconciliacin cuando obispos como
Novak o De Nevares participaban de las marchas organizadas por los organismos
defensores de los derechos humanos y otros, como Medina o Quarracino,
visitaban a los ex comandantes detenidos. Son aquella unidad y estas
diferencias las que sustentaban el funcionamiento de una institucin como la
CEA.
De
esta forma, quienes ms comprometidos haban estado con el rgimen militar
sostuvieron que un perdn incondicional, que se otorgaba sin mediar
arrepentimiento por parte de los acusados, era la herramienta privilegiada para
cerrar el pasado y reconstituir la unidad fragmentada por la represin sobre la
base del olvido. Quienes se haban opuesto a la ltima dictadura defendieron
una concepcin condicionada del perdn que obligaba a revisar el pasado, que no
cerraba arbitrariamente las heridas sino que lo proyectaba como un horizonte a
construir sobre su memoria, que mantena las alteridades, ahora resumidas en
las figuras del culpable y la vctima y que, como plantearon algunos pocos
obispos, nada tena que ver con la tareas de la justicia penal. En definitiva,
un conjunto de condiciones que en el contexto argentino de entonces no fue
posible establecer.
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durante el juicio a los ex comandantes, Clarn, 18 de octubre
de 1985, p. 5.
3 Bourdieu,
"Gnesis", 2006, p. 59. No fue extrao que en los mencionados juicios
referentes militares hayan hablado de la reconciliacin al mismo tiempo que
reivindicaban la masacre represiva.
4 Ibid., p.
151.
5 Derrida, Siglo, 2003, pp. 7-8.
6 Lefranc, Polticas, 2004, p. 166.
7 Boletn
AICA, 6 de enero de 1983, p. 2. Juan
Carlos Aramburu naci en Reduccin, provincia de Crdoba, en 1912, fue ordenado
sacerdote en 1934 y obispo en 1946. Obispo de Tucumn a partir de 1953, fue
promovido a arzobispo de Tucumn en 1957. Fue trasladado a Buenos Aires y
nombrado coadjutor con derecho a sucesin en 1967. Arzobispo de Buenos Aires
desde 1975, fue creado cardenal por Pablo vi en 1976. Ocup la presidencia de
la CEA entre 1982 y 1985. Ral Primatesta naci en
Capilla del Seor, provincia de Buenos Aires, en 1919, fue ordenado sacerdote
en 1942 y obispo auxiliar de La Plata en 1957. En 1961 fue nombrado obispo de
San Rafael y fue promovido a arzobispo de Crdoba en 1965. En 1973 fue creado
cardenal por el papa Pablo VI. Ocupo la presidencia de la CEA entre 1976 y 1982
y entre 1985 y 1990. Estanislao Karlic naci en
Oliva, provincia de Crdoba, en 1926, fue ordenado sacerdote en 1954 y obispo
auxiliar de Crdoba en 1977. Fue promovido a arzobispo coadjutor con derecho a
sucesin y administrador apostlico de Paran en 1983. Asumi como arzobispo de
Paran en 1986. Entre 1987 y 1990 se desempe como vicepresidente de la CEA.
Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de agosto de 1982, pp. 27,
32 y 36, y Agencia, Gua, 1992, pp. 169, 180 y 188.
8 Ibid., 6 de enero de
1983, Buenos Aires, p. 2. Eduardo Pironio naci en
Nueve de Julio, provincia de Buenos Aires, en 1920, fue ordenado sacerdote en
1943, obispo auxiliar de La Plata en 1964. En 1972 fue trasladado como obispo
titular a Mar del Plata. Fue creado cardenal en 1976 y designado presidente del
Consejo Pontificio para los Laicos en 1984. Antonio Quarracino
naci en Pollica de Salerno, Italia, en 1923, fue
ordenado sacerdote en 1945 y obispo de Nueve de Julio en 1962. Fue trasladado
como obispo titular a Avellaneda y promovido a arzobispo de La Plata en 1985.
Fue secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano entre 1978 y 1982
y presidente entre 1983 y 1987. Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de
agosto de 1982, pp. 35-36, y Agencia,Gua, 1992,
p. 188. El sacerdote Lucio Gera fue uno de los
telogos argentinos ms importantes de las ltimas dcadas. Representante de la
denominada corriente "culturalista" fue decano de la Facultad de
Teologa de la Universidad Catlica Argentina en dos oportunidades (1965-1969 y
1979-1985). Su influencia qued plasmada en documentos episcopales y fue perito
en las reuniones del Consejo Episcopal Latinoamericano.
9 "Exhortacin
apostlica de Juan Pablo II Reconliatio
et paenitentia", Boletn de la Arquidicesis de ha Plata,abril de 1985, pp. 13-65.
10 lbid., p. 13.
11 lbid., p.
14.
12 Ibid., "En lo
dudoso libertad, en lo esencial unidad; en todo caridad".
13 El
catolicismo argentino no escap a la represin ejercida desde el Estado a
partir del golpe militar de 1976. Los grupos laicales que desde los aos
sesenta haban asumido posiciones polticas comprometidas o se haban acercado
a los grupos polticos ms radicalizados -particularmente los provenientes de
la tendencia revolucionaria del peronismo- fueron los ms afectados. La
poltica represiva incluy el asesinato y la desaparicin de laicos, religiosos
e incluso del obispo de la Rioja Enrique Angelelli. Al
respecto vase Mignone,Iglesia, 1986,
y Verbitsky, Doble, 2006.
14 "Exhortacin
apostlica de Juan Pablo II Reconcdiatio
et paenitentia", Boletn de la Arquidicesis de
La Plata,abril
de 1985, pp. 31-32.
15 Ibid., p. 47.
16 Ibid., p.
57.
17 Lefranc, Polticas, 2004, p. 107.
18 Conferencia, Iglesia, 1981,
p. 72.
19 Ibid.,p. 16.
20 Ibid. El documento Iglesia
y comunidad nacional fue dado a conocer en mayo de 1981 y tuvo una
trascendencia mayor que la habitualmente alcanzada por los mensajes
episcopales. Seguramente, el contexto poltico colabor para que no pasara
inadvertido. Por aquellos das, el general Viola gobernaba el pas en medio de
una profunda crisis econmica y los partidos polticos se agrupaban en la
llamada Mulri-parridaria. En un clima de renue apertura poltica y de cierra disrensin
del celo represor, los obispos expresaron en Iglesia y comunidad
nacional su aval a la reinstitucionalizacin democrtica. Los partidos
polticos se hicieron eco de esta posicin y encontraron en este documento un
recurso para dar legitimidad a sus reclamos. Vase Mulriparridaria, Propuesta, 1982.
21 En
la conceptualizacin de la represin ilegal como masacre o exterminio
planificado seguimos a Hugo Vezzetti, quien utiliza
estos conceptos distinguindolos de genocidio. Segn el autor, mientras
"en las masacres las vctimas son elegidas por lo que hacen o piensan (o
por lo que se cree que piensan y lo que se teme que puedan hacer), la lgica
del exterminio genocida es que la vctima es elegida slo por lo que es sin
ninguna posibilidad de elegir o actuar para evitar su destino", Vezzetti, Pasado, 2002, p. 159. Los
conceptos de masacre o exterminio permiren
"destacar la significacin poltica de la rragedia de los desaparecidos y evirar que en la figura del genocidio la
suerte de las vctimas quede asimilada a la de un grupo iden-titario
situado al margen de la lucha poltica", ibid., p.
163- Cursivas del auror.
22 Conferencia, Camino, 1982,
p. 7.
23 "En
la hora actual del pas", San Miguel, 23 de abril de 1983, en Conferencia, Documentos, 1988,
t. XI, p. 94.
24 En
el documento, las FFAA sostuvieron: "se cometieron errores que como sucede
en todo conflicto blico, pudieron traspasar, a veces, los lmites del respeto
a los derechos humanos, y que quedan sujetos al juicio de Dios [...] Debe
quedar definitivamente claro que quienes figuran en nminas de desaparecidos y
que no se encuentran exiliados o en la clandestinidad, a los efectos jurdicos
y administrativos se consideran muertos",Clarn, 29 de abril de 1983, p.
2.
25 Ibid., 30 de abril de
1983, p. 6.
26 Ibid., 6 de
mayo de 1983, p. 3.
27 ibid.
28 Ibid., 5 de mayo de
1983, p. 3.
29 "Democracia,
responsabilidad y esperanza", San Miguel, 13 de abril de 1984, en
Conferencia, Documentos,1989,
t. XII, pp. 86-87.
30 "Consolidar
la patria en la libertad y la justicia", San Miguel, 11 de mayo de 1985,
en ibid., t. XIII, p. 47.
31 "Ley
23.492", 1986, en Anales, 1987, t. XLVII-A, p. 193.
32 Clarn, 19 de diciembre de 1986, Buenos Aires, p. 8.
33 Fabris, "Poniendo", 2009.
34 "Iglesia
en Argentina Levntate!", San Miguel, 2 de mayo de 1987, en Conferencia, Documentos, 1989,
t. XIV, p. 139.
35 El
proyecto result en la sancin de la ley de Obediencia debida, "Ley
23.521", 1987, en Anales, 1987, t. XLVII-B, pp.
1548-1549.
36 Miguel
Esteban Hesayne naci en Azul, provincia de Buenos
Aires, en 1922. Fue ordenado sacerdote en 1948 y obispo de Viedma en 1975.
Jorge Novak naci en San Miguel, provincia de Buenos Aires, en 1928. Fue
ordenado sacerdote en 1954 y obispo de Quilmes en 1976. Jaime de Nevares naci
en Buenos Aires en 1915. Fue ordenado sacerdote en 1951 y obispo de Neuqun en
1961. Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de agosto de 1982,
pp. 30, 32 y 34, y Agencia, Gua, 1992, pp. 174, 179 y 186.
37 Clarn, 19 de abril de 1983, p. 4.
38 Esqui Color, 22 de
julio de 1984, p. 16.
39 Clarn, 6 de junio de 1984, p. 16.
40 Ibid., 23 de diciembre
de 1984, p. 4.
41 Boletn
AICA, 12 de marzo de 1987, p. 10. Este
discurso no tuvo repercusin entre los militares ni entre los sectores afines.
Por eso la titular de Familiares y Amigos de Muertos por la Subversin
-asociacin surgida en el mbito militar para contrarrestar el discutso de las entidades defensoras de los derechos
humanos-, Hebe Solari de Berdina, luego de la condena
a los ex comandantes sostuvo que la institucin que representaba no propiciaba
"ninguna ley de amnista, porque amnistiar es perdonar y mucho menos
acusar a las FFAA de no haber cumplido con su rol especfico que era combatir a
la subversin", Clarn, 12 de diciembre de 1985, Buenos
Aires, p. 6.
42 Clarn, 17 de febrero de 1987, Buenos Aires, p.4.
43 Ibid.
44 Ibid., 7 de junio de
1987, Buenos Aires, p. 4.
45 Ibid., 26 de diciembre
de 1982, Buenos Aires, p.2.
46 Ibid., 18 de marzo de
1983, Buenos Aires, p.7.
47 Antonio
Plaza naci en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, en 1909- Fue ordenado
sacerdote en 1934 y obispo auxiliar de Azul en 1950. En 1955 fue promovido a
arzobispo de La Plata. Se retir en diciembre de 1985 y falleci en agosto de
1987. Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de agosto de 1982,
p. 35.
48 Boletn
de la Arquidicesis de ha Plata, julio-agosto de 1983, p. 163.
49 Ibid., p. 164.
50 Clarn, 19 de agosto de 1983, p. 6.
51 Boletn
AICA, 5 de enero de 1984, pp. 4-5.
talo Di Stefano naci en Llamb Campbell, provincia
de Santa Fe, en 1923. Fue ordenado sacerdote en 1946 y obispo de Roque Senz
Pea en 1963. En 1980 fue promovido a arzobispo de San Juan. Datos obtenidos de Boletn
AICA, 26 de agosto de 1982, p. 30, y Agencia, Gua, 1992,
p. 175.
52 Clarn, 13 de mayo de 1984, p. 7. Arnaldo Canale naci en Buenos Aires en 1925. Fue ordenado
sacerdote en 1952 y obispo auxiliar de Buenos Aires en 1977. Datos obtenidos de Boletn
AICA, 26 de agosto de 1982, p. 30.
53 Clarn, 6 de abril de 1985, p. 9.
54 Ibid., 1 de
abril de 1985, p. 34.
55 Ibid.
56 Ibid., 9 de abril de
1985, p. 7. Los posiciona-mientos de Laguna
estuvieron condicionados por los del propio gobierno de quien era unos de los
pocos defensores dentro del Episcopado. Por ello no result extrao que en diciembre
de 1986 haya respaldado la decisin del gobierno de enviar al Congreso el
proyecto de Punto Final. Justo Laguna naci en Buenos Aires en 1929. Fue
ordenado sacerdote en 1954 y obispo auxiliar de San Isidro en 1975. En 1980 fue
trasladado como obispo titular a Morn. Daros obtenidos de Boletn
AICA, 26 de agosto de 1982, p. 32, y Agencia, Gua, 1992,
p. 180.
57 Clarn, 17 de noviembre de 1985, p. 2.
58 Ibid.
59 Ibid., 3 de diciembre
de 1986, p. 7.
60 Ibid., 15 de diciembre
de 1986, p. 11.
61 Ibid., 17 de diciembre
de 1986, p. 4.
62 Ibid., 4 de
marzo de 1987, p. 4.
63 Ibid., 10 de marzo de
1987, p. 4. Jos Medina naci en Buenos Aires en 1916. Fue ordenado sacerdote
en 1939 y obispo auxiliar de Mendoza en 1962. En 1965 fue trasladado como
obispo titular a Jujuy. Entre 1982 y 1990 se desempe como vicario castrense.
Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de agosto de 1982, p. 34.
64 Clarn, 26 de mayo de 1987, p. 17. Miguel Angel Alemn naci en Buenos Aires en 1922. Fue ordenado
sacerdote en 1950 y obispo en 1968. Este mismo ao fue nombrado administrador
apostlico de Viedma y en 1975 fue trasladado como obispo titular de Ro
Gallegos. Datos obtenidos de Boletn AICA, 26 de agosto de
1982, p. 27.
65 Chumbita, Carapintadas, 1990, p. 112.
66 Clarn, 7 de diciembre de 1988, p. 6.
67 Ibid., 18 de diciembre
de 1988, p. 2.
68 Gerardo
Aboy Caries entiende por frontera poltica "el
proceso mtico de constitucin de una abrupta diferencia respecto del pasado,
la conformacin de una identidad que deviene hegemnica y que establece una
radical discontinuidad con la objetividad dominante, con la sedimentacin
preexistente materializada en las identidades polticas vigentes". Se
trata del "planteamiento de una escisin temporal que contrasta dos
espacialidades diferentes. La demonizacin de un pasado, que se requiere an
visible y presente, frente a la construccin de un futuro venturoso que aparece
como la contracara vis vis de ese pasado que se pretende
dejar atrs", Aboy, Dos, 2001,
pp. 169-170.
69 Boletn
AICA, 8 de diciembre de 1988, p. 4.
70 Ibid.
71 Ibid.
72 Ibid., 22 de
diciembre de 1988, p. 4.
73 Clarn, 18 de diciembre de 1988, p. 20.
74 Ibid.
75 ibid.
76 Ibid.
77 Boletn
AICA, 5 de enero de 1989, p. 28.
78 Ibid., 18 de mayo de
1989, p. 14.
79 Ibid., 25 de mayo de
1989, p. 3. Desiderio Collino naci en Firmat, provincia de Santa Fe, en 1926. Fue ordenado
sacerdote en 1953 y obispo auxiliar de Rosario en 1972. En este mismo ao fue
trasladado como obispo titular de Lomas de Zamora. Datos obtenidos en Boletn
AICA, 26 de agosto de 1982, p. 30, y Agencia,Gua, 1992, p. 174.
80 Clarn, 28 de junio de 1989, p. 2.
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