Prensa y sociedad en las dcadas revolucionarias
(1910-1940)
Press
and Society in the Revolutionary Decades (1910-1940)
Ana Mara Serna Rodrguez
INFORMACIN SOBRE LA AUTORA:
Ana Mara Serna Rodrguez. Profesora-investigadora del Instituto Mora,
inscrita al Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Doctora en Historia de
Amrica Latina por la Universidad de Chicago. Especialista en historia social y
en temas relacionados con la revolucin mexicana como la historia del petrleo,
los extranjeros en Mxico y el periodismo. Sus publicaciones ms recientes son:
Estudio introductorio de la obra: La justicia durante elporfiriato y la revolucin 1898-1914, Suprema
Corte de Justicia de la Nacin, Mxico, 2010; "Periodistas mexicanos:
voceros de la nueva Doctrina Monroe", Mexican
Studies/Estudios Mexicanos, University of California/UNAM, vol. 26, num.
2, 2010, pp. 207-235; Manuel Pelez y la vida rural en la Faja de Oro.
Petrleo, revolucin y sociedad en el norte de Veracruz, 1910-1928, Instituto
Mora, Mxico, 2008.
ABOUT THE AUTHOR:
Ana Mara Serna Rodrguez. Professor-researcher
at the Instituto Mora. National
Researcher Level I in the National System
of Researchers. Ph. D. in Latin American History from the University
of Chicago. Specialist in social history
and issues related to the Mexican Revolution
such as the history of oil, foreigners in Mexico and journalism. Her most recent publications
include: Introductory study of the work: La
justicia durante el porfiriato y la revolucin
1898-1914, Suprema Corte de Justicia de la Nacin, Mexico,
2010; "Periodistas mexicanos: voceros de la nueva Doctrina Monroe", Mexican Studies/Estudios
Mexicanos, University of California/UNAM,
vol. 26, no. 2, 2010, pp. 207-235; Manuel Pelez y la vida rural en la
Faja de Oro. Petrleo, revolucin y sociedad en el norte de Veracruz, 19101928, Instituto
Mora, Mxico, 2008.
Fecha de recepcin: diciembre de 2011; Fecha
de aceptacin: diciembre de 2012.
Resumen
El
artculo aporta una visin panormica de la historia del periodismo en las
dcadas revolucionarias, considerando el vnculo entre el quehacer periodstico
y la sociedad. Se pretende aqu un acercamiento a las diferentes actitudes que
cada uno de los gobiernos revolucionarios manifestaron hacia la prensa, los
periodistas y la libertad de expresin. Como parte de una investigacin ms
amplia sobre el tema, esta revisin propone que la esfera pblica mexicana se
fortaleci entre 1910 y 1940 debido a la fuerza que tom la idea de la libertad
de imprenta y expresin, a la fuerza poltica adquirida por los periodistas
revolucionarios y a causa tambin de la debilidad del Estado.
Palabras clave: Revolucin;
prensa; periodismo; sociedad; esfera pblica; libertad de expresin; libertad
de imprenta.
Abstract
The
article provides an overview of the history of journalism in the revolutionary decades, tracing the link between journalism and society. The aim
here is to explore the different attitudes
expressed by each of the revolutionary
governments towards the press, journalists
and freedom of expression.
As part of a wider research project on the topic,
this review suggests that the
Mexican public sphere was strengthened
between 1910 and 1940 due
to the force acquired by the
idea of freedom of the press and expression, the political strength
acquired by revolutionary journalists and the weakness of the state.
Key words: Revolution; press; journalism; society; public sphere; freedom of expression; freedom of the press.
Aires de cambio
En
1936 un grupo de trabajadores del peridico ha Prensa denunci
ante el presidente Lzaro Crdenas la eleccin espuria de un individuo de
nombre Geo W. Glass para liderar la cooperativa del
diario a la cual pertenecan. Este personaje de apellido anglosajn, se apoder
de la cabeza de la estructura organizational de esta
publicacin valindose de procedimientos ilegtimos y tom control de la direccin
del peridico. Su propsito —acusaban los cooperativistas— era
convertir al peridico en vocero del fascismo.1
Mltiples
alegatos de trabajadores agremiados a lo largo del pas acompaaron la peticin
de apoyo que los cooperativistas enviaron a Crdenas para rescatar a su diario
de las garras del enemigo.2 Haba que impedir —decan— que
las columnas de la prensa diaria se utilizaran para atacar las conquistas de la
revolucin. Este conflicto, que no se resolvera fcilmente, lleva la marca de
aquellos tiempos y la impronta de los efectos de la revolucin de 1910. Mucho
haba cambiado desde el porfiriato.3 El peridico La Prensa, igual
que Exclsior y otras empresas de diversos ramos industriales,
estaba en manos de trabajadores organizados en cooperativas. Esto por s solo
era una novedad revolucionaria. Los antiguos empleados eran ahora dueos de su
fuente de trabajo y se repartan los beneficios que esta produca. En tiempos
de don Porfirio esta realidad slo habra sido una utopa propia de unos
cuantos pensadores de vanguardia.
Como
muestra este caso, los propietarios de un peridico, miembros de la clase trabajadora,
haban adquirido una enorme capacidad para movilizar a otros actores partcipes
del movimiento obrero organizado, que en los aos treinta vivi una gran
efervescencia y logr una fortaleza indita. Ms an, este ejemplo evidencia
que los trabadores dueos de un diario popular estaban en una posicin lo
suficientemente fuerte como para cabildear con el presidente de la repblica.
Su dilogo con el primer mandatario se sustentaba, en buena parte, en la
seguridad de que seran escuchados, ya que la legitimidad del gobierno
cardenista se sostena en la disposicin del general michoacano para prestar
odos a las demandas de los trabajadores. Esta actitud lo situaba en el extremo
opuesto a las prcticas autoritarias y represivas de Daz.
El
conflicto entre los cooperativistas de La Prensa demuestra
tambin que, tras el paso de la revolucin bolchevique, la primera guerra
mundial y la radicalizacin del discurso obrero, el nivel de conciencia
poltica de ciertos sectores politizados de las clases populares (sobre todo
los trabajadores sindicalizados y algunos miembros de ligas campesinas
radicales) se haba elevado hasta el plano internacional.4 La prensa mexicana y los
trabajadores que le daban vida, vislumbraban la divisin del mundo que marcara
a la segunda guerra mundial y tomaban partido. Esto ya haba sucedido en el
mbito de la primera conflagracin de 1914, cuando los diarios mexicanos se
dividieron conforme a la polarizacin del momento entre quienes manifestaban un
sentimiento germanfilo o la defensa de los aliados.
Hacia
fines de los treinta el presidente Lzaro Crdenas haba llevado la revolucin
a un climax con resoluciones sociales que cerraban el
crculo abierto por la Constitucin de 1917 para paliar los males que haban
causado la crisis de 1910. Crdenas encabezaba en Mxico la lucha contra el
fascismo. Sin embargo, la radicalizacin del rgimen y la lucha ideolgica
antifascista no se tradujeron en una cacera de brujas. En esto, tambin, el
cardenismo marcaba una diferencia con las prcticas polticas del porfiriato. Atendi con cuidado las quejas de los
cooperativistas de La Prensa que comulgaban con su ideologa,
sin embargo, los peridicos de derecha comoOmega, enemigos
acrrimos del rgimen, no fueron acallados durante su gestin. Las crticas a
su gobierno proliferaron en las pginas de los diarios y la sociedad opositora
pudo expresar su descontento con el Estado.
Nemesio
Garca Naranjo, una importante figura pblica en las letras, el periodismo y la
tribuna mexicanos de la primera mitad del siglo XX, narr en sus Memorias, publicadas
en diez tomos, una reflexin sobre su relacin con el poder como periodista
opositor a la revolucin que retrata muy bien el tejido poltico de este
periodo:
Viv
fuera de Mxico durante 28 aos, y creo que con la excepcin del general
Leonardo Mrquez, el doctor Aureliano Urrutia y el licenciado Rodolfo Reyes,
ningn otro mexicano puede jactarse de un rcord tan largo de destierros.
Por
qu se fue ms riguroso conmigo que con mis compaeros del
"Cuadriltero" y los dems derrotados de 1914? La respuesta es obvia:
a fines de 1912 y a principios de 1913, publiqu en mi diario La
Tribuna dos artculos intitulados "Galera de traidores" y
"guila que cae", que fueron considerados como subversivos por los
revolucionarios que sucedieron al general Huerta en el ejercicio del poder. Don
Venustiano debe haber compartido el mismo credo y por eso me cerr las puertas
del pas. El general Calles pens probablemente que mi pluma era peligrosa y me
aplic la misma sancin. Como si los soldados que se insubordinan necesitaran
escritores que los empujaran a la rebelin!
Obregn,
que era ms inteligente, me dej entrar en el pas, seguro de que no le poda
causar dao, como en efecto, no se lo caus. Portes Gil y Ortiz Rubio no
revocaron las rdenes que haba dado Calles y, por consiguiente, durante sus
gobiernos tuve cerradas las puertas de Mxico. En cambio, el presidente
Abelardo L. Rodrguez [...] levant la prohibicin y pude volver a mi tierra.
El presidente Crdenas, con mucho menos cultura, pero con intuicin ms clara
que sus antecesores, no slo me dej vivir en paz, sino que no opuso la menor
objecin a la publicacin de mis artculos periodsticos que criticaban los actos
de su gobierno.
Comentando
esta liberalidad con su ex secretario particular, licenciado Agustn Leero, le
cont una ancdota que pinta de cuerpo entero a Federico el Grande. En un da
de tantos, sali el rey a hacer un paseo matinal por las calles de Berln y le
llam la atencin un cartel fijado en una esquina. Se detuvo a leerlo con mucho
cuidado, y al terminar la lectura, procedi a continuar su paseo. Como aquel
cartel era de oposicin, uno de los cortesanos que lo acompaaban, se permiti
preguntar al monarca si haba ledo bien el documento. —S, contest
secamente Federico. Y no piensa hacer nada vuestra majestad? —No,
respondi el rey—; y luego areng muy sutilmente: El pueblo de Prusia y
yo hemos concertado un pacto, conforme al cual l puede decir lo que le guste y
yo puedo hacer todo lo que quiero. Y esa misma filosofa fue la del presidente
Lzaro Crdenas: los periodistas dijimos todo lo que se nos ocurri y l hizo
todo lo que le dio su regalada gana. [...] Esto lo habra entendido el general
Obregn, pero no don Venustiano Carranza ni el general Calles.5
El
Mxico de 1940 era muy distinto de aquel que dej Daz huyendo de su debacle en
el Ypiranga. El autoritarismo no disminuy con la
revolucin; al contrario, se mostr con una ferocidad avalada por las armas.
Sin embargo encontr diques. El periodismo y el quehacer de la prensa se haban
transformado junto con el pleno de la sociedad y ambos colaboraron para detener
la avalancha desptica. Qu rutas haba tomado el cambio?
Algunas
obras generales sobre historia de la prensa han abordado el periodo
revolucionario, sin embargo, la mayor parte de estos trabajos privilegia la
recopilacin de datos sobre el anlisis.6 Un muy valioso esfuerzo de sintetizar todo el
periodo revolucionario y presentar un anlisis crtico es el de Stanley Ross.7 Otros muy importantes trabajos
que han sido aportaciones centrales al estudio de la prensa y del periodismo en
este periodo tratan parcialmente algunos casos, o periodos muy acotados. Alvaro Matute, Javier Garciadiego
y Gloria Villegas Moreno, cuyas aportaciones al conocimiento de la revolucin
mexicana tienen una calidad indiscutible, se han aproximado al tema aportando
un valioso anlisis de las actitudes y filiaciones polticas de la prensa en
relacin con las facciones revolucionarias entre 1911 y 1919.8 Sin embargo, son trabajos muy
cortos cuyo formato limit las posibilidades de anlisis de los autores para
profundizar en el tema del quehacer periodstico. Estos estudios sirven como gua
para marcar algunas directrices de trabajo o debates potenciales a los cuales
da seguimiento este estudio. Como complemento a estos trabajos, est una
aproximacin de Ariel Rodrguez Kuri a la prensa durante el maderismo.9 Otro de los textos relevantes
para la historia del periodismo en la revolucin mexicana es el estudio de
Diego Arenas Guzmn.10 Arenas Guzmn, escritor, periodista y testigo
presencial de algunos de los hechos ms sealados de la revolucin mexicana,
dirigi, entre otras cosas, El Hombre Libre, un pequeo diario
que se enfrentara con el Maximato, y escribi tambin sobre periodismo. Ms
que una historia del periodismo en la revolucin, este escrito es una historia
de los antecedentes revolucionarios del periodismo que abarca el periodo de
1876 a 1908. Este libro se inserta mejor entre los estudios del periodismo en
el porfiriato, entre los que destaca el trabajo de
Daniel Coso Villegas, Florence Toussaint, Antonio Saborit, Clara Garca, Laura Bonilla, Fausta Gants y Pablo Piccato.11
Estudios
con un sentido monogrfico que tocan temas muy especficos, como los casos de
conflicto entre algunas publicaciones y ciertas figuras polticas, o que se
centran en la biografa de algn personaje relevante en la historia del
periodismo, tambin han aportado muchos conocimientos al estudio de la prensa y
el periodismo.12 Entre los estudiosos que han aportado grandes
conocimientos y anlisis al estudio de la prensa y la revolucin tambin estn
Irma Lombardo, gracias a quien conocemos mejor la dimensin del reporterismo en
esta poca, sabemos ms sobre los intentos de unin de los periodistas y de
desarrollo de la prensa moderna.13Tambin hay que resaltar la investigacin sobre la
prensa y el carrancismo de Luciano Ramrez, el
estudio sobre el callismo de Aurora Cano.14 Blanca Aguilar Plata, Silvia
Gonzlez Marn, Miguel ngel Snchez de Armas y Humberto Musacchio
tambin han trabajado con detalle el periodismo en el periodo cardenista.15
En
suma, cada vez se estudia y se conoce mejor la historia de la prensa durante
los azarosos aos de la lucha armada y las dcadas de los veinte y treinta.
Poco a poco vamos desentraando la relacin de los regmenes revolucionarios
con los periodistas. El objetivo de este trabajo es sintetizar todos estos
esfuerzos historiogrficos y, con apoyo de una investigacin documental,
presentar un enfoque panormico y centrado en los aspectos sociales para
asomarse a ver, de forma general, cmo interactuaron tres elementos en ese
periodo: la nueva generacin de hacedores de la prensa, la sociedad lectora de
los diarios y los gobiernos surgidos de la revolucin.16
Entre
1910 y 1940 Mxico vivi una profunda revolucin social.17 La crisis de 1910 gener una
serie de cambios en la estructura de la propiedad (principalmente en la
agraria) y en los procesos de participacin poltica. Estos giros sociales,
junto con el proceso de modernizacin del pas, marcaron los esquemas de
sociabilidad de los mexicanos. Es decir, en ciertas regiones de Mxico los
peones de las haciendas ya no asumieron la legitimidad de la frula del
hacendado, los obreros comenzaron a radicalizar sus posturas y exigieron sus
derechos en un proceso conjunto del llamado a la huelga y a la organizacin
gremial.18 Las clases medias exigieron una mayor
participacin en la toma de decisiones y la apertura democrtica.19 Un vistazo a dichas
transformaciones nos ayuda a entender cmo se reflejaron en la historia de la
prensa.20 Dos reclamos principales —el reparto de
tierra, y el respeto al sufragio y a la no reeleccin— se conquistaron
por la fuerza y se volvieron irrevocables. Los gobiernos que ejercieron el
poder tras el levantamiento maderista y la cada de Daz no pudieron eludir la
necesidad de tomar en cuenta estas exigencias de la sociedad. El sufragio se
violara una y mil veces en los aos subsecuentes, pero los gobiernos se vieron
forzados a mantener, por lo menos, una simulacin de legalidad. El intento de
reeleccin de Alvaro Obregn, combinado con los
ataques a los catlicos mexicanos, lo llevaron a la tumba. Igualmente, la
demanda de reparto de tierras tuvo que atenderse. Emiliano Zapata, Alvaro Obregn, Pancho Villa, Venustiano Carranza y Lzaro
Crdenas comprendieron que poner la tierra en manos de quienes la trabajaban
era una medida indispensable para pacificar el pas. Para los aos cuarenta la
voz de sectores de la sociedad que haban entrado al foro poltico (campesinos
armados, lderes populares, obreros, periodistas jvenes o periodistas que
antes haban sido perseguidos, sectores concienciados de las clases medias como
los maestros, artesanos, tipgrafos, artistas radicales) haba ganado un
espacio. En cierto sentido, Mxico se haba vuelto ms democrtico.
Aunque
la democracia mexicana presentaba cotidianamente sntomas de fragilidad, Mxico
pasaba por el atribulado proceso de convertirse en una sociedad abierta.21 Con mayor o menor disposicin de
los gobernantes y la clase poltica, desde 1910 el Estado ha tenido que atender
la expresin de opiniones divergentes y los enunciados del sentir pblico.
Durante las dcadas revolucionarias que culminan en 1940, esta situacin fue
ms evidente y ms acentuada por la fuerza de los movimientos armados, la
debilidad del Estado y la efervescencia discursiva de "la
revolucin". Los sentimientos y las necesidades de la poblacin se
canalizaron por vas formales e informales: levantamientos armados,
manifestaciones callejeras, huelgas, procesos electorales, medios de
comunicacin (peridicos, caricaturas, volantes, la radio) y el arte (teatro,
cine, pinturas, murales y la literatura).22 En esta atmsfera social, el periodismo
independiente y de opinin encontr un espacio para posicionarse como
intermediario entre la sociedad y el Estado.
Desde
que Madero se levant en armas hasta 194o, los periodistas mexicanos vivieron
en un ambiente de razonable holgura, interrumpido brutalmente por la dictadura
de Victoriano Huerta y la guerra Cristera. Esta libertad se ira constriendo
desde 1929 con la formacin del Partido Nacional Revolucionario (PNR). En su
magistral ensayo sobre la decadencia del sistema poltico mexicano, Daniel
Coso Villegas describe esta coyuntura como un pasado de violenta pero plural
disensin, que para los aos setenta se evocaba con una buena dosis de
nostalgia:
De
1911 a 1928 la poltica es abierta y en ocasiones tan ruidosa, que sus
conflictos ms escondidos llegan a dirimirse a balazo limpio [...] A partir de
1928 esta poltica abierta, ruidosa hasta la violencia, comienza a modificarse,
en parte porque un buen nmero de los lderes sobresalientes de la revolucin
ha sido eliminado [...], y en parte por la creacin del partido nico.[...]
Esta etapa de organizacin y de disciplina dentro del partido, y en general
dentro del grupo gobernante avanza con tanta prisa que puede decirse que tal
vez para 1940, pero ciertamente en 1946, la poltica mexicana, sobre todo en
cuanto a lo que los politlogos gustan de llamar el decision-making
process, se convierte en un misterio poco
menos que impenetrable.23
Esta
circunstancia de considerable apertura cambi la relacin entre los periodistas
y la sociedad. Es decir, a partir de la efervescencia de un periodismo como el
de Mata, Flores Magn, Snchez Santos, que se haban distanciado del poder para
cumplir la funcin de representar a la opinin pblica, al "pueblo",
al ciudadano, la prensa recuper y reforz esta calidad de ser un espacio donde
se propona un servicio a la sociedad. Asimismo, la modernizacin del pas,
aunada a la efervescencia social y poltica que caracterizaron a esa poca,
modific la sociedad y, en el camino, el oficio periodstico. La revolucin trajo
consigo un programa de reforma educativa que, con el paso de las dcadas,
aumentara el nivel de alfabetizacin de estratos de la poblacin que haban
estado marginados.24 La capacitacin para la lectura increment el
nmero potencial y real de lectores. Paulatinamente, las necesidades, la
crtica y las inquietudes de los grupos populares y, sobre todo, de la clase
media se fueron canalizando a travs de la prensa. Estos grupos echaron mano
del periodismo como vehculo de expresin y herramienta de lucha y participaron
activamente en este oficio.25
Durante
las primeras dcadas del siglo XX los medios de comunicacin eran escasos y
limitados. Las distancias que separaban a los seres humanos se hacan mucho ms
largas que hoy. La comunicacin informal, el dicho de boca a boca y el rumor,
parecen haber aventajado a la noticia verificada.26 Buena parte de la informacin se
concentraba y difunda en los mercados y las plazas, y es posible que la
lectura en voz alta fuera practicada en algunos lugares donde se congregaba la
gente, como en los hogares, las fbricas y los talleres. La gente acuda a los
peridicos para informarse, entretenerse, debatir y para obtener cierta dosis
de certeza sobre los hechos que podan afectarla. En medio del conflicto
armado, el diario y su funcin informativa tuvieron un importante peso social
como gua del pblico, instrumento de combate y, tambin, como peligrosos
creadores de escndalo, rumor y —como deca Madero— del potencial
para generar ms violencia. Los peridicos de aquella poca alardeaban de ser
veraces y oportunos. La prontitud de la informacin era un valor muy apreciado.
En
las dcadas del diez al cuarenta se construyeron las bases para el
fortalecimiento del pblico lector, a pesar de que la circulacin de los
diarios era todava muy limitada cuantitativa y geogrficamente.27 El lector de los peridicos an
formaba parte de una minora. Si bien aument el nmero de lectores, el
analfabetismo y el alto ndice de lenguas indgenas influyeron como obstculos
para la recepcin.
La
urbanizacin del pas avanz gradualmente y continuaron creciendo los centros
fabriles. Estos engendraron al obrero, que sera el eje de la fuerza de
trabajo. Bien manipulado por la demagogia y plasmado por los pinceles de los
artistas radicales, el trabajador se convertira en uno de los iconos
revolucionarios. A partir de los aos veinte, el movimiento obrero organizado
adquiri mucha fuerza. El Estado absorbera su poder echando mano de
estrategias corporativistas. La presencia de este nuevo actor social se refleja
directamente en la historia de la prensa y del periodismo.28 Basta como ejemplo la creacin en
los aos veinte y treinta de El Machete, que aparece como
rgano del sindicato de pintores y a partir del cuarto nmero queda bajo la
batuta del Partido Comunista, y El Popular, el primer
peridico formal de una central obrera, la Confederacin de Trabajadores
Mexicanos (CTM).
Aunque
fueron grupos alejados de la palabra escrita y publicada en los diarios, los
campesinos, obreros e indgenas, los llamados grupos subalternos, no eran
ajenos a la fuerza de la misma. Los ms organizados aprovecharon la revolucin
para formar parte de este mundo donde se ventilaban los males de la sociedad
que los afectaban directamente. Este acercamiento se debi, en parte, al
trabajo de intermediarios intelectuales que sacaron al foro de lo
"pblico" a ciertos grupos populares. Los lderes populares con mayor
arrastre social eran analfabetos o apenas desempeaban estas habilidades con
muchas deficiencias. Lo mismo ocurra con sus seguidores. Sin embargo, la
prensa popular, es decir, el periodismo dirigido a las clases subalternas, fue
un elemento central del Mxico revolucionario y cumpli con una funcin
democratizadora muy significativa: la expansin del pblico. Entre 1910 y 1940
proliferaron los diarios obreros, los rganos de grupos campesinos y de
propaganda de las facciones villista y Zapatista. Los peridicos de partidos
polticos vinculados a grupos populares, pertenecientes a organizaciones de
izquierda, para proletarios, de centrales obreras como El Populary las
publicaciones peridicas catlicas dirigidas a los trabajadores. Toda clase de
publicaciones para "el pueblo" con una gama variopinta de ttulos y
tonos multicolores invadieron los espacios de la lectura.29
Grupos
sociales que haban estado marginados de la sociedad letrada se integraban a
este mundo de la informacin escrita denunciando sus tribulaciones. Desde fines
del porfiriato ocurri un fenmeno muy importante, la
prensa comenz a tocar temas de corte social y a referirse a los problemas de
los ms necesitados. Tanto la incorporacin de nuevos estratos sociales a las
redes de comunicacin formal como la ventilacin de los problemas que los
aquejan, colaboraron a expandir la esfera pblica mexicana. "El
pueblo" fue, desde 1910, un protagonista de los medios. La irrupcin de
este fenmeno significara una crtica ms mordaz y radical al Estado y a las
instituciones.
Con
todo y estos cambios, cabe advertir que el desarrollo histrico del periodismo
mexicano en aquellos tiempos y el papel que dicha actividad cumpla en una
sociedad que haba pasado por tan profunda revolucin social fueron
paradjicos. Durante las dcadas que aqu se estudian, la relacin entre el
poder poltico y la prensa estuvo cundida de contradicciones. Mientras en las
cpulas del poder afloraron algunos elementos de liberalizacin, tambin
aparecieron —o permanecieron como saldos del antiguo rgimen—
seales de autoritarismo y prcticas de control. Los periodos de mayor apertura
se dieron en medio de un fuerte estira y afloja, entre
la autoridad y los periodistas que pretendan ejercitar un periodismo independiente.
Asimismo,
por la naturaleza de su oficio, el periodista tiene un doble carcter. A un
mismo tiempo es vocero de la opinin pblica y constructor de la misma: un
transmisor y un productor de opinin. Esta duplicidad de funciones, que se
traduce en una contradictoria figura de vctima o flagelo, genera una relacin
ambigua entre el periodista y el poder poltico, ms an en tiempos de
efervescencia social. Es comn que, al realizar su trabajo, el periodista
padezca toda tipo de presiones o disfrute de infinidad de prebendas. Con los
repentinos y rotundos vuelcos que implican una revolucin, un da combate al
poder y al da siguiente se vuelve parte de este.
Durante
las dcadas revolucionarias el quehacer periodstico queda exento de buena
parte de los yugos que lo haban asfixiado en el porfiriato
(la fuerza de la subvencin y una Ley de Imprenta opresiva) y pudo acercase a
la sociedad. Unos aprovecharon la apertura para fortalecer un periodismo
independiente. Por independiente se concibe a la persona que sostiene sus
derechos u opiniones sin que la dobleguen respetos, halagos ni amenazas. Un
periodista que se dice independiente es aquel que no sufre o se procura a s
mismo ningn tipo de coaccin y que no compromete su pluma. La revuelta misma y
el desmantelamiento del aparato de control de la dictadura porfiriana
fomentaron la proliferacin de este tipo periodstico. Sus representantes, como
los hermanos Flores Magn, Filomeno Mata, Daniel Cabrera, Trinidad Snchez
Santos, Silvestre Terrazas, Juan Sarabia, Heriberto Fras, Jess Urueta, Luis
Cabrera, Rafael Martnez "Rip Rip", Flix Palavicini,
entre otros, son reconocidos como precursores de la revolucin. Conforme avanz
la revolucin, es decir, hacia los aos treinta, se presentaban como independientes
y como vctimas los periodistas catlicos, de derecha, o simplemente aquellos
crticos u oposicionistas como Martn Luis Guzmn. Algunos ejemplos son
Heriberto Barn, Ren Capistrn Garza, los miembros
del cuadriltero (Nemesio Garca Naranjo, Querido Moheno,
Jos Mara Lozano, Francisco M. de Olagubel), Diego Arens Guzmn y Froyln Amaral.
Desde
que Madero dej de ser un rebelde para ocupar la silla presidencial, la prensa
revolucionaria sufri una metamorfosis: se volvi gobiernista. Muchos hombres
de prensa fueron electos diputados y ocuparon puestos cercanos al presidente.30 Esto tendra implicaciones
importantes en el trabajo periodstico porque buena parte de la prensa quedara
en manos de grupos que no comulgaban con la revolucin y esto llevara a
Madero, tardamente, a intentar controlar ciertos rganos como voceros de su
gobierno, a promover una reforma fallida de la legislacin para evitar lo que
l llam el libertinaje de la prensa y a implementar ciertos mecanismos de
represin que tampoco lograron el efecto de contrarrestar la propaganda y la
opinin escrita en su contra.31
En
los ltimos aos de la dictadura porfirista la prensa tena bsicamente dos
opciones: doblegarse a la fuerza de la subvencin estatal o resignarse a la persecucin
constante. Con la revolucin se abrieron nuevos polos de atraccin econmica
para las publicaciones y los escritores: las empresas comerciales, los poderes
estatales, los partidos y las facciones revolucionarias junto con los intereses
extranjeros (tanto inversionistas privados como los gobiernos) financiaron
escritos y publicaciones.
En
algunos casos la dependencia iba de la mano de los intereses polticos de cada
periodista, trabajaban por afinidad ideolgica sosteniendo una
"causa". Este tipo de discurso es un producto de toda sociedad
sacudida por una revolucin. Siendo as, no carece de propsitos pragmticos.
Proliferan los intercambios epistolares donde periodistas de renombre, apelando
a su nivel de compromiso revolucionario, solicitan apoyo econmico al
presidente en turno o a uno de los altos funcionarios.32 A diferencia de los tiempos de la
bonanza porfiriana, las facciones en lucha y el Estado posrevolucionario
estaban en bancarrota y con frecuencia negaban la ayuda pecuniaria que
solicitaban los redactores de los diarios que en algunas ocasiones llegaron a
situaciones desesperadas. La venta de publicidad conlleva a asumir los
compromisos polticos de quienes financian la publicacin, y la pluma de los
periodistas no puede violar estos pactos. En momentos de crisis blicas
internacionales como las guerras mundiales, los diarios abriran sus pginas y
sus finanzas a la influencia econmica de las naciones en conflicto. En
mltiples casos, el mercenarismo iba de la mano de las convicciones ideolgicas
de cada periodista. El caso del peridico El Demcrata, dirigido
por Rafael Martnez "Rip Rip",
es un ejemplo donde se revela sin ningn tapujo la relacin de una publicacin
con Alemania, uno de los pases en conflicto durante la primera guerra mundial.33 Otro similar que termina por
hacer crisis es el caso de La Prensa.
Histricamente,
la baja remuneracin del trabajo periodstico ha sido uno de los mecanismos ms
eficaces para ejercer control sobre los informadores en Mxico. Los salarios de
hambre generan carencias econmicas y propician la corrupcin. Esta, a su vez,
facilita el control. La revolucin gener un espacio donde nacieron
agrupaciones de periodistas y trabajadores de la prensa que, como en otras
reas econmicas, lucharon por la prosperidad econmica y la mejora de las
condiciones laborales del gremio.34 Tambin aparecieron y trabajaron con eficacia
las organizaciones regionales como "Prensa Asociada de los Estados",
que unieron a los peridicos ms importantes del pas para hacer un frente
comn contra los atropellos hacia cualquier miembro del gremio. Esta
organizacin procur contener el autoritarismo de caciques regionales y
gobernadores que constantemente victimizaban a los periodistas del interior de
la repblica. Estas asociaciones no prosperaron y se debilitaran durante la
segunda mitad del siglo.
Varios
elementos se combinaron desde los aos cuarenta para menguar las iniciativas de
unificacin de los trabajadores de la prensa. El Estado se ira fortaleciendo y
ejercera ms presin. Una prensa mal pagada era una prensa dcil. Las
carencias de los periodistas se suplan con sobresueldos informales. Esta
prctica que tom nombres peculiares como "embute" o
"chayote" y se institucionaliz en la segunda mitad del siglo XX, se
sustentaba en las mseras percepciones salariales de los periodistas. Con estos
pagos alternos se ejercera un control indirecto sobre lo escrito en los
diarios. La prctica era aeja y no era un vicio exclusivo de los mexicanos.
Bien se conoca ya el dicho de Obregn: "No hay periodista que aguante un
caonazo de cincuenta mil pesos." De ser exitosa, la consolidacin de los
sindicatos y el logro de su principal objetivo, la mejora econmica de los
agremiados, se convertira en un obstculo evidente para ejercer control sobre
los medios. Aunque no existen muchos datos al respecto, es posible pensar en la
hiptesis de que los intereses de los propietarios de los diarios tambin
fueron un ingrediente central para limitar el ascenso econmico de los
periodistas e impidi el fortalecimiento de las organizaciones laborales.35 Algunas huelgas sacudieron a los
diarios mexicanos en el periodo revolucionario, pero fueron pocas y de poca
trascendencia. El fracaso de los gremios periodsticos se atribuye en buena
medida a la estructura oficialista y a la cooptacin del movimiento
sindicalista a escala nacional.
Otra
caracterstica del periodismo de las primeras dcadas del siglo XX es el
confuso entretejido que mezcla esta actividad con la propaganda poltica. En un
momento de crisis poltica y recomposicin como el que signific la sacudida de
1910, sobre todo durante la fase armada y en los conflictos subsiguientes como
la guerra Cristera, la prensa se utiliz como una herramienta de la estrategia
blica. Los jefes de las facciones revolucionarias tuvieron la urgencia de
difundir sus programas polticos y lograr su aceptacin entre la opinin
pblica. Este objetivo le dio sustento a diarios como Nueva Era de
Madero y El Pueblo de Carranza. La virulencia militar forz a
los lderes a cultivar la lealtad de los editores de los diarios y a seducir a
los escritores para atraerlos a su causa, generando una simbiosis malsana.
Muchos sucumbieron a las tentaciones del poder o se vieron envueltos en el
carisma de los lderes revolucionarios. Muy conocido es el caso de Martn Luis
Guzmn y su atraccin por Pancho Villa.
No
todo fue miel sobre hojuelas en la relacin entre jefes revolucionarios y
diaristas. La rebelda de los escritores de los peridicos y la enjundia con
que la revolucin enarbol la defensa de la libertad de expresin, pronto
chocaran con la vocacin autoritaria de algunos caudillos quienes, en el
discurso, daban su lugar a las libertades pblicas, pero en la prctica
persiguieron a la prensa con enjundia. Sin embargo, aun con estos intentos de
cooptacin y censura, la revolucin implic mayor transigencia en relacin con
los asuntos pblicos. La sociedad estaba cambiando. La atmsfera de la primera
mitad del siglo que propici el debate y el desarrollo de nuevos proyectos
polticos permiti mayor libertad de accin a los periodistas —debido a
la debilidad del Estado, a la nueva legislacin adoptada en 1917 que restauraba
los jurados populares para enjuiciar periodistas, al juego de facciones que propici
un ambiente donde se veran diversas opiniones— y los coloc en una
posicin ms slida en el espacio pblico. La polarizacin discursiva expresada
en voz alta permiti al periodista realizar un trabajo asertivo, capacidad que
se le haba coartado en el porfiriato. Gracias a los
nuevos bros que adquiere el ejercicio de esta profesin, el periodismo se hace
acreedor a un renovado prestigio.
El
perfil del periodista posrevolucionario era renovado y audaz. La revolucin les
haba dado la oportunidad de salir a las calles: abandonaron el escritorio y se
convirtieron en hombres de accin, en hombres respetables. Durante la
revolucin —se deca— el reprter haba vivido al
lado de los problemas. Muchos de los precursores revolucionarios se haban
formado y expresado en los peridicos. La lucha revolucionaria acort la
distancia entre los polticos encumbrados en el poder y el reportero. A un
mismo tiempo creci la influencia poltica del periodista. Algunos diaristas
ocupaban puestos polticos o se volvieron funcionarios. Blandiendo su pluma, se
volvieron voceros de la revolucin o enconados enemigos de esta. Segn las
impresiones de algunos testigos de la poca, su pluma y sus dichos consolidaban
reputaciones o las echaban por tierra.36
A
principios del siglo XX, la figura del periodista se confunde con acepciones
del mismo oficio de las que no existe una definicin precisa como reprter, redactor
o escritor pblico. No era un oficio profesionalizado para el cual se estudiara
en las universidades. El campo del periodismo era un espacio que tambin
ocupaban personalidades que tuvieron injerencia en otros terrenos de la vida
pblica: la poltica, la literatura o la administracin pblica como Martn
Luis Guzmn, Flix F. Palavicini, Vicente Lombardo
Toledano, Luis Cabrera, Jos Vasconcelos, Ren Capistrn
Garza.
El
periodismo fue un oficio ejercido mayormente por los estratos medios de la
sociedad. Los reclutas eran jvenes con facilidad e inters por la escritura,
vidos lectores de peridicos, abogados trnsfugas, gente con inclinacin por
las ciencias sociales, la poltica y la literatura. Era un refugio para
desempleados o para quienes no encontraban acomodo en otras profesiones. Hasta
la dcada de los cincuenta fue una profesin eminentemente masculina, aunque ya
desde pocas tempranas entran en accin las primeras mujeres periodistas.37
El
ejercicio periodstico est marcado, en buena medida, por la estructura de
propiedad de los medios. Tras el conflicto social de 1910 y la destruccin del
Estado porfiriano, la propiedad de los peridicos cambi de manos. La gran
mayora de las publicaciones diarias porfirianas, sobre todo aquellas con mayor
presencia como El Imparal, desaparecieron.
Los talleres, instalaciones y maquinaria de aquellos diarios ultramodernos
sufrieron la devastacin que produjo la reyerta revolucionaria. Surgieron
nuevos empresarios de la prensa como Rafael Alducn y
Jos Garca Valseca. Algunos periodistas se volvieron
propietarios de los diarios que dirigan, como Palavicini,
Herreras y Martnez "Rip Rip".
Siendo los centros de maquila de los rganos de propaganda faccional,
los diarios eran un arma de guerra y, como tales, un importante blanco militar.
La
vieja clase de aristocrticos editores porfirianos subsidiados por el rgimen,
como don Rafael Reyes Spndola, fue sustituida por
una nueva generacin de propietarios y directores de los diarios con menos
prosapia. Entre 1910 y 1940 una amplia gama de actores se adue de los
peridicos. Maquinarias, nombres, edificios y empresas pasaran de mano a mano
de una manera vertiginosa. Despus de 1920 algunos de los nuevos dueos fueron
los propios jefes revolucionarios. Muchos de ellos, como el Artemio Cruz de
Carlos Fuentes, eran jefes menores de extraccin rural, rancheros que amasaron
fortunas en la bola y que colocaron sus activos en la industria periodstica.38 Tambin los generales de
prestigio militar adquirieron diaros temporalmente
para fortalecer sus campaas polticas. Los peridicos cambiaban de manos con
mayor celeridad durante las contiendas electorales. Algunos propietarios vieron
oportunidades invaluables en estos periodos y ofrecan sus empresas al mejor
postor. El Estado perdi la capacidad casi omnipotente que tuvo durante la
dictadura porfiriana de controlar a los diarios con subsidios y un aparato
represor.
Al
pasar la tempestad de la revuelta, a finales de la dcada del diez, nuevas y
grandes empresas llenaron el espacio de la prensa capitalina. Exclsior y El
Universal, herederos formales de El Impartial con
un nuevo toque revolucionario, ocuparon las estanteras de los puestos de
peridicos, y con ellos creci una nueva generacin de empresarios editoriales.
Las
cooperativas de trabajadores propietarias de diarios como La Prensa y Exclsior, que
iran apareciendo desde los aos treinta, significaron tambin un vuelco
radicalmente opuesto al pasado porfiriano. Fue igualmente novedosa la
proliferacin de diarios obreristas y de rganos sindicales, y los peridicos
de organizaciones campesinas, que obtenan sus recursos para operar de las entidades
a las que pertenecan. Este tipo de publicaciones tambin tuvo sus antecedentes
en los ltimos aos del porfiriato, cuando al calor
de las luchas obreras de Ro Blanco y Cananea surgieron
peridicos como El Paladn y La Lucha Obrera, que
denunciaban las condiciones de vida de los trabajadores.
Proliferaran
tambin los rganos de corte poltico radical como El Machete, heredero
de la tradicin de periodismo opositor, crtico e intransigente con la
dictadura de Daz que encabezaron Filomeno Mata y los hermanos Flores Magn con El
Diario del Hogar y Regeneracin. La revolucin
bolchevique de 1917 y la efervescencia del pensamiento de izquierda vendran a
reforzar y a legitimar esta tradicin periodstica. Junto con estos, durante
este periodo saldran a la luz varios peridicos con una tendencia
conservadora, algunos defensores abiertos del catolicismo, diarios
representantes moderados de un periodismo informativo, menos ideolgico, que
tendran gran predominio en sus regiones de influencia, como El
Informador y El Diario de Yucatn.
Si
bien la revolucin diversific y democratiz temporalmente la estructura de
propiedad de los diarios, hacia los aos treinta comienza a vislumbrarse lo que
sera una de las piezas estructurales del sistema poltico posrevolucionario:
la consolidacin del partido de Estado y el control indirecto pero muy eficaz
de la prensa a travs de pipsa y el control del papel
en manos del Estado.39 Con la formacin del pnr
se concibi El Nacional,uno de los peridicos ms importantes en el Mxico
del siglo XX, que en sus inicios gozaba de la originalidad de ser el rgano del
partido en el poder (ms tarde sera propiedad del gobierno) y se sostena, sin
rendir cuentas a la ciudadana, de los recursos del erario pblico.
Periodismo, Estado revolucionario y esfera pblica
La
historia del gremio periodstico en Mxico y de su audiencia es un fenmeno
paralelo a la evolucin y fortalecimiento de la esfera pblica.40 El planteamiento terico de este
proyecto se basa en el anlisis histrico que hace Jrgen
Habermas de este tema. Segn l, la esfera pblica se
define como:
Un
dominio de nuestra vida social en el que se puede formar semejante cosa como la
opinin pblica. En principio, el acceso a la esfera pblica est abierto a
todos los ciudadanos. Los ciudadanos actan como pblico cuando tratan asuntos
de inters general sin estar sujetos a coercin ninguna; con la garanta de que
se pueden reunir libremente, expresar y publicitar sus opiniones libremente.
El
poder coercitivo del Estado es, pues, la contraparte de la esfera pblica, pero
no es parte de ella. [...] El trmino "opinin pblica" se refiere a
las funciones de crtica y control que el pblico ejerce informalmente —o
formalmente durante elecciones— de la autoridad estatal organizada. A la
esfera pblica —como esfera que media entre la sociedad y el Estado, una
esfera en la que se forma el "pblico" como vehculo de la opinin
pblica— le corresponde el principio de publicidad: la publicidad que
antes se tena que ganar contra la poltica secreta de los monarcas y que desde
entonces ha permitido el control democrtico del Estado.41
Igualmente,
tomamos como base el trabajo realizado por Giovanni Sartori en torno a la
democracia y a los fenmenos que la caracterizan, entre los cuales destaca la
existencia de un dilogo pblico. Sartori define a la opinin pblica como
"una expresin que se remonta a los decenios que precedieron a la
revolucin francesa de 1789."
El
hecho de que la opinin pblica emerge —sea como expresin, sea como
fuerza actuante, en concomitancia con la revolucin de 1789, explica
Sartori— est indicando que la asociacin primaria del concepto es una
asociacin poltica. Una opinin generalizada (difusa entre un pblico amplio)
puede existir, y de hecho existe, sobre cualquier materia. No obstante,
"opinin pblica" denota, en primera instancia, un pblico interesado
en la "cosa pblica". El pblico en cuestin es, sobre todo, un
pblico de ciudadanos, un pblico que tiene opinin sobre la gestin de los
asuntos pblicos [...] En sntesis, "pblico" no es slo el sujeto
sino tambin el objeto de la expresin. Se dice que una opinin es pblica no
slo porque es del pblico (difundida entre muchos), sino tambin porque
implica objetos y materias que son de naturaleza pblica: el inters general,
el bien comn y, en sustancia, la res pblica.42
A
simple vista, dadas las circunstancias histricas del Mxico del siglo XX,
resulta difcil hablar de la existencia de una esfera pblica fuerte. En Mxico
el "pblico" del que habla Habermas parece
tener un movimiento ms involuntario que consciente y los "medios" se
acercan mucho ms a las voluntades del Estado y de una elite de propietarios
que a la vigilancia y escrutinio del ciudadano sobre estos asuntos.
Habermas
explica la historicidad del concepto de "esfera pblica" que se forma
hasta el siglo xvill en una situacin histrica
concreta. Las discusiones pblicas protegidas institucionalmente y que toman,
con una intencin crtica, el ejercicio de la autoridad poltica como tema
—explica Habermas— no han existido desde tiempos
inmemoriales, se desarrollan slo en una fase especfica de la sociedad
burguesa. Slo en virtud de una constelacin especfica de intereses se
pudieron incorporar al orden del Estado burgus constitucional. Si tomamos en
cuenta esta idea, resulta fundamental la necesidad de entender la esfera
pblica como un producto histrico cuyo estudio se relaciona con la historia de
la ciudadana, sus lmites y libertades de ejercicio. De existir, tal producto
tiene una trayectoria especfica y muy particular en Mxico, y en su relacin
con los medios y el periodismo tambin ha de historiarse.
Habermas
contina analizando el caso de la esfera pblica en "democracias
corporativistas con Estados benefactores". La descripcin de estos casos
se acerca mucho ms a la circunstancia mexicana despus de los treinta y puede
funcionar como punto de partida de este estudio.
El
modelo liberal de la esfera pblica [...] no es aplicable a las relaciones
actuales dentro de una democracia de masas avanzada industrialmente y constituida
como un estado paternalista. [...] Con la proliferacin de la prensa y la
propaganda el pblico se expande ms all de los confines de la burguesa.
Junto con la prdida de su exclusividad social, el pblico pierde la cohesin
que le haban dado las instituciones de interaccin social y un relativo nivel
educativo. Entonces, los conflictos que en el pasado eran canalizados a la
esfera privada ahora se quedan en la esfera pblica. Las necesidades de ciertos
grupos que no pueden ser satisfechas en un mercado que se autorregula, tienden
hacia la regulacin del Estado. La esfera pblica que ahora tiene que mediar
estas demandas, se convierte en un campo de competencia entre intereses en la
forma cruda de confrontacin forzada. En vez de un consenso adquirido por
personas privadas en una discusin pblica [...] lo que prevalece son
conflictos entre intereses privados en conflicto. Este fenmeno produce una
especie de refeudalizacin de la esfera pblica.
Organizaciones de gran escala buscan compromisos con el Estado y entre ellas
(si es posible a puerta cerrada); pero al mismo tiempo buscan por lo menos
asegurarse la aprobacin plebiscitaria de la masa de la poblacin a travs del
despliegue de una forma organizada de publicidad.
La
esfera pblica poltica en el Estado paternalista se caracteriza por un
singular debilitamiento de sus funciones crticas. Mientras que en algn
momento la "publicidad" tena la intencin de sujetar a las personas
o las cosas al uso pblico de la razn y hacer que las decisiones polticas
fueran susceptibles a revisin frente a la tribuna de la opinin pblica, hoy
sirve como soporte de estrategias, acciones y principios secretos de los grupos
de inters.43
Si
esta descripcin se extrapola a un anlisis sobre el periodismo, apunta por lo
tanto hacia una idea del periodismo como un espacio que sirve a principios de
determinados grupos de inters y no acta como medio de intercambio de
opiniones razonadas sobre la actividad del Estado. El periodo que describe este
trabajo es un lapso de descomposicin de una dictadura y la construccin de un
sistema poltico distinto que acabara siendo similar a lo que describe
Habermas.44 En caso de existir, la esfera pblica
mexicana se caracteriza entonces por el singular debilitamiento de sus
funciones crticas. El periodismo, y su aparente deterioro, se enmarcan pues en
esta circunstancia.
El
corto lapso de aliento de la esfera pblica est ntimamente relacionado con
las innovaciones y enmiendas que en materia social, poltica y econmica
propuso la revolucin. A partir de 1910 las reformas ms radicales que
transformaron a la sociedad mexicana se realizaron en tres fases.45 La primera etapa, entre 1911 y
1913, fue una revolucin moderada encabezada por miembros de la elite dominante
que deseaban cambios polticos, pero no transformaciones socioeconmicas que
pusieran en peligro sus propios intereses. Parte de la elite de hacendados y su
clientela de trabajadores rurales, junto con algunos grupos populares
encabezados principalmente por Pascual Orozco y Emiliano Zapata, lograron
derrocar a Porfirio Daz. Se llevaron a cabo elecciones libres que
representaron sin duda un avance democrtico, sin embargo, el Estado porfiriano
y la estructura de las haciendas quedaron intactos.
Madero
logr transformaciones fundamentales que tendran como resultado la
radicalizacin del movimiento armado y acarrearon consigo la trgica y
paradjica consecuencia de cultivar el terreno para su debacle. En el mbito
social y poltico, Francisco I. Madero colabor con la democratizacin de la
sociedad. Dio plena libertad a la prensa, concedi a los trabajadores el
derecho a huelga, legaliz los sindicatos y, aunque intereses de viejo cuo se
interpusieron a sus buenas intenciones, foment las elecciones libres.
Asimismo, increment el potencial revolucionario de las clases populares con la
promesa incumplida del reparto agrario. Provoc el disgusto generalizado de
quienes lo haban apoyado con las armas cuando decidi mantener intacto al
ejrcito y a los cuadros polticos del Estado porfiriano, apoyando a miembros
de la elite para ocupar puestos polticos.
Destap
una vlvula que ventilara el cmulo de graves problemas sociales que la
dictadura haba escondido a base de fuertes dosis de autoritarismo. Por su
propia voluntad o por omisin, no fue capaz de resolver estos asuntos. Sin
embargo, el saldo de sus acciones fue positivo. Permiti que se ventilaran los
dramas sociales que haban incubado una cruenta guerra civil y, por
consiguiente, que se explorara su solucin. En esto, la prensa tuvo una muy
importante labor.
No
se puede negar la importancia histrica de Madero como promotor de la apertura
de los medios, en aquel entonces limitados a la prensa escrita, aunque ya iba
comenzando el cinematgrafo. Durante el rgimen maderista, la libertad
propiciada permiti el desarrollo del periodismo en diferentes sentidos. El
gremio periodstico goz de una libertad sin precedentes. Junto con muchos
otros factores, como la conspiracin del embajador estadunidense Herny Lane Wilson, la falta de
apoyo del gobierno de Estados Unidos y otros pases a Madero, la oposicin de
las fuerzas populares y del ejrcito, la libertad de expresin debilit la
figura poltica de Madero que, ante una prensa libre, fue vctima de una
crtica ilimitada y sin censura. La revolucin maderista fue muy significativa
para la historia del periodismo en otro sentido: muchos de los periodistas que
ocuparan un lugar protagnico en los diarios durante el periodo de la
revolucin armada y la etapa posrevolucionaria, se formaron en los cuadros
maderistas y viceversa, una buena parte del apoyo de la clase media baja con el
que Madero se fortaleci, estaba formado por periodistas o redactores de
peridicos.46 Igualmente, en esta turbulenta faceta de la
vida nacional, los periodistas que se afiliaron a la faccin huertista o se vincularon al partido catlico adquirieron
una presencia poltica significativa.
Algunos
autores han atribuido la debilidad de Madero para lidiar con la prensa a su
carcter ingenuo. Tambin se le achaca la flaqueza de haber sido incapaz de
controlar la oposicin a su rgimen. Los ataques periodsticos a Madero
provinieron mayormente de los sectores conservadores de la sociedad, el partido
catlico y las viejas estructuras porfirianas.47 Tambin de aquellos que
comenzaron la lucha a su lado y se decepcionaron de su actuacin una vez que
ocup la silla presidencial. Qu tanto dao podra hacer una mala prensa a un
presidente en una sociedad eminentemente rural, con un sector muy reducido de
la poblacin que saba leer? Directa o indirectamente, al ventilar el
descontento las pginas de los diarios terminaban por retroalimentarlo. Adems,
lo que se publicaba en los diarios tena un efecto directo en la opinin
internacional. Los informes de los embajadores y cnsules sobre el rgimen
maderista reflejan las imgenes vertidas en la prensa nacional y local. Mucho
de la imagen negativa de Madero que se construy en el exterior eman de lo
ledo en la prensa. Lo escrito en los diarios era un elemento central de las
querellas de la clase poltica.
La
aparente incompetencia del apstol de la democracia fue ms bien un acto de fe,
el producto de un nimo utpico convencido de la posibilidad de que Mxico
viviera en democracia.48 Tan buenas intenciones se mezclaron con la
imposibilidad real de controlar las circunstancias polticas y militares que le
fueron adversas. Madero cometi errores fatales. No desmantel la estructura
estatal porfiriana y propici su cada.
Alvaro
Matute nos ha legado una clave explicativa fundamental en relacin con el tema
del periodismo en la etapa maderista: las cmaras y los peridicos se
convirtieron en verdaderos espacios pblicos. Matute destaca un estrecho
vnculo entre la Cmara de Diputados y la prensa, ya que muchos diputados eran
periodistas, directores o dueos de peridicos. La apertura beneficia a ambas
arenas de la vida pblica. La actividad parlamentaria se prolongaba en la
prensa y llega de esta manera a un crculo ms amplio de participantes
—si bien pasivos— en la poltica.49 El periodismo, en estrecha
relacin con la clase poltica, siendo parte de ella o su representante,
extendi el debate de un Congreso plural al pblico lector para hacerlo
partcipe del dilogo.
En
todos sentidos, la dictadura de Victoriano Huerta represent un retroceso en el
camino de la sociedad mexicana hacia el cambio democrtico y en gran medida se
convirti en una dictadura ms daina que la de Daz. Este parntesis signific
un terrible traspi para la prensa independiente, revolucionaria, pero un
beneficio a la prensa conservadora que apoy al dictador.
Tras
la cada de Madero, la segunda fase de la revolucin entre 1913 y 1914 fue ms
radical que la primera y tuvo efectos irreversibles. Los grupos populares
armados no aceptaron deponer las armas y sus demandas llegaron ms all del
reclamo democrtico. Como consecuencia de la polarizacin, se desmantelaron por
completo el Estado y el ejrcito porfirianos. Fuerzas que exigan reformas
sociales radicales impugnaron la jefatura revolucionaria de la elite. Grupos
contrarrevolucionarios intentaron retomar el poder por la va armada, y los
estratos campesinos se radicalizaron, el movimiento revolucionario se dividi y
la fractura mengu su fuerza. Esta etapa abri paso a una guerra civil que dur
hasta 1920, con brotes de rebelin armada hasta 1938. Este momento coincidi con
la primera guerra mundial, que colocara a Mxico, como pas productor de
petrleo, en el centro de una estratgica lucha entre las potencias en guerra.
Estos pases necesitaban asegurar el control de tan valiosa materia prima y
chocaron constantemente con los mpetus nacionalistas de los lderes
revolucionarios. Los ecos de la conflagracin mundial llegaron hasta la prensa
mexicana.
Una
vez que se desat la guerra entre los mismos revolucionarios, Carranza utiliz
a la prensa como herramienta para convencer a la opinin pblica de su proyecto
poltico. Sus adversarios, Villa y Zapata, hicieron un uso mucho ms modesto de
los peridicos, pero no desdearon sus posibilidades. Carranza cre peridicos
oficiales y para dar una apariencia de pluralidad apoy con subsidios a
peridicos menores. En esto se asemej ms a Daz que a su antecesor Francisco
I. Madero.50
Desde
que ocup la presidencia, la relacin del Primer Jefe del Ejrcito
Constitucionalista con los periodistas fue menos permisiva. Con flagrancia,
intent controlar, cooptar y reprimir a la prensa haciendo uso de una prctica
peculiar: los notorios "viajes de rectificacin", una censura burda y
poco sutil. Su alcance no fue tan contundente como para que Carranza lograra
controlar por entero el espacio de la opinin. Si algn diario publicaba
determinado informe o versin que no concordara con la visin del rgimen, se forzaba
al reportero o al responsable de la publicacin a regresar al lugar de los
hechos escoltado por un piquete de soldados para rectificar sus dichos.51 Las crticas al rgimen se
publicaban, pero muchas estaban subvencionadas por el gobierno. Estas tcticas
se repetiran aos despus cuando el terreno de la poltica era un dominio
exclusivo del partido nico. Las polmicas pblicas existieron pero, en muchos
casos, carecan de autenticidad. Daban una apariencia de libertad de expresin,
pero eran orquestadas desde el poder.
El
impulso represor choc con factores sociales y polticos que escaparon al
control de la faccin carrancista. Con el estallido de la primera guerra
mundial, barreras externas bloquearon la estrategia carrancista. Las potencias
que se batan en el conflicto blico, sobre todo Estados Unidos y Alemania,
tomaron los peridicos mexicanos como plataformas para emitir mensajes
propagandsticos y manipular el sentir de la opinin pblica. Los alemanes
procuraban alebrestar los nimos entre Mxico y Estados Unidos para generar
hostilidad entre las dos naciones, distraer a los estadunidenses y prevenir que
se involucraran en la lucha de ultramar. Los periodistas mexicanos quedaron
atrapados entre la lucha de facciones y lderes revolucionarios regionales y la
manipulacin de las potencias extranjeras. Esta difcil coyuntura les abri una
amplia gama de posibilidades de accin. Gener un ambiente donde los
periodistas mexicanos adquirieron una funcin y una responsabilidad que, en
momentos clave, les dio un carcter comparable al de los representantes
diplomticos. El periodista mexicano poda irradiar una opinin favorable a
cualquiera de las posiciones en conflicto. Los diarios mexicanos fueron voceros
de la germanofilia, de la defensa del discurso pronorteamericano, lanzaban loas
a la democracia o manifestaban un furioso sentimiento antiyanqui.52 En medio de la guerra ideolgica
algunos cultivaron y fortalecieron el discurso nacionalista revolucionario. El
gobierno carrancista tena que combatir, a un mismo tiempo, a grupos
revolucionarios con enorme apoyo popular y a ejrcitos contrarrevolucionarios,
la presin propagandstica de los pases extranjeros y su propia debilidad.
En
ese contexto se redact la revolucionaria Constitucin de 1917. Los artculos
sexto y sptimo contenan los siguientes enunciados lapidarios: "la
manifestacin de las ideas no ser objeto de ninguna inquisicin judicial o
administrativa" y:
es
inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia.
Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a
los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene ms
lmites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pblica. En
ningn caso podr secuestrarse la imprenta como instrumento del delito.53
En
tanto el Congreso de la Unin reglamentaba los anteriores artculos
constitucionales, Carranza decret la Ley de Imprenta. Esta se converta en el
marco regulador del quehacer periodstico y al aterrizar las especificidades
que normaran esta actividad, impondra restricciones en apariencia contrarias
al espritu libertario de la Constitucin. Por un lado se plasmaba el
reconocimiento social y el respeto al trabajo de los periodistas y, en sentido
opuesto, se institucionalizaban los mecanismos de control. La Ley de Imprenta
se aboca en su totalidad a definir todas aquellas expresiones que constituyen
ataques a la vida privada (daos al honor o a la estimacin pblica de las
personas), a la moral (propagacin de vicios y ultrajes al pudor), al orden o
la paz pblica (ridiculizacin de las instituciones fundamentales del pas e
injurias a la nacin mexicana, excitacin a la anarqua) y las penas que
corresponden a los violadores de estas clusulas. Otros artculos inciden en la
factura de los impresos, controlando el registro ante las autoridades de los
responsables del establecimiento de imprentas. Por ejemplo, para que la
circulacin de los impresos no incurriera en delito alguno, la ley exiga que
contuvieran el nombre de la imprenta o local donde se hubiera hecho la
impresin junto con el nombre del autor o responsable del impreso. La ley
tambin consignaba a los responsables de las representaciones teatrales y a los
directores de las publicaciones peridicas por los contenidos de las mismas.
Novedosamente, la ley oficializaba el derecho a rplica del pblico:
los
peridicos —aclara— tendrn la obligacin de publicar gratuitamente
las rectificaciones que las autoridades, empleados o particulares quieran dar a
las alusiones que se hagan en sus artculos [...] siempre que en la respuesta
no se usen injurias o expresiones contrarias al decoro del periodista.54
Esta
es la nica clusula en la que se habla, indirectamente, de los derechos de los
periodistas. Si bien la Ley de Imprenta de 1917 no cambi mucho el panorama de
los periodistas, un grupo de constituyentes logr colar una reforma en el
artculo 20 donde se deca que los periodistas que fuesen juzgados por la
acusacin de difamacin o calumnia, en donde estuviera envuelto un funcionario
pblico como sujeto de la crtica, seran juzgados por medio de jurados
populares.
En
la etapa radical de la revolucin, en medio del caos y la destruccin causados
por la guerra, se consolid el periodismo "moderno" que haba nacido
en el porfiriato.55 Los orgenes de la prensa moderna estn en
discusin. Hay quienes toman El Impartial (1896)
como el origen de una prensa moderna y otros que sealan a los peridicos que
surgen en el periodo constitucionalista, El Universal (1916) y Exclsior (1917),
como los precursores de un nuevo estilo.56 Otros estudios marcan el inicio de la
modernidad del periodismo mexicano en la repblica restaurada (1867-1876),
cuando surge y se fortalece la figura del reportero en Mxico, aparecen nuevos
gneros como el reportaje y la entrevista y publicaciones populares muy baratas
que pueden compararse a la penny press estadunidense.57 Este momento marca el fin del
periodismo doctrinario y la entrada a una era de informacin industrializada.
Los elementos distintivos de esta modernidad son un diarismo noticioso e
informativo al estilo estadunidense, donde destacan la nota roja y el
amarillismo, el tamao tabloide, el abaratamiento de los precios por ejemplar,
grandes tirajes e impresiones en rotativas. El cuerpo de redaccin se
profesionaliza y se transforman los mecanismos de obtencin de noticias.
El
Mxico de los veinte sufri los sntomas del desgaste de diez aos de guerra.
Al mismo tiempo, con el fin de la fase armada, prosper un sentimiento enfocado
en la reconstruccin y la cosecha de los logros de la revolucin. Algunos
proyectos, como la cruzada educativa de Jos Vasconcelos, demostraron los bros
con que la utopa pretenda hacerse realidad. Junto a estos desplantes de
grandeza revolucionaria, se hizo evidente el dao causado por la violencia y
aflor el cncer de la corrupcin. Esta realidad dio pie al cuestionamiento del
cariz que iba tomando la realidad posrevolucionaria. Esta crtica empezara a
ventilarse en la novela de la revolucin mexicana, que ya mostraba una profunda
desilusin ante los resultados de la revolucin, y parte de ella trascendi a
los diarios.
El
periodismo, en su calidad de intermediario entre la sociedad y el Estado,
siendo una de las vas por las que se canalizaban tales sentimientos y un
espacio donde se confrontan diferentes opciones polticas pas, como el resto
de la sociedad de aquellos tiempos, por un proceso de evaluacin y
reconocimiento de sus funciones. En el escenario del rgimen obregonista, que haca un esfuerzo por legitimarse
imponiendo paradjicamente un autoritarismo cubierto de un velo democratizador,
el trabajo periodstico oscil entre las inercias de la fase armada, donde los
escritos respondan a la lucha poltica de facciones, y los nuevos bros
modernizadores, donde la informacin y la independencia eran valores centrales
para el oficio.
En
algunos sentidos, los gobiernos sonorenses de los aos veinte reforzaron las
tendencias de etapas precedentes y consolidaron una profunda revolucin social
en Mxico. En otras lneas significaron un retroceso en relacin con las
reformas sociales, la apertura y la libertad de expresin. Alvaro
Obregn reconoci la necesidad de repartir tierras y se acerc a los obreros.
Asimismo, se comprometi a respetar el trabajo de los periodistas, a quienes
necesitaba para mejorar su imagen ante la opinin pblica nacional y
extranjera. Utiliz los servicios de periodistas a sueldo para realizar una
campaa positiva en torno a Mxico y su gobierno revolucionario,
particularmente en Estados Unidos, cuyas autoridades, imputndole una fiera
reputacin bolchevique, le negaban el reconocimiento.58 Desde los inicios de la
revolucin algunos periodistas mexicanos cumplieron con la funcin de legitimar
la lucha revolucionaria y publicitaria en el extranjero. Para el rgimen obregonista esta sera una prctica obligada y una
estrategia de supervivencia.
La
sabidura poltica de Alvaro Obregn como caudillo
revolucionario le permiti aflojar las riendas de la relacin del poder
presidencial con los escritores de los diarios. En su talante flotaba la
reminiscencia de la utopa maderista aunque su acercamiento al asunto era innovador.
Obregn responda a los abusos de poder de lderes y jefes militares
convertidos en gobierno y a los excesos que la revolucin vena representando.
La corrupcin amenazaba con deshacer las fibras del proyecto revolucionario y
el presidente convoc a la prensa independiente como el fiel de la balanza con
cuya crtica y vigilancia, es decir, cumpliendo con la funcin de vocear la
opinin generalizada sobre los servidores y las autoridades pblicas, se
fortalecera la moral de la revolucin.
Alvaro
Obregn tena la costumbre de escribir —y escribir bien— en los
diarios. En ocasiones gener debates muy significativos con los periodistas. En
una de estas conversaciones a finales de 1921, el presidente reconoca el
respeto a la libertad de prensa y la funcin de intermediacin entre la
sociedad y el Estado que le corresponda a los periodistas.59 Segn el presidente, la prensa en
aquellas pocas revolucionarias tena el deber de expresar el juicio moral del
tribunal de la opinin pblica. Madero haba liberado a la prensa, pero Obregn
le otorgaba discursivamente una funcin que era necesaria para el buen
funcionamiento del Estado. Esta idea implicaba una visin mucho ms profunda y
moderna de cmo deba funcionar una sociedad mexicana verdaderamente
revolucionaria.
El
presidente Obregn no era precisamente un demcrata. Bien conocido es su
fallido intento de reeleccin que, en vez de llevarlo a la silla presidencial,
le depar la muerte. Martn Luis Guzmn lo inmortalizara como uno de los
personajes de su clebre novela ha sombra del caudillo, que
echaron mano de prcticas autoritarias y violentas para hacerse del poder, como
la desaparicin fsica de los candidatos opositores, la manipulacin del voto,
el apoyo y el acarreo popular con prebendas a lderes corruptos. A qu podemos
achacar entonces tan magnnima actitud frente al cuarto poder?
Una
posible explicacin del reconocimiento de Obregn del peso de la opinin
crtica es la fragilidad del Estado a principios de los aos veinte. Aunque
Mxico empez a vivir a la par del mundo el bullicio de esta dcada, el erario
pblico estaba en ruinas. Los pases europeos y el vecino Estados Unidos
tardaban en reconocer al gobierno de Obregn, que se haba echado encima una
reputacin de radical. Como consecuencia del enfriamiento en las relaciones
entre el gobierno mexicano y las naciones con recursos, los prstamos y las
inversiones no fluan a las arcas del presidente. La guerra haba hecho trizas
la infraestructura que haba sido el orgullo de la clase poltica porfiriana:
los ferrocarriles estaban en ruinas y su parlisis daaba cotidianamente la
economa. Con el fin de la guerra mundial la demanda internacional de
combustible disminua y la industria petrolera entraba en un periodo de
desaceleracin de la productividad. El faccionalismo que la revolucin haba
engendrado haca inminente el peligro de nuevas revueltas y golpes militares.
La faccin obregonista no controlaba por entero los
diarios, muchos estaban en manos opositoras y podran ser partcipes, como
actores secundarios, de rebeliones en su contra. En lugar de reprimirlos,
Obregn opt por la estrategia de hacerles la corte.
Un
ingrediente activo en la frmula de la relacin entre el Estado, la prensa y la
sociedad es el efecto de la revolucin en la psique de los mexicanos. Mucho
tardaran an los principios democrticos en penetrar de lleno en la cultura
poltica mexicana. Sin embargo, ciertos factores haban cambiado por completo
las reglas del juego en el binomio gobierno y gobernados. Aquello que el
historiador Friedrich Katz llamaba "el viejo
orden de las haciendas", haba sido desmantelado.60 Un ejemplo de esto se ve en el
discurso que Carlos Ortiz, editor propietario del Mscaras, El
Semanario de la poca pronunci en una manifestacin de 1926 y envi
por escrito al presidente Calles:
El
capataz, el negrero -decan las palabras del ufano editor—, han pasado
por la magia de la magna revolucn social que ha
sacudido durante diecisis largos aos a la nacin mexicana, a la calidad de
sombros personajes de novela; en los campos y en las fbricas, entre jadear de
yuntas y estrpito de maquinaria suena claro y majestuoso el himno del trabajo
y de la libertad y se eleva hasta el cielo como una epifana.61
Esta
nueva realidad, acompaada del reparto agrario, elev al sector campesino de la
sociedad —que haba empuado las armas para lograr estos
beneficios— a la categora de participante activo en los asuntos
polticos del pas. A travs de las urnas, por medio de la revuelta, o por
escrito, estos sectores tenan voz y formaban parte de la opinin pblica. La
clase media, que en buena medida haba sido precursora de la revolucin,
hallaba ahora nuevos espacios de accin en la burocracia y la estructura econmica
mexicanas. De hecho, la faccin sonorense que ahora ocupaba el poder encarnaba
el ascenso a la clase poltica de los sectores medios. Con la muerte de
Carranza haban desaparecido los ltimos vestigios de la elite porfiriana en el
poder.62 Como se ha dicho, la manufactura de los
diarios estaba en manos de la clase media. De alguna forma, el dilogo entre
Obregn y los periodistas era una conversacin entre iguales.63
Las
preocupaciones de Madero seguan vigentes y no resueltas. La democracia era un
valor codiciado pero inalcanzable que haba provocado la revolucin y costado
muchas vidas. Aunque la inercia histrica de una cultura autoritaria haca
retornar a Mxico, una y otra vez, a la irremediable certeza de su incapacidad
para lograr el cambio decisivo, el sistema poltico posrevolucionario se fue
construyendo sobre la falacia de guardar las apariencias democrticas.
El
ascenso a la presidencia de Plutarco Elias Calles en
1924 marc un severo retroceso en el camino hacia la apertura. La cerrazn del
rgimen se agudiz durante la crisis entre la Iglesia y el Estado, en la cual
se confrontaron los principios radicales del gobierno revolucionario con los
valores conservadores catlicos de la sociedad. De este choque emergi el
movimiento cristero y la guerra civil que cimbr a Mxico entre 1926 y 1929. El
gobierno de Calles recurri a la represin directa y violenta de las voces que
disentan con el perfil de su gobierno. La contencin oficial abarc todas sus
posibles formas, desde la censura, el destierro, la persecucin, el juicio y el
encarcelamiento, hasta la desaparicin fsica de periodistas y escritores
catlicos. El hecho de que este conflicto se originara en el terreno
ideolgico, en el plano de las creencias, pero deviniera en una guerra armada,
dio pie a que el Estado pretextara la validez de su furiosa reaccin. En su
lgica, no se atacaba la libertad de expresin sino el sustento escrito de un
ejrcito apoyado por la Iglesia que atentaba contra el proyecto revolucionario
y la seguridad nacional.
Quienes
ms padecieron las estrategias silenciadoras del rgimen fueron los editores y
escritores de la prensa opositora catlica. Entre ellos estaban editorialistas
y periodistas que tenan una presencia importante en diarios con influencia pblica
como Eduardo Pallares, Jess Guiza y Acevedo y Jos Elguero,
que escriba en Exclsior,y fueron desterrados.64 Tambin sufrieron una fuerte
represin los responsables de publicaciones ms panfletarias como Gladium (Guadalajara) y Desde mi Stano (Aguascalientes).
El
conflicto religioso gener la proliferacin de ediciones e increment el nmero
de lectores atrados y preocupados por este drama que cimbr las conciencias.
Los partidarios de las polticas del callismo,
incluida la persecucin de los catlicos, quienes eran considerados como
enemigos de la revolucin, constituyeron un grupo de vidos lectores.65 Un conflicto en el que chocaban
puntos de vista tan opuestos y que tocaban un mbito tan privado como el de la
fe, acentu la necesidad que ya haba generado la gesta revolucionaria entre la
gente de mantenerse informado y, sobre todo, de opinar sobre los
acontecimientos.
La
revolucin de 1910 se ha caracterizado por la carencia de un claro corpus ideolgico.66 A diferencia de la revolucin
sovitica, que haba nacido de un liderazgo intelectual que opona a la
realidad existente las premisas tericas del marxismo, en Mxico la revolucin
surgi como un espontneo movimiento social comandado por lderes populares.
Aun cuando el rompimiento con la dictadura porfiriana en 1910 haba significado
una profunda divisin de la sociedad, hasta mediados de los aos veinte esta
fractura no se haba vivido como un choque que amenazara la libertad de
conciencia. La revolucin se haba ido traduciendo en una transformacin
cultural de la sociedad y chocaba con aquellos elementos ms conservadores que
se resistan al cambio. Esta lucha gener un debate escrito muy prolfico que,
en buena medida, se dio en los diarios, en el cual, el trabajo periodstico
—como ventana de la opinin pblica de uno y otro
bandos— tuvo una funcin muy significativa. La guerra Cristera ya de por
s signific un enorme cuestionamiento de las polticas del gobierno
revolucionario por parte de un amplio sector de la sociedad que se senta
afectado por la imposicin de lo que, a su juicio, eran las leyes arbitrarias
plasmadas en la Constitucin de 1917 que pretendan regular el terreno de las
prcticas religiosas. Aunque una institucin con semejante fuerza como la
Iglesia catlica estuvo detrs de estas manifestaciones pblicas, es indudable
que la crtica reflej el criterio y sentir de buena parte de la sociedad
mexicana. Como contraparte, sin embargo, el hecho de que el Estado argumentara
que los escritos catlicos violaban con flagrancia la libertad de prensa
signific un retroceso evidente en el camino hacia el fortalecimiento de la
esfera pblica.
El
rgimen silenci a la opinin pblica echando mano de mecanismos crpticos. Se
denunci la injerencia de la Iglesia en los asuntos temporales como una amenaza
para el devenir democrtico de la sociedad mexicana. La persecucin de
escritores se enmarc en un ambiente blico. El conflicto entre la Iglesia y el
Estado de los aos veinte fue una guerra meditica con las caractersticas de
sus tiempos. Se hizo con panfletos, folletera, hojas volantes, en las pginas
de peridicos y revistas y desde el pulpito. Como ocurriera durante la primera
guerra mundial el trabajo periodstico puso en jaque los cnones modernos que
supuestamente lo guan: objetividad, imparcialidad y veracidad, y se vio
inmerso en la lucha propagandstica en la que se debatan los dos bandos. Las
heridas discursivas que gener esta guerra tardaron en sanar. El gobierno de
Lzaro Crdenas, con todo y el radicalismo que manifest en algunos asuntos,
hara un esfuerzo por mantener abiertos los canales de expresin de la opinin
pblica.
Como
ya se ha mencionado, en el periodo que aqu se estudia nacieron importantes
diarios en el interior de la repblica, como El Informador de
Guadalajara y el Diario de Yucatn, que fortaleceran, junto
con otras significativas publicaciones regionales, la larga tradicin y la
fuerza del periodismo en los estados.67 La trayectoria de estos peridicos es
importante por su calidad, su capacidad de atraer grandes audiencias, su
longevidad —siguen funcionando hasta la fecha— y su aptitud para
adaptarse a los enormes cambios que ha sufrido el pas. Tambin son casos
significativos porque sus propietarios pertenecen, desde su fundacin, a elites
conservadoras regionales. Estos diarios cobraron importancia desde el rgimen
callista y durante el Maximato.
Algunos
de los vicios en los que incurri el Estado posrevolucionario durante el callismo y el Maximato fueron corregidos por Lzaro
Crdenas, otros simplemente se matizaron y, segn el punto de vista de sus
crticos, estos errores se profundizaron.
Friedrich
Katz consideraba el sexenio cardenista como una
tercera fase de la revolucin social iniciada en 1910 porque se tomaron medidas
radicales en el terreno econmico y social. A diferencia de las etapas
anteriores, al fenmeno que ocurri en esta etapa se lo caracteriza como una
revolucin desde arriba. Aun cuando las reformas emanaron de la cpula del
poder, fueron muy profundas.68 Lzaro Crdenas tuvo la voluntad y la
capacidad poltica de hacer el mayor reparto agrario de la historia.
Fortaleciendo a los obreros y aprovechando la coyuntura internacional, logr
expropiar la industria petrolera que estaba en manos de las compaas
extranjeras. Esta revolucin —seala Katz—
se llev a cabo en un clima de mnima represin: la oposicin poltica de derecha
tuvo un amplio margen de accin y pudo expresar su descontento con el rgimen
en el espacio de los rganos periodsticos.
El
tema del periodismo y la prensa en el sexenio cardenista ha generado un
interesante debate que opone a un Crdenas autoritario e intolerante con las
expresiones pblicas con un Crdenas abierto a la crtica publicada en los
diarios.69 A grandes rasgos, las discrepancias de los
autores en torno a este asunto responden a las ambigedades mismas del trato
entre el general Crdenas y la prensa. Tres atributos caracterizan esta
relacin: la creacin de pipsa —la empresa
monopolizadora de papel—, que se convertira en un arma de control; el
auge de la prensa popular, en gran medida controlada por el Estado o
instituciones cercanas como la CTM, y la creacin del DAPP (Departamento
Autnomo de Prensa y Publicidad).
En
este momento se consolidan dos tipos de publicaciones populares. Las que llevan
un contenido poltico especfico relacionado con los grupos organizados bajo el
amparo del Estado y la izquierda como El Nacional(1929), rgano del partido oficial; El
Machete (1924), dirigido colectivamente por Diego Rivera, Siqueiros y
Xavier Guerrero; El Popular (1938) rgano de la ctm dirigido por Vicente Lombardo Toledano, cuya intencin
era conectar a estos partidos e instituciones con las masas. Otro tipo
importante de publicaciones populares fueronLa
Prensa, (1928), tabloide matutino ilustrado, Sucesos (1933), ltimas
Noticias (1936), que surgi deExclsior.70 Rotofoto que tena la intencin de desmitificar y
desacralizar la imagen de los polticos. Esta revista termin distanciada del
rgimen con un reportaje grfico sobre Saturnino Cedillo. Como consecuencia y
haciendo eco de las prcticas callistas, el "Comit de Lucha contra la Prensa
Reaccionaria" de la ctm incendi los talleres de
la revista. Estos tabloides, adems de tener un rpido xito econmico,
lograron grandes tirajes y una conexin ms directa con los lectores.
En
conexin con el debate en torno al cardenismo, sugiero que si se contrasta con
el callismo, hay que decir que la nota que marc la
relacin de Crdenas con la prensa nacional fue la libertad de que goz la
prensa de oposicin. En pleno radicalismo cardenista, peridicos como Omega y El
Hombre Libre, que —como en el caso de la cooperativa de La
Prensa— fueron acusados de pertenecer a la Quinta Columna
defensora del fascismo, pudieron expresarse libremente. Es relevante la
selectividad que marca los hechos violentos contra Rotofoto. Se
ha interpretado que Crdenas reaccion contra la apologa de un enemigo muy
especfico, Saturnino Cedillo, que siendo un importante general revolucionario
significaba una amenaza ms real que la oposicin de derecha. Igualmente, el
general tendra algunos desencuentros con la prensa comunista y los editores de El
Machete que revelan una actitud vigilante del rgimen cardenista en
relacin con los grupos que se situaban ideolgicamente a la izquierda de su
rgimen.71
Consideraciones finales
Para
recapitular es necesario recordar los elementos distintivos de la prensa
mexicana y del oficio periodstico durante las dcadas revolucionarias entre el
diez y el cuarenta. Durante este lapso, Mxico pas por trascendentales
momentos de apertura —los regmenes de Madero, Obregn y Crdenas—
que, junto con el desarrollo de la sociedad mexicana tras la cada del dictador
Porfirio Daz, abrieron un espacio para la libertad de expresin. Esta
distensin —aunque fuera vestida con frecuencia de propaganda de
facciones— fortaleci el ejercicio libre del periodismo y el dilogo
entre el Estado y la opinin pblica. Durante el siglo XIX ya se haban
disfrutado en Mxico momentos donde se permiti la libertad de prensa, como
ocurriera durante el gobierno de Sebastin Lerdo de Tejada, pero las reformas
sociales que produjo la revolucin de 1910 hicieron que el cambio fuera ms
profundo. La participacin en el terreno de la esfera pblica se ampli a
sectores que antes no haban tenido cabida en el dialogo social. Asimismo, los
espacios informativos y de discusin —mayormente limitados a los
diarios— incluyeron temas de debate novedosos, como la reforma agraria,
los derechos de los trabajadores y el papel mismo de los periodistas en una
sociedad en plena transformacin. Aunque tangencialmente, los grupos populares
se integraron a este terreno de las letras y de la opinin pblica.
Usufructuaron tambin la posibilidad de ser propietarios de medios escritos.
Desde
la revolucin del diez se vivieron tambin graves momentos de retroceso.
Algunos lderes como Carranza, Obregn y, especialmente Calles, no superaron
los atavismos de la cultura autoritaria con todo y el discurso democratizador
que se gener desde el maderismo. Sin embargo, al
hacer un balance general como el que aqu se hace, es claro que entre 1910 y
1940 la sociedad mexicana abri un caparazn que, si bien se volvera a cerrar
en las dcadas subsiguientes, confiere a este periodo una gran singularidad
como coyuntura histrica.
Las
caractersticas de la prensa en estos tiempos fueron muy especficas. Por un
lado, se consolidan los diarios modernos. Trabaj una nueva generacin de
periodistas que vivi muy joven la revolucin de 1910. El gremio de los
periodistas logr organizarse temporalmente en sindicatos y asociaciones que
protegieron sus intereses. Parte de la prensa pas a manos de los trabajadores
o a lderes surgidos de los ejrcitos revolucionarios, y los estratos populares
de la poblacin pudieron gozar de este medio como un canal de expresin y de
participacin en la esfera pblica. Las clases medias tambin participaron con
mayor presencia en la manufactura de los peridicos y en el dilogo pblico.
Todo esto se debera a la debilidad del Estado revolucionario y al espritu de
cambio del discurso revolucionario. A partir de los cuarenta muchas de estas
lneas de desarrollo se perdieron y Mxico vivi un retroceso. Las funciones de
la prensa como intermediario entre la sociedad y el Estado y como vocero de la
opinin pblica perderan paulatinamente la pequea dosis de eficacia que
hubiera logrado en las dcadas revolucionarias.
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1 Juan
Hernndez a Lzaro Crdenas, 24 de noviembre de 1936, en Archivo General de la
Nacin (en adelante agn), Documentacin de la
administracin pblica, 1910-1985, fondo Lzaro Crdenas, vol. 1300, exp. 704.1/72, f. 76560.
2 Vale
la pena mencionar los nombres de dichas organizaciones ya que representan la
variada gama de grupos que tanto geogrfica como ocupacionalmente se acomodaban
en la esfera de influencia de dicho diario. Entre ellos estaban el Sindicato
Gremial de Obreros de Artes Grficas de la regin Lagunera; la Alianza de
Uniones y Sindicatos de Artes Grficas; la Sociedad Cooperativa Tamaulipeca de
Imposibilitados; el Gremio Unido de Panaderos (Panadera, Biscochera
y Pastelera); la Federacin Regional de Sociedades Cooperativas de Tampico
integrada por 33 organizaciones; los Constructores Chiapanecos de Tapachula;
Lneas Urbanas Unidas "Bandera Verde", el mejor servicio de
transportes de Monterrey, Nuevo Len; la Cooperativa de Transportes de Tuxtla
Gutirrez, Chiapas; la Cooperativa Industrial de Carpinteros de Acapulco; La
Sociedad Cooperativa Agrcola "El Porvenir" de Coatepec; el Gremio
Unido de Trabajadores del Rastro; la Sociedad Cooperativa de Salineros de
Colima; la Sociedad Cooperativa de Comerciantes en Pequeo del Mercado
"Abelardo L. Rodrguez"; la Confederacin Mexicana de Maestros; la
Federacin de Trabajadores de Jalisco; el Frente Popular Mexicano; el Sindicato
de Trabajadores de la Enseanza de Papantla; el Sindicato de Trabajadores
Socialistas de la Enseanza de Tixtla; Guerrero; la Unin Sindical de
Trabajadores de la Industria Bonetera; la Unin de Tipgrafos Gutenberg; el
Centro de Estudios para obreros Ro Blanco; el Sindicato de Empleados de la
Prensa del Distrito Federal; el Grupo Accin Socialista; "Integrado por
obreros y campesinos revolucionarios"; la Federacin Regional de Obreros y
Campesinos; la Unin de Tipgrafos de Len, Guanajuato; el Frente nico de
Trabajadores del Volante; la Cmara Nacional del Trabajo; la Alianza de Obreros
y Empleados de la Compaa de Tranvas de Mxico; el Sindicato Nacional de
Trabajadores Textiles, quienes defendan su peridico. Jos Cabrera Alduch a Lzaro Crdenas, ibid., f.
7699.
3 Desde
entonces con formato tabloide, La Prensa fue fundada por Pablo
Langarica, bajo la direccin de Jos E. Campos. Su
xito fulminante le permiti ser llamado el peridico "que conquist a
Mxico en un mes". Sin embargo decay pronto, y en 1935 la empresa no pudo
resistir un conflicto laboral que cerr el diario durante cinco meses. En julio
de ese ao, con los auspicios del presidente Crdenas, se cre una cooperativa
para reanudar la edicin del peridico. Encabez la nueva etapa Geo Walter Glass, pero pronto se hizo notar Luis Novaro
y Novaro, que haba sido periodista en El
Universal, encabez el sindicato nacional de redactores de prensa y
comenz en la nueva cooperativa como encargado del departamento de Publicidad.
Hacia 1940 se convirti en director y hombre fuerte, e inaugur el camino del
auge empresarial de la cooperativa, pues cre su divisin comercial. Una
revuelta interna lo arroj del mando en 1949. Miguel ngel Granados Chapa,
"Plaza Pblica", El Financiero, 28 de junio de 1993.
4 Otro
ejemplo de esto es el caso de los campesinos de San Juan Tepa,
Hidalgo y su defensa del peridico El Machete. En una carta al
general Lzaro Crdenas expresaban lo siguiente: "Esperamos, y atentamente
lo exigimos, que su gobierno, con una visin ms amplia que el porfirista [...]
ordene que se supriman todas las restricciones al servicio postal, al que
tienen derecho todos los sectores sociales de nuestra nacin. [...] que se
suprima la taxativa que alega la Oficina de Correos como impedimento para
permitir la circulacin de El Machete, que sustenta ideas
avanzadas para que as llegue este rgano revolucionario a las masas de
trabajadores que lo estn exigiendo. Miembros de la Asociacin Revolucionaria
Mexicanista, alegan que los editores de El Machete son
comunistas, agentes del imperialismo ruso. Rusia est tan lejos y tiene
relaciones econmicas con Mxico en tan poca cuanta, que solamente la
estulticia hace creer en este imperialismo. Si se refieren a las ideas, tampoco
tienen razn porque ellas no tienen origen ruso y antes de que triunfaran en
aquel pas, ellas se propagan ya en todo el mundo. El comunismo combate el
hambre, la desnudez, la injusticia, la opresin, al capitalismo, todos
universales. Nosotros que sufrimos todo esto, indgenas otomes, sabemos que
solamente con el triunfo de estas ideas saldremos de la esclavitud en que
vivimos. Es mentira que estas ideas sean en contra de nuestra patria, porque se
quiere que las tierras, las fbricas, la riqueza toda, est en manos de los
trabajadores mexicanos. Hemos de defender a Mxico con ms ardor, el da que
los grandes capitalistas dejen de dominar en l y las riquezas que hoy poseen
rindan pan, vestido y bienestar a los trabajadores mexicanos. Los campesinos y
los obreros estamos resueltos a luchar contra todos los fchis-tas
encamisados. Felipe Percstegui (et al.) a
Lzaro Crdenas, 13 de marzo de 1935, en agn,
Documentacin de la administracin pblica 1910-1985, fondo Lzaro Crdenas,
vol. 1289, exp. 704/15, s. f.
5 Garca, Memorias, s.
a., pp. 57-58.
6 Bravo, Periodistas, 1966;
Argudn, Historia, 1987; Caloca, Recuento, 2003; Ruiz, Periodismo, 1980;
Arenas,Periodismo, 1967,
y Lepidus, History, 1928.
7 Ross, Fuentes, 1965.
8 Matute,
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"Prensa", 1995, pp. 71-88; Villegas, "Liderazgo", 1995, pp.
107-120, y Ross, "Historiador", 1969.
9 Rodrguez,
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10 Arenas, Periodismo, 1967.
11 Coso, Historia, 1983;
Garca, Peridico, 2003; Saborit, Mundo, 2003;
Toussaint, Escenario, 1989; Bonilla,
"Reportaje", 2003, y "Funcin", 2004; Gants, Caricatura, 2009;
Gants y Gutirrez, "Liberalismo", 2009,
pp. 155-182, y Piccato, Tyranny, 2010.
12 Algunos
ejemplos de estos trabajos son: Bermdez, Trinidad, 1985; Blanquel, Ricardo, 1985; Flores,Correspondencia, 2001,
y Richard, Race, 2004. Weiner analiza el liberalismo y sus ideas sobre el mercado,
pero tangencialmente aporta un anlisis muy interesante de las ideas de
Trinidad Snchez Santos y de los hermanos Flores Magn. Toussaint,
"Medios", 2011, pp. 153-163; Guerrero, "Periodismo", 2011,pp. 305320; Cano, "Dictamen", 2006, pp. 233-241; Rashkin, "Horizonte", 2006, pp. 243-256; Torres,
"Tema", 2008, pp. 549-564; Gonzlez "Plumas", 2008, pp.
289-300, y Mora, "Prensa", 2008, pp. 313-329.
13 Lombardo,
"Prensa", 2008, pp. 249-266, vase tambin, Lombardo,
"Corresponsal", 2011, pp. 193-207, y "Prensa", 2008, pp.
491-506.
14 Cano,
"Rgimen", 2003.
15 Aguilar, Publicidad, 1986;
Gonzlez, "Prensa", 1994; Musacchio,
"1938", 1990, pp. 33-53; Lombardo, "PIPSA", 1982, pp.
17-23, y Snchez, "Contexto", 2010.
16 Este
trabajo es el resultado parcial de una investigacin mucho ms amplia que se
basa en una exhaustiva bsqueda bilbiogrfica, hemerografica y documental. Los archivos revisados y
utilizados son: Archivo General de la Nacin, Documentacin de la
Administracin Pblica, 1910-1985; Archivo Calles Torreblanca; U.S. National Archives; Hemeroteca Nacional; Hemeroteca de la
Biblioteca Lerdo de Tejada, y Archivo Centro de Estudios de Historia de Mxico
Carso. Tambin se sustenta en la lectura de las memorias de periodistas
importantes de la poca.
17 En
general se dice que la fase armada de la revolucin concluy en 1920, pero los
regmenes de los aos veinte no pudieron acabar con las rebeliones militares.
Entonces, el fin del conflicto militar es relativo. Asimismo, atendiendo al
radicalismo de los gobiernos de los aos veinte y treinta, entre los que
destaca el de Lzaro Crdenas, es posible afirmar que la revolucin tiene una
lnea de continuidad hasta 1940.
18 Vanse,
entre otros, Katz, "Fin", 2006, pp.
191-233, y Pancho, 1998; Ribera, Casa, 2010,
y Garca, Huelga,2007.
19 Vense, entre otros, Cockcroft, Precursores, 1994;
Knight, "Intelectuales", 1989, pp. 131-159,
y Loaeza,Clases, 1988.
20 En
una primera aproximacin, este proyecto se haba planteado para iniciar en 1920
con el objetivo de analizar el periodismo en la etapa posrevolucionaria, una
vez terminada la lucha armada. El objetivo de esta primera intencin era
aquilatar los efectos que la revolucin haba tenido en el quehacer
periodstico. Sin embargo, el mismo proceso de investigacin ha demostrado la
necesidad de regresar a 1910. Esto se debe a que muchos de los documentos
registrados hasta ahora refieren a asuntos que se originan en etapas previas.
Igualmente, es evidente que la trayectoria de muchos periodistas comienza mucho
antes. Las alianzas que construyen en 1920 y la capacidad de procurarse fondos
para mantener las publicaciones, estn vinculadas a relaciones polticas que se
originan desde 1910, al calor de la lucha revolucionaria. Para 1920 las
divisiones polticas que se haban generado anteriormente en el seno del
movimiento constitucionalista y los conflictos con grupos opositores como el
villista y el Zapatista siguan vigentes. Igualmente,
la investigacin realizada hasta ahora me ha permitido descubrir la riqueza de
las fuentes relacionadas con la historia del periodismo entre 1910 y 1920 que
no ha sido explotada cabalmente en ningn trabajo acadmico. Ya que se cuenta
con esta valiosa informacin para reconstruir las transformaciones del oficio
periodstico una vez aniquilada la dictadura de Daz, es fundamental
aprovecharla para hacer un estudio que abarque todo el periodo revolucionario.
21 La
idea de "sociedad abierta" ha sido desarrollada principalmente por
Henri Bergson, Karl Popper y George Soros. A grandes rasgos, es la idea de una
sociedad cuyo gobierno es tolerante y respeta a la ciudadana, compuesta por
individuos con necesidades y capaces de tomar sus propias decisiones. Esta
sociedad exige el principo de la transparencia de su
gobierno y se basa en el respeto a los derechos humanos y las garantas
individuales. En el caso de Soros, esta filosofa se ha convertido actualmente
en un argumento filantrpico que pretende promover, por medio de fundaciones y
financiamiento la consolidacin de este tipo de sociedad, actualmente,
alrededor del mundo. El trabajo y la funcin social que cumple el periodista
como facilitador de informacin para la ciudadana y como puente entre el
Estado y el resto de la nacin, es parte fundamental de la idea de una sociedad
abierta. Este proyecto de investigacin comenz en 2004 como parte de una iniciativa
de la Fundacin Prensa y Democracia, Mxico, A. C. que, como parte del Open Society Institute, pretenda
fomentar el quehacer profesional del periodismo en Mxico con el fin de que
sirviera como fundamento para robustecer la frgil democracia mexicana. Vanse
Popper, Sociedad, 2010, y Soros, Open, 2000.
22 El
auge de la televisin llega hasta los aos sesenta. El radio se comenz a
utilizar a finales de los aos veinte, principalmente como una herramienta
educativa y propagandstica del estado. Entre los estudios de la radio vanse Schiaffini, "Usos", 2007; Hayes, Radio, 2000;
Ortiz, Una, 1997, del mismo autor Guerra, 1992;
Velzquez, Radiodifusin, 1980, vase, tambin, Velzquez,
"Estado", 1981, pp. 79-118.
23 Coso, Sistema, 1979,
pp. 16-17.
24 A
partir de los aos veinte los ndices de analfabetismo disminuyeron. En 1900,
53% de la poblacin era analfabeta; para 1930 el analfabetismo haba disminuido
a 42%. Vase Monroy, Poltica, 1975.
25 Francie R. Chassen-Lpez describe
muy bien el paso de una cultura rural de la rebelin al paso de una cultura
poltica en la que se insertan las clases bajas y medias como parte de un
debate pblico no violento. Vanse Chassen-Lpez, Liberal, 2004,
y Cockcroft, Precursores, 1994.
Heriberto Fras escribi mucho sobre el origen socioeconmico y las precarias
condiciones en las que trabajaban los periodistas de su poca. Fras, Amor, 1908
vase tambin, del mismo autor, Miserias, 1916. Pablo Picatto, siguiendo esta pista de los relatos de Fras,
tambin aporta un anlisis brillante de las condicin
del periodista. Piccato, Tyranny, 2010.
26 El
rumor y la noticia transmitida a travs de la murmuracin, aquello que Robert Darnton llama "sistemas de comunicacin" o
"redes de informacin", no se ha estudiado en Mxico como lo ha hecho
este autor para el caso de Francia en el siglo XVIII. Si bien Darnton asume la cultura escrita como la ignicin de estos
sistemas, es posible que dichas prcticas fueran ms extendidas en sociedades
analfabetas como la mexicana a principios del siglo xx. Vanse de Darnton, Devil, 2010;
"News", 2000, pp. 1-35, y "Public",
2000. Sin embargo, algunos periodistas mexicanos hablan de este tipo de
prcticas a principios del siglo XX en las ciudades del interior de la
repblica. "En la ciudad de Campeche, contaba Javier Romero, no haba
peridico ni voceadores. El nico peridico que haba era uno que se llamaba El
Cauterio, apareca cada semana o cada quince das. Era un peridico de
chismes: a la seorita que vive en tal calle [...] que no s cunto, que se la
llev el novio. [...] Naturalmente en una ciudad que tena 20 000 habitantes
todo mundo saba quin era quin. Adems, en el pueblo de Campeche cmo va a
haber peridico, si vamos al mercado a las cinco de la maana a enterarnos de
todo lo que sucede." Entrevista al seor Javier Romero, realizada por Ana
Mara Serna los das 7 y 15 de febrero de 2005 en la ciudad de Mxico. El
estudio del rumor y la transmisin oral de la noticia en el temprano siglo XX,
sigue siendo un pendiente de los historiadores de la prensa mexicana.
Igualmente, si bien se repite mucho el lugar comn de que la lectura en voz
alta era una prctica comn, todava no existe un estudio fundamentado en
fuentes primarias que resuelva este tema.
27 El
asunto de la circulacin de los diarios en Mxico es prcticamente imposible de
documentar porque no existi, hasta finales del siglo XX, la prctica de
certificacin del tiraje. Existe, sin embargo, una fuente muy valiosa, los
informes consulares sobre Mxico del Departamento de Estado estadunidense,
donde se habla del tiraje de los peridicos mexicanos, pero no necesariamente
refleja la realidad, y las cifras que ah se vierten no se puede tomar como
fidedignas. Una de las mayores preocupaciones del Departamento de Estado era la
imagen de Estados Unidos en el exterior y la existencia de sentimientos antiyanquis entre la poblacin de pases conflictivos como
el Mxico revolucionario. Por ello, instaur la prctica de requerir a los
cnsules el envo de toda la informacin posible sobre la prensa local. As,
estos acervos estadunidenses nos han legado material riqusimo para reconstruir
la historia del periodismo mexicano. Por ejemplo, alguno de estos informes dice
lo siguiente: "There has just
been released a report on the
periodicals published in Mexico, prepared by the Department
of Stadistics, and based on data collected in 1931. The total circulation of the 491 periodicals published in this country was 151 672 441, of which 98 per
cent was in the Republic, and 2 per cent abroad, according to the large morning daily,
excelsior, of August 6, 1933.
The periodicals may be divided as follows, according to their type; the
percentages being based on the
number of periodicals, rather than on
their circulation or size: Information...
31.8 per cent; Literary... 12.4 per cent.; Religious... 10.6 per cent.; Scientific...9.4
per cent.; Commercial... 9.0 per cent.; Of a social nature...8.7 per cent.; Technical...
5.7 per cent.; Mutualist...4.5 per cent.; Political, sports, critical and various...7.9 per
cent. / = 100 per cent." Otro informe deca: "The
total circulation in the Republic was 148 687 620 copies, divided as follows: Dailies... 83.2 per cent.; Monthlies...8.3
per cent.; Bi-weeklies...2.3 per cent.; Bi-monthlies...1.4 per cent.; others...1.5
per cent. /= 96.7 per cent." William P. Cochran,
Jr., American vice consul, aprobada por Thomas D. Bowman, 8 de agosto de 1933, en Records of the Department of State Relating to Internal Affairs of Mexico, 19101929, M274, 241, exp.
812,917/4. Un asunto que destacan todos los informes estadunidenses es que la
circulacin de los diarios en Mxico era menor que en Estados Unidos.
28 Bringas
y Mascareo, Esbozo, 1988.
29 El
importantsimo asunto histrico de la prensa popular, as como el tema de las
asociaciones de periodistas es un tema que estoy trabajando para un estudio ms
amplio y que no ha recibido mucha atencin entre los historiadores. Elissa Rashkin, Guillermina
Bringas, David Mascareo y Leticia Lpez, han
trabajado ya este asunto. Rashkin, Stridentist, 2009. La lista de
publicaciones periodsticas dirigidas a los grupos populares en esas dcadas es
enorme. Vale decir, adems, que esta tradicin de una prensa popular no es
exclusiva de la revolucin de 1910, tena ya parea
entonces un importante antecedente de desarrollo durante el siglo XIX. Algunos
de los ttulos que podemos citar: Regeneracin, El Popular, El Machete,
El Amigo del Pueblo, Por d Pueblo y Para d Pueblo, El Correo de Chihuahua, Vida
Nueva y el Peridico Oficial del Ejrcito Villista,
Regeneracin, Peridico Semanario, rgano de la Revolution
Agraria, El Grano de Mostaza (rgano de la Unin Catlica Obrera), La
Democracia Cristiana, El Obrero Catlico, Restauracin, El Diario del Hogar, El
Trabajo.Katz, Pancho, 1998,
vol. I, p. 60; Espejel, Emiliano, 1988, p. 102; Meyer, Lucha, 1980;
Alfro, Llamaban, 1977, p. 217;
Ceballos, "Sindicalismo", 1986, p. 626; Leal, Mutualismo, 1991,
pp. 162-163; Mrquez, Iglesia, 1950, p. 30, y Tamayo, Clase, 1987,
p. 189.
30 Rafael
Martnez "Rip Rip",
un periodista que colabor cercanamente a Madero durante las luchas del antirreeleccionismo narr las circunstancias de aquellos
que haban apoyado a la revolucin desde la trinchera de la prensa: "una
gran parte de los que habamos tomado participacin en la lucha, cuando el
seor Madero fue presidente entendimos que la lucha haba terminado y pocos se
resolvieron a seguir trabajando [...] a seguir manteniendo los ideales. De los
periodistas pocos quedamos como periodistas, unos fueron administradores de
aduanas, otros tuvieron tal o cual empleo y se olvidaron; de los oradores pocos
quedaron tambin, pocos hablaban; y en cambio, los enemigos s hablaron, s
escribieron, s se movieron y por eso fueron fuertes." Martnez,
"Libertad", 1967, p. 156; Matute, "Prensa", 1995, y Piccato, "Parlamentarismo", 1997, pp. 7-11.
31 Stanley
Ross explica que Gustavo Madero luch contra la prensa opositora por medio de Nueva
Era yorganizando
manifestaciones. A pesar de la oposicin de su hermano a subyugar a la prensa,
Gustavo logr el control de algunos otros peridicos de la capital. Sin
embargo, esos esfuerzos eran hechos con mano fuerte y resultaron inefectivos
ante el desbordamiento del periodismo opositor. Ross, Francisco, 1959,
p. 225. Vase Gmez, "Madero", 1998, pp. 132-133.
32 Entre
muchos otros, estn documentadas las splicas de Manuel Carpi a Alvaro Obregn: "Deseo especialmente advertir que no
estoy cobrando ni promoviendo reivindicacin de derechos. No hablo al
encumbrado Mandatario pidindole una merced: hablo a mi viejo amigo, que conoce
mi fuerte y honrada labor pro Mxico en el extranjero, que dur aos, con o sin
ayuda de la revolucin. Estoy pobre, tengo exigencias de hombre civilizado, y nunca
ped premio a mis trabajos ni en favores ni en concesiones que me aseguraran la
vida. Si cree el seor presidente que no le es posible ayudarme en la forma que
aqu indico, lo dicho por no dicho. No quiero ser gravamen ni un problema
econmico para nadie. Quiero solamente que se juzgue si mi labor merece alguna
estimacin, porque no fue de un da ni de un mes, sino de aos." Manuel
Carpi a Fernando Torreblanca, 11 de mayo de 1921, en agn,
Documentacin de la administracin pblica, 1910-1985, fondo Obregn-Calles,
caja 322, exp. 815-C-l. Otras se encuentran en: ibid., fondos Obregn, Calles y
Crdenas.
33 Vanse,
Katz, Guerra, 1982, t. h. p. 147;
Ross, "Historiador", 1965,pp. 373-374;
Parra, "Primera", 1980, y Serna, Rafael (en prensa).
34 Como
se ha mencionado, estas asociaciones han sido poco estudiadas. Algunos son:
Bloque Periodstico Nacional; Alianza de Uniones y Sindicatos de Artes
Grficas, a la que pertenecan la Unin Linotipogrfica
de la Repblica Mexicana; Unin de Voceadores, Expendedores y Repartidores de
la Prensa del D. F.; Unin de Trabajadores de los Peridicos; Sindicato de
Trabajadores de los Peridicos; Sindicato de Fotograbadores y Rotograbadores Mexicanos; Sindicato Nacional de Redactores;
Sindicato de Empleados de la Prensa del D. F.; Sindicato de Trabajadores
Propaganda y Anuncios; Sindicato Nacional de Dibujantes; Sindicato de Agentes
de Anuncios de la prensa del D. F. Aquino, "Sindicato", 1998;
Hernndez, "Asociacin", 2011, y Lombardo, "Prensa", 2008.
35 Hasta
ahora no he tenido acceso a ningn archivo privado de algn diario de la poca
que probablemente pudiera dar luz sobre este tema.
36 Vanse
Palavicini, Vida, 1937; Arenas, Prensa, 1916;
Marvn, Nueva, 2005, t. I, pp.
509-525 y pp. 847-879, y Piccato,
"Parlamentarismo", 1997, pp. 7-11.
37 Gracias
a la investigacin de Elvira Carballido conocemos a
las mujeres que destacaron en el periodismo en aquella poca: Elisa Acua Rsete, Juana Gutirrez de Mendoza, Dolores Jimnez Muro,
Julia Nava, Luz Vera, Elena Torres, Eulalia Guzmn, Dolores Correa Zapata, Laureana Wrigh, Concepcin
Gimeno, Hermila Galindo de Topete, Juana Beln
Gutirrez de Mendoza, Laura Mndez de Cuenca, Guadalupe Rojo de Alvarado,
Silvia Settala, Lina Cavalieri,
Laura Mndez de Cuenca, J. viuda de Zaldivar, Mara
Luisa Ross, Rita E. Latallada de Victoria, Mara
Arias Bernal, Flora Vargas Trejo, Emilia Pardo Bazn, Sarah Lorenzana, Isabel
Rocha de Andrs Ruiloba, Haide
Escobar de F. Daz, Elisa Ross, Lucina Garca, Mara Luisa de la Torre de
Otero, Cecilia Zadi, Fidelia
Brindis, Sara Estela Ramrez, Elisa Acua, Dolores Correa, Mara Trinidad Orcillez, Margarita del Prado, Luz F. viuda de Herrera,
Antonia L. Ursa, Trinidad Orcilles,
Mateana Murgua de Aveleyra,
Salome Carranza, Guadalupe G. de Joseph, Sara Estela Ramrez, Julia Nava, Emmy
Ibez y Emilia Enrquez Rivera. Hernndez, "Participacin", 2003;
Juan M. Durn Casahonda, "Los que escriben en El
Universal", El Universal, ao VII, t. XXV, domingo 1 de octubre
de 1922, pp. 4-6; Carrasco, Prensa, 1962. Crecencia
Garza viuda de Martnez a Lzaro Crdenas, Mxico, 4 de octubre de 1935, en agn, Documentacin de la administracin pblica, 1910-1985,
fondo Lzaro Crdenas, vol. 1290, exp. 704/39, f.
70446. Una de las especialistas en la historia de las mujeres periodistas es
Elvira Carballido. Vanse de Hernndez,
"Prensa", 1986; "Primeras", 1997, y
"Participacin", 2003, y "La mujer y el periodismo" en
Avils, Periodismo, 2011, pp. 261-273.
38 Algunos
casos son: El Heraldo de Salvador Alvarado y Los Soles del
coronel Garca Valseca. Vanse Musacchio, Diccionario, 1989;
Bravo, Periodistas, 1966, pp. 90-95; Borrs, Historia, 1983,
pp. 90-95; Gonzlez,Clase, 1987,
p. 150; Archivo Calles Torreblanca (en adelante ACT), fondo Alvaro
Obregn-PR- Roque Estrada, fondo 11, serie 030400, exp.
a -19/30, inv. 2046, leg. 1; Baldivia, Formacin, 1981,
pp. 166-122; Singer,Mordaza, 1993,
y Musacchio, "1938", 1990, p.51.
39 Dos
importantes diarios, Exclsior y La Prensa, se volvieron
cooperativas. Otros pasaron a manos de facciones revolucionarias, como El
Impartial. Surgieron peridicos como El
Popular, afiliados a grupos obreros organizados.
40 El
uso del concepto de esfera pblica para analizar la relacin entre los medios y
la sociedad mexicana es cuestionable porque surge del anlisis de una realidad
europea muy distante a la problemtica que vive Mxico en 1910. La falta de una
terica autctona para tratar estos asuntos, nos hace incluir esta problemtica
como parte de este proyecto; es decir, parte de nuestra tarea ser aterrizar
alguna conclusin terica que nos ayude a definir fenmenos como la opinin o
esfera pblica en una realidad como la mexicana.
41 Habermas, "Public",
1991.
42 Sartori, Que?, 2003, pp. 88-89.
43 Ibid.
44 Un
muy interesante anlisis de la esfera pblica y la prensa se realiz en algunas
ponencias del Congreso Republic in Print: Mexican Journalism in Sociological and Historical Perspective, noviembre
12-13, 1999, Lomnitz, "Press",
1999. Lo han tratado con particular inters: Forment, Democracy, 2003, y Piccato, Tyranny,2010.
45 La
periodizacin de la revolucin de 1910 ha tenido muchas interpretaciones. Para
efectos del anlisis que busca este artculo, me suscribo a la periodizacin
propuesta por Friedrich Katz, que divide este proceso
en tres etapas que atienden al grado de radicalizacin de las reformas que
culminan en el sexenio cardenista. Vase Katz, Guerra, 1982,
p. 153.
46 Entre
los periodistas que se formaron en los cuadros maderistas estn: Juan Snchez
Azcona, Rafael Prez Taylor, Rafael Martnez "Rip
Rip", Flix F. Palavicini,
Luis Cabrera, Querido Moheno, Silvestre Terrazas,
Carlos R. Menndez, Jess Urueta, Trinidad Snchez Santos, Paulino Martnez,
Jos Mara Pino Surez y Diego Arenas Guzmn.
47 Rodrguez,
"Discurso", 1991.
48 Stanley
Robert Ross dice: "Los amigos y allegados de Madero lo instaban a tomar
alguna medida para regular la prensa, pero el presidente resisti a todo
esfuerzo encaminado a callarla. 'Prefiero hundirme con la ley que sostenerme
sin ella'. Sin embargo, los ministros Hernndez y Daz Lombardo discutieron la
suspensin del artculo 7 de la Constitucin (relativo a la libertad de prensa)
con la Comisin Permanente del Congreso. Palabras dichas en esta reunin se
'filtraron' fuera, y Madero fue acusado inmediatamente en la prensa y en el
local del Congreso de tirana y de suprimir el derecho de libre expresin, a
pesar de que haba prometido que 'no pondra ninguna valla a la libertad, ya que
sus actos estaban guiados por la verdad y la honradez'". Ross,Francisco, 1959,
p. 225.
49 Matute,
"Prensa", 1995, pp. 63-70.
50 Una
relacin del Departamento de Prensa e Informacin Pblica manifiesta los
elementos materiales ministrados por la Secretara de Gobernacin a diversos
peridicos entre oaubre de 1915 y mayo de 1916. Los
suministros se daban en efectivo (desde 56O pesos hasta 104 670 dlares en el
caso de El Pueblo) o en recursos materiales (latas de tinta,
rollos y resmas de diferentes tipos de papel, lminas de zinc, botes de aceite
lubricante). La lista de las publicaciones que recibieron dichos suministros es
larga: El Demcrata, El Pueblo, Ariete, Faros Magazine, Revista de
Revistas, El Correo Espaol, Boletn Militar, Accin Mundial, El Liberal, El
Constitucional, La Mujer Moderna, El Combate, Regeneracin, 30-30, Revista
Mxico, El Padre Padilla, Revista Nacional, La Ilustracin Mexicana. Departamento
de Prensa e Informacin Pblica, "Relacin que manifiesta los elementos
materiales ministrados por la Secretara de Gobernacin, a los peridicos que
se editan en esta ciudad y a diversos, durante los meses de octubre de 1915, a
la fecha; y pecuniarios hasta el mes de abril ppdo." Mxico, D. F., mayo
de 1916, en agn, Periodo revolucionario, vol. 61 exp. 15.
51 Ren
Capistrn Garza describe con detalle cmo fue
sometido a esta prctica, vase Capistrn, Andanzas,1958, pp. 16-19.
52 Los
diarios que ms claramente definieron sus filias y fobias en la primera guerra
mundial fueron El Universal (a favor de Estados Unidos) y El
Demcrata (proalemn). Al respecto, vanse Katz, Guerra, 1982; Parra,
"Primera", 1980; Ross, "Historiador", 1965, p. 373-374, y
Serna, "Periodistas", 2010, pp. 207-235.
53 Constitucin, 1985, pp. 17-24.
54 Carranza,
"Ley", 1917.
55 He
trabajado sobre el periodismo moderno despus del porfiriato
en Serna, "Periodismo", 2013.
56 Entre
aquellos que consideran El Impartial como
el diario que inicia la modernidad del periodismo estn: Palavicini, Vida, 1937,
pp. 191-192; Luis G. Urbina, "Reyes Spndola y
la prensa moderna", Exclsior, 19 de enero de 1922;
Garca, Peridico, 2003, y Ruiz, Diccionario, 2000,
pp. 697-698.
57 Los
estudios de Laura Edith Bonilla e Irma Lombardo sobre los primeros reporteros
hablan de un periodismo moderno previo a la creacin de El Impartial. Bonilla, "Reportaje", 2003;
"Revista", 2004, y "Funcin", 2004, y Lombardo, Opinin, 1992,
y "Figura", 1998.
58 Si
bien no se ha estudiado a fondo el trabajo propagandstico de Obregn en
Estados Unidos, hay evidencia de cmo se emple a Manuel Carpi para publicar
artculos que favorecieran la imagen de Mxico allende el ro Bravo y hacer una
campaa propagandstica pro Obregn. Carpi trabaj en el Departamento de
Informaciones para la prensa extranjera, dise el proyecto de la Oficina
General de Informaciones de la Repblica Mexicana en 1921. Manuel Carpi a
subsecretario de Relaciones Exteriores, en agn,
Documentacin de la administracin pblica, 1910-1985, fondo Obregn-Calles,
caja 37, exp. 104-0-1; Carpi a Obregn, 13 de enero
de 1919, en act, fondo Alvaro
Obregn-PR-, fondo 11, serie 020700, exp. C12-60,
inv. 808, leg. 1; Carpi a Obregn, 19 de julio de
1919, en ibid., fondoll, serie 030100, exp.
C-5/108, inv. 1177, leg. 1, y Manuel Carpi a Alvaro Obregn, en agn,
Documentacin de la administracin pblica, 1910-1985, fondo Obregn-Calles,
caja 225, exp. 729-C-2. Otros periodistas que pueden
haber participado en este esfuerzo, aunque no tenemos evidencia clara de ello,
son M. Uribe y Mendoza, Jos Campos, Jos de Jess Nez y Domnguez, L. D.
Walker, Luis Tornel Olvera, Leopoldo Zamora Plowes, Francisco Zamora, E. Herrera y Cairo, Miguel
Martnez Rendn, R. de la Huerta, Wilfred E. Weigand, J. Lara, licenciado R. Herrador Calvo, F. Y.
Osorio, Teodomiro L. Vargas.
59 Material
para un libro de impresos, 7 de noviembre
de 1921, en act, fondo Alvaro
Obregn, fondo 11, serie 040200, leg. 15, exp. 2, inv. 4796.
60 Katz, "Fin", 2006, pp. 191-231.
61 Carlos
Ortiz a Plutarco Elias Calles, Mxico, 3 de agosto de
1926, agn, ramo Documentacin de la administracin pblica
1910-1985, fondo Obregn-Calles, caja. 36, exp.
104-L-23.
62 Barrn, Carranza, 2009.
63 He
desarrollado este asunto con ms detalle en Serna, "Periodismo",
2007.
64 Femando
Diez de Urdanivia, "Figuras de Exclsior: Jos
Elguero", Exclsior, 18 de
marzo de 1957, pp. 6 y 15; Ruiz, Diccionario, 2000, p. 250;
Gonzlez, Ronda, 1984. pp. 76-77, y Juan R. Platt a Plutarco Elias Calles, 3
mayo de 1928, en agn, ramo Documentacin de la
administracin pblica, 1910-1985, fondo Obregn-Calles, caja 194, exp. 609-R-5.
65 Uno
de los expedientes del fondo Obregn-Calles en el Archivo General de la Nacin
contiene una serie de cartas donde la gente extiende sus felicitaciones al
presidente por su trabajo en contra del clero catlico y por la aplicacin de
las leyes de extranjera. Entre ellas hay muchas cartas de logias masnicas y
de sindicatos. Una de ellas dice: "Habiendo seguido el curzo
de las notisias dadas por la Prenza
capitalina con relacin al asunto referente a las declaraciones hechas por el Arsobispo de Mexico, y, en vista
de la actitud que Ud. ha tomado como primer Magistrado de la Nacin; el Sentro Sindicalista de este lugar en representacin de todo
el conglomerado que lo integra, felisita a Ud. y se adiere su obra para los
momentos de prueba." (Los errores ortogrficos son copiados textualmente
del original y muestran el origen socioeconmico del firmante). J. D. Hernndez
a Plutarco Elias Calles, 18 de febrero de 1926 en
AGN, ramo Documentacin de la administracin pblica 1910-1985, fondo Obregn-Calles,
caja 35, exp. 104-L-23, leg.
1. Otras cartas similares hablan de lectores de la prensa preocupados por las
noticias que se vierten en los peridicos. Morris J. B. Boertz
a Abelardo L. Rodrguez, 31 de octubre de 1934 en ibid., fondo
Abelardo L. Rodrguez, caja 105, exp. 514/16.
66 Mucho
se ha hablado de la ideologa y la revolucin mexicana. Crdova, Ideologa, 1984;
Womack, Zapata,1987, y Gilly, Revolucin, 1994.
Alan Knight quien, entre sus virtudes como
historiador tiene la capacidad de sintetizar las aportaciones historiogrficas
en el terreno de lo escrito sobre la gesta de 1910, y que ha realizado estudios
especficos sobre la participacin y las contribuciones de los intelectuales en
la misma, dice al respecto: "la ideologa tuvo su papel, y un papel
importante, en la revolucin: en particular, fue el preludio vigoroso del
movimiento, y estuvo presente en una larga serie de temas sutilmente modulados
al final. Pero durante el periodo central de la revolucin (entre 1911 y 1915)
enmudeci. Y el papel del intelectual clsico, creador y proveedor de
ideologas, sigui un camino yuxtalineal." Knight,
"Intelectuales", 1989, p. 26.
67 La
prensa en los estados fue muy importante durante la revolucin y posrevolucin.
Concentr los esfuerzos locales de sintetizar la opinin y fue muy
significativa como aglutinadora de lectores que en las socieades
ms pequeas del interior de la repblica, las matrias
de Luis Gonzlez, fueron politizndose, creando un inters por los asuntos
pblicos. La prensa local viene siendo ya muy estudiada, a ello han colaborado
las iniciativas de la Red de Historiadores de la Prensa y sus publicaciones y
otras obras coordinadas en algunas universidades del interior de la repblica.
Vanse, entre otros, Palacio y Martnez, Voces, 2008; Palacio, Rompecabezas, 2006,
y Pineda, Plumas, 2008.
68 Vase
Katz, Guerra, 1982.
69 Musacchio, "1938", 1990, y Gonzlez, Prensa, 2006,
pp. 30-32.
70 Sobre La
Prensa y su popularidad vanse Bravo, Periodistas, 1966,
pp. 90-95, y Gonzlez, Prensa, 2006.
71 Juan
Lucio a Lzaro Crdenas, 22 de marzo de 1935, en agn,
Documentacin de la administracin pblica 1910-1985, fondo Lzaro Crdenas,
vol. 1289, exp. 704/15, foja 27948.
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